Néstor Y. Sánchez Islas
¿Qué es la pobreza franciscana versión 4T? Dícese que es aquella práctica espiritual que debe aplicarse en los bueyes del compadre una vez que te acabaste los fondos de la nación en proyectos faraónicos e inútiles y malgastaste el erario entregando dádivas a tu clientela electoral.
Aunque tal vez la pobreza franciscana decretada en el púlpito obradorista sea solo otro distractor para tratar de disimular el desastre al que ha llevado a México.
Pobreza es en la que quedaron los afectados de la Costa oaxaqueña tras el golpe del primer huracán de la temporada, o tal vez sea en la que están los miles de familiares de personas enfermas y que perdieron el Seguro Popular o sus tratamientos contra el cáncer y ahora deben pagar de su propia bolsa.
Y los cientos de miles de familias que lucharon contra el Covid y tuvieron que comprar oxígeno y medicamentos a precios estratosféricos. O los funcionarios despedidos del gobierno en el inicio de su sexenio o los empleados que perdieron el trabajo al quebrar las empresas en la pandemia.
Pobreza es a la que se condena a los niños al cancelar la Reforma Educativa y devolver el control de la educación a la mafia de la CNTE, o en la que quedan las familias de los desaparecidos al tener que hacer ellos mismos el trabajo de las fiscalías.
Provocar la caída de la economía es fomentar la pobreza. Prometió un 6%, luego un 4; terminó por conformarse con apenas 0.1% de crecimiento y con ello regresar a 3.5 millones de mexicanos a condiciones de vida que ya habían superado gracias al conservador período neoliberal.
No llegamos al sexto año de gobierno, pero el presidente empieza a mandar claras señales de lo que vendrá cuándo él se vaya: el que lo suceda tendrá que aplicar estrictas e impopulares medidas económicas para corregir el desastre actual. Y con seguridad, los obradoristas saldrán a las calles a protestar olvidando que el desastre lo provocó él.
Caso concreto en este momento son los subsidios a la gasolina. Se calcula que serán alrededor de 400 mil millones de pesos que tendrá que usar de los ingresos petroleros y fiscales para evitar el alza a las gasolinas. Ese dinero dejará de aplicarse en infraestructura, salud y seguridad. Cuesta más el subsidio a las gasolinas que lo que gana Pemex por los altos precios del petróleo.
La pobreza anunciada es el adelanto de que el gobierno ya no tiene dinero. Ya se acabó los fondos del Fonden, de los Fideicomisos, de los recortes a todas las dependencias menos al ejército, de los despidos y de todo lo recortado a machetazo limpio. Muchos economistas habían advertido que llegaría el momento en que el presidente no dispondría de fondos, y el momento llegó.
No se ha cansado de repetir que no ha endeudado al país, pero los datos en internet del propio Banco Mundial lo desmienten. El monto de los créditos solicitados rebasa, en solo tres años, todo lo que pidió Peña Nieto en seis. Ese dinero tendrá que pagarse, pero él ya estará muy cómodo en su rancho, ajeno a nuestros problemas porque él tendrá el futuro resuelto.
El tiempo se le acabó, él lo sabe y está empezando a justificarse. Sabe que el suyo será un sexenio perdido en crecimiento económico y en desarrollo educativo, científico y tecnológico porque no es capaz de entender al mundo moderno.
Este discurso glorificador de la pobreza tiene un sentido religioso, pero es mentira que la pobreza traiga la felicidad. Basta ver los rostros de millones de mexicanos que viven en ella y desean, por lo menos, ascender a una clase media baja.
La indigencia que pregona es para aplicación en los demás. Vivir en un palacio y tener hijos viviendo a todo lujo en el extranjero muestran su falta de congruencia y lo muestran como un demagogo.
Muy preocupado está por el lugar que ocupará en la historia. De hecho, desde el inicio de su mandato él mismo se colocó a la altura de los grandes héroes nacionales y a su “movimiento” le dio una trascendencia histórica al señalarlo como la 4ª transformación del país.
Claro que ocupará un lugar en la historia, pero no el que él cree. Carece de virtudes políticas, filosóficas odivinas para trascender en el plano espiritual, político o histórico. La superioridad moral que pregona solo se la cree él y sus fanáticos.
En lugar de fomentar la pobreza debería combatirla. La gente no es pobre por su voluntad, son las circunstancias históricas de este país lo que impide una mayor movilidad social que permita llevar a esos millones de mexicanos a una digna clase media con mejores estándares de vida.
Combatir la pobreza no es fácil y requiere mucho más que la filosofía del simplismo con que se comporta y trata de solucionar los graves problemas nacionales. El tiempo político se le agotó, la sucesión ya la tiene encima y la declinación de su poder se acentuará por la falta de recursos públicos. Lo poco que le queda es radicalizarse más.
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