Adrián Ortiz Romero Cuevas
La tarde de ayer 15 de mayo se realizó el único debate entre candidatos a la gubernatura de Oaxaca que, dadas las circunstancias, estará en condiciones de realizar el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca.
Aunque el ejercicio intentó poner en la picota algunos de los temas sustantivos más importantes para el debate electoral, lo cierto es que tanto la organización del debate, como las propuestas y las posturas de los aspirantes, le quedaron mucho a deber a la ciudadanía oaxaqueña. Veamos algunas impresiones.
1. El formato. Es cierto que la autoridad electoral tiene el deber de procurar la equidad en los tiempos y las formas en las que participan todos los candidatos. Sin embargo, siguen sin encontrar la fórmula que equilibre un ejercicio de debate en el que no prive la rigidez y el acartonamiento. No hay un debate verdadero, cuando no se ponen las condiciones mínimas para que el contraste de ideas pueda ser sustantivo entre los candidatos, y para que los temas no se desvíen —accidental o deliberadamente— en el intercambio personal entre los aspirantes. La ciudadanía escuchó ataques inopinados entre ellos; fue testigo de más silencios que ideas frente a cuestionamientos sobre propuestas y políticas de gobierno; y los candidatos ofrecieron una cantidad inmensa de lugares comunes con los que intentaron sustituir —y esconder— su falta de proyecto frente a los problemas de la entidad.
2. La conducción del debate. Fue la periodista Carolina Hernández Solís, de Código Magenta, la encargada de moderar el debate. ¿Lo destacable? Que el formato aprobado por la Comisión Temporal de Comunicación del IEEPCO era tan rígido, que era por demás improbable que hubiera algún imprevisto. Hubo un control estricto —y qué bueno— de las cámaras y los micrófonos frente a los intentos de los candidatos por rebasar los tiempos o las formas de sus participaciones, y por eso en la conducción del debate no hubo sorpresas. ¿Lo cuestionable? La moderadora del debate se equivocó en varias ocasiones al nombrar a los candidatos y no fue capaz de argumentar algo fuera de lo contenido en el guion que previamente le proporcionó la autoridad electoral.
3. La foránea conducción del debate. Un punto relevante: no es chovinismo ni mucho menos, pero valdría la pena que el IEEPCO considerara la invitación a actores locales —periodistas, académicos, intelectuales, etcétera— para moderar los encuentros entre candidatos. Es increíble que se siga prefiriendo a personas traídas de otras entidades, por ese solo hecho, cuando eso resulta más costoso y no otorga ninguna garantía respecto a que la persona conductora del debate conozca el ambiente, los personajes y el contexto político —tanto de los partidos y candidatos, como de la entidad— del encuentro que va a moderar. Ayer se dio una demostración más de las consecuencias de esa tozudez por preferir a personajes foráneos, frente a una posible oferta local de conducción que no sería nada despreciable.
4. Los ataques. Alejandra García Morlán y Natividad Díaz Jiménez fueron a jugar su papel de atacantes. Lo hicieron incluso sin que mediara provocación por parte de los candidatos punteros en las encuestas e iban preparado para eso más que para debatir ideas y propuestas. Es entendible su postura —mas no justificable— en el contexto de que ambas necesitan alcanzar una votación mínima decente que les permita seguir vivas en sus partidos rumbo a las elecciones federales de 2024 donde buscarán capitalizar lo poco o mucho que puedan hacer aquí. Quién sabe si los ataques vertidos en el debate les reditúen en algo frente a los electores. Pero lo que sí demostraron es su preferencia por el pleito frente a las ideas.
5. Los “punteros”. Tanto Salomón Jara como Alejandro Avilés, de Morena y el PRI-PRD respectivamente, iban preparados para dar y recibir ataques, pero sobre todo para ser blanco de los candidatos de los otros partidos. Jara se dedicó a esquivar los señalamientos de todos los aspirantes bajo el guión exacto de la 4T: prometer a los oaxaqueños lo mismo que ha dicho siempre el eterno candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, y omitir todos los demás señalamientos y cuestionamientos. Le cuestionaron la presencia de sus hermanos —aspecto que sí debe cuidar si no quiere terminar siendo un émulo de la llamada ‘familia real’de la UABJO—, los antecedentes de sus operadores políticos y de su trabajo legislativo. Él, incluso en momentos en tono socarrón, sólo esquivó los ataques y sólo en algún momento lanzó un discreto ataque a Avilés. Éste por su parte fue más abierto en los señalamientos a Jara, pero tuvo que resentir las consecuencias naturales del desgaste y los errores del gobierno actual, que le fueron adjudicadas a él por ocupar esa posición tan paradójica de ser el candidato del oficialismo oaxaqueño, que hoy se ve más cargado en la preferencia hacia Morena que hacia el PRI.
6. Los disparates. Al candidato indígena independiente Jesús López Rodríguez le urge que alguien le dé un curso básico de derecho constitucional, o que al menos le expliquen que: a) la pena de muerte está prohibida expresamente en la Constitución federal y los tratados internacionales de los que el Estado mexicano es parte; b) que por esa prohibición expresa en todo el país, sería imposible volver a legislarla; c) que legislar lo anterior no sería tarea de un Ejecutivo estatal, como lo que él aspira a ser, sino del Congreso; d) que Oaxaca ya es un estado libre y soberano; e) que su sola idea de “independizar” a Oaxaca —idea que nos queda claro que no ha pensado en su dimensión real— es una peligrosa semilla de separatismo que traería mucho dolor y miseria para los oaxaqueños; f) que, independientemente de que lo sepa o no, el artículo 2 de la Constitución federal, garantiza que la nación mexicana es única e indivisible por lo que esa propuesta es, además, un disparate; g) que no está mal que hable de una nueva Constitución, pero lo que es lamentable es que confunda eso con un nuevo Estado oaxaqueño o, aún peor, con un nuevo país. Si no tiene ideas asequibles, y si en él priva la ignorancia, debería asesorarse mejor para no hacer quedar las candidaturas indígenas como una burla para la inteligencia de los oaxaqueños, porque con sus disparates no sólo queda mal él sino esta novedosa —aunque claramente despreciada hasta por la ley— figura democrática.
7. No hay ganadores. Acaso el más prudente y claro en sus ideas fue el candidato indígena independiente Mauricio Cruz Vargas. Fue el único que no se enganchó en ataques y estableció algunos puntos de referencia, desde la perspectiva del indigenismo y el asambleísmo de los pueblos oaxaqueños, que debían ser considerados por cualquiera que gobierne Oaxaca.
EPITAFIO
En el debate se habría agradecido que los candidatos explicaran temas como las cuentas pendientes en sus respectivas gestiones como servidores públicos; o en qué sanciones administrativas terminaron los faltantes en la Secretaría de Agricultura, o episodios como el del uso de un avión gubernamental por particulares. Se supone que esos señalamientos tuvieron como consecuencia procedimientos administrativos hoy concluidos. ¿De verdad los hubo? ¿O todo fue parte —también— de arreglos políticos?
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