Gibrán Ramírez Reyes*
Jesús Silva-Herzog ha escrito «La casa de la contradicción», la crítica más mordaz y aguda desde el liberalismo al régimen de la transición y al cambio que encabeza el presidente López Obrador, a ambos.
Es un libro profundo y panorámico, que toma el reto de reescribir el pasado, examinarlo, criticarlo. Por ello, supera a los defensores del fallido tránsito al pluralismo que fue también el tránsito a una economía política de desigualdad y corrupción, a un régimen de mortandad que ve con naturalidad los cientos de miles de muertes violentas. Ha superado un dique.
Coincido en una serie de ideas que redacto a mi modo. Rehuir el conflicto y apostar por los buenos modales volvió nuestro pluralismo chato. Las redes sociales son jaulas de aislamiento y radicalización que han afectado la relación entre la política y la verdad.
Los gobiernos de PAN y PRI fueron el reino de la impotencia frívola y corrupta. Pasamos –en la transición– de uno a tres partidos paraestatales. Las élites hipócritas y mediocres de la transición quisieron transparencia y modernidad, mientras no se transparentaran sus contratos ni se modernizaran sus cotos de poder.
«Por una democracia sin adjetivos» es un texto cándido y bisoño. Verdades como puños de una república mafiosa que debe ser demolida.
Llegamos, después de 2018, a la crisis desoladora de todos los partidos.
Ha sido penosa la respuesta del gobierno ante el feminismo. La voluntad, el teatro, la fraseocracia y el monumentalismo son la esencia de la política de nuestro tiempo, de nuestro gobierno y del movimiento al que pertenezco y se han tomado por sucedáneos de la ideología y el programa.
Adolfo Gilly habló alguna vez del lopezobradorismo como advenimiento del neoliberalismo social y tuvo algo de razón. Más verdades como puños de una república a la que no se le ha quitado lo mafiosa –incluso y excluyendo al presidente López Obrador, cabe preguntarse si, entre los que realmente mandan en Morena, alguien más se lo ha planteado en serio.
Pero, a diferencia de Jesús, sostengo que sí hay un legado de construcción destacable. Joel Flores ha señalado que la pensión que llegará a 3 mil pesos en 2024 será la segunda prestación pública realmente universal además de la educación básica gratuita.
Hubo una reforma fundamental en materia de protección social al artículo cuarto constitucional. Ha crecido IMSS-Bienestar. Está por concretarse una reforma eléctrica fundamental para el futuro del país.
Tenemos por primera vez una policía realmente nacional, con casi cien mil efectivos. El canal once se ha diversificado y junto con el SPR crece (tendremos, al final del sexenio, dos cadenas públicas nacionales). El salario mínimo tuvo un crecimiento histórico. Hay más gobernabilidad y acuerdo con el gobierno de lo que hubo con EPN, quien no enfrentó una crisis como la actual.
Después de todo, AMLO es el político más raro y talentoso que haya visto México en mucho tiempo, como reconoce Silva-Herzog. Las revoluciones, los procesos de demolición y cambio, abren un campo de incertidumbres y oportunidades que permiten ensayar, errar, reconstruir. Los contornos y la historia del naciente régimen están todavía por definirse y escribirse.
* Doctor en ciencia política por la UNAM.