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Opinión. ¡Ahí se va!

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

La temporada de campañas políticas llegó otra vez y, por todos los medios posibles, recibimos toda clases de promesas de bienestar, pero sin aclarar de qué forma las hará realidad el candidato ganador.

Tenemos a la mano las promesas de campaña de Alejandro Murat y sobre de ellas podemos realizar un listado para confirmar qué pudo cumplir y qué no, sin olvidar que compitió con Salomón Jara en esa elección y que éste también prometió las perlas de la virgen, igual que las ofrece hoy con la imposición en nuestra tierra de la terrible y falsa 4T.

Prometió Alejandro Murat aprovechar la zona económica especial, así llamado antes al ahora corredor transístmico, multiplicar los parques eólicos, hacer que Oaxaca dejara de ser un referente de pobreza y convertirnos en uno de sustentabilidad, desarrollo económico y social. Seríamos una capital turística y cultural líder en Latinoamérica.

Prometió, además, lo de siempre: caminos pavimentados, agua potable, drenaje y salud. Además de concluir hospitales y surtirlos de médicos y medicamentos criticando de este modo la política de Gabino de Cué de dejar la salud a la deriva, al igual que AMLO.

No hay candidato que no ofrezca acabar con la corrupción y elevar la calidad moral de la sociedad, crear parques industriales y traer empresas a invertir su capital aquí. Las carreteras al istmo y la costa son promesas de cajón también para los candidatos de hoy.

Para tener un mejor contexto hay que resaltar que Alejandro Murat era parte del gabinete ampliado de Enrique Peña Nieto y de la burbuja mexiquense en el poder, además de que llegó con el apoyo vendido del “Partido Verde” y del Panal de Elba Esther Gordillo. 

En aquellos años estuvo de moda la declaración “3 de 3” en que debían transparentar sus bienes, misma que hizo pero que dejó muchas dudas respecto de sus ingresos y propiedades, pero por lo abultado de las mismas.

Hoy preside la némesis de Peña y los verdes se vendieron en otra dirección, pero no importa, los principios siempre se acomodan de acuerdo con donde soplen los vientos políticos. Lo de hoy en el gobierno federal es la regresión a los años 60 del siglo pasado.

Al dejar la gubernatura dejará de tener el control del aparato propagandístico que, desde el gobierno magnifica lo que quiera y oculta lo que no quiere que se sepa. Ya tendremos tiempo para conocer los abusos cometidos en este sexenio.

Por lo pronto, a pocos meses de dejar el cargo, no hay obras relevantes que presentar. A marchas forzadas y en medio de un caos infernal se trabaja en la carretera de salida hacia el aeropuerto y en la que va por el bordo del río Atoyac. Es probable que no se concluyan o que, en todo caso, por las prisas se hagan al “ahí se va”.

Demolieron el Teatro Álvaro Carrillo sin presentar pruebas de sus daños estructurales y, por lo que se cree, esa obra tampoco estará lista en tiempo y forma.

La construcción que intenta privatizar la gastronomía popular, el “Centro Gastronómico” tampoco está listo. Apenas hace unos días desalojaron a los empleados del Registro Civil y, también, es probable que en los meses restantes no se concluya o, lo peor, es que sea inaugurado al “ahí se va”. Esta obra es la privatización de la gastronomía en favor de unos pocos consentidos del gobernador.

Así fue el inicio de esta administración, al “ahí se va”. El búnker de Santa Lucía o también llamado “Centro Cultural y de Convenciones” es prueba palpable de que se trata de tomarse la foto para la historia y después dejar en el abandono las obras.

Ese centro de convenciones quedó a medias hace casi seis años. El proyecto es bueno, pero la política lo echó a perder. Se trataba de un conjunto arquitectónico que cambiaría el rostro de la zona y se integraría a su barrio. Seguro usted no lo sabe, pero en las azoteas se construyeron canchas de basquetbol y futbol que jamás han sido abiertas, pero en cambio, colocaron en la entrada, que siempre debería estar abierta, un enrejado con policías que impiden el paso a todos los que no estén invitados. La obra se inauguró al “ahí se va” y sigue inconclusa y muy maltratada por el uso político y no cultural que se le da.

Puede presumir el gobernador el éxito del mezcal y la afluencia de turismo, pero no puede hablar del colosal daño ecológico que está en gestación por el desmonte desmedido de cerros y laderas para sembrar agave. Esas tierras, en unos años, serán un páramo desértico y esa será la herencia de este gobierno.

La ciudad es un desastre y es responsabilidad tanto del presidente municipal como del gobernador que, como políticos que son, privilegian el “ahí se va” y las obras a medias para proyectarse en los medios y ganar popularidad. 

¿Qué pasó con el crédito de 3,500 millones de pesos que eran para, entre otras cosas, sacar a los soldados de Ixcotel y construir una gran zona comercial, universitaria y hotelera? El gobernador ya se va, pero nosotros lo pagaremos por años.

Twitter @nestoryuri

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