Gibrán Ramírez Reyes*
Si los tiempos son los anunciados por Morena, el intenso juego de la sucesión presidencial en su interior terminará en agosto de 2023.
Si se tratara de un partido de futbol, estaríamos por llegar al medio tiempo y sería necesario parar a ver qué ha sucedido para replantear estrategias y escenarios.
El 5 de julio de 2021, el Presidente de la República comenzó la partida, una de sus prioridades actuales. Su primer movimiento fue nombrar a sus favoritos, entre los que aparecían, de los actuales contendientes, solamente Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, además de que se excluía notoriamente a Ricardo Monreal.
Unos días después —el 12 de julio— se anunció el reforzamiento político de la jefa de Gobierno, claramente derrotada en la elección intermedia, con la incorporación de Martí Batres como secretario de Gobierno.
Finalmente, un mes después, en agosto, se nombró como secretario de Gobernación a Adán Augusto López Hernández, porque no se pueden poner todos los huevos en una sola canasta, y menos cuando se le han visto las roturas.
Al principio, López Obrador negó que su paisano fuera presidenciable —lo hizo hasta inicios de abril de este año—, cuando dijo con todas sus letras “no es precandidato a la Presidencia de la República”.
Días después, el 28 del mismo mes, ante diputados, propició que lo aclamaran como futuro presidente. Al día siguiente y ya durante mayo, AMLO encartó a Adán plenamente.
En junio, en el desayuno de Toluca, Adán Augusto anunció los ritmos y modos de la sucesión, y al mismo tiempo dejó ver su singular condición de juez y parte. Entretanto, los ánimos sociales se han movido en distintas direcciones.
El destape que AMLO hizo de Adán Augusto, lo hizo crecer de un golpe 10 puntos porcentuales. Según la encuesta de “El Financiero”, pasó de cuatro a 14 puntos en la preferencia.
Simultáneamente, Marcelo Ebrard creció seis puntos (de 18 a 24), Ricardo Monreal se mantuvo (pasó de 10 a 11 puntos) y Claudia Sheinbaum cayó cinco puntos (de 26 a 21 puntos).
Esto se corresponde con el revés que ha tenido en la capital. Entre enero y julio de 2022, según el mismo prestigiado encuestador, la disposición a votar por Sheinbaum ha caído siete puntos —pasó de 39 por ciento a 32 por ciento—, y la gente que declara que no votaría por ella suma un mayoritario 58 por ciento.
En la capital, las simpatías de la jefa de Gobierno caen y se sitúan en casi un tercio, al mismo tiempo que el repudio se dispara —y si hay un lugar de donde no se vuelve en las encuestas es precisamente ese. ¿Alguien en su sano juicio seleccionaría una candidata que tiene, de entrada, el repudio de la capital que gobierna?
Poco a poco, el oficialismo ha acusado de recibido y está mudando de candidato para respaldar a Adán Augusto López Hernández. No todos son tan visibles, pero algunos de los operadores más importantes para el oficialismo se han decantado lenta, pero claramente, por el tabasqueño.
Ya se pronunció Sergio Gutiérrez Luna, el presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados; el ex subsecretario de Gobierno, Ricardo Peralta, afamado por operaciones de plomería que le atribuyen; el grupo Tabasco —que ahora incluye al gobernador de Chiapas—, César Yáñez, quien ya opera desde Segob; Alfredo Ramírez Bedolla, quien incluso dijo que Adán es un gigante.
Discretamente, según indican las tendencias, Sheinbaum va siendo echada de lado, aunque aún funcione como un eficaz pararrayos.
*Doctor en ciencia política por la UNAM.
@gibranrr