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Opinión. Avecindados, los excluidos

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

La exclusión y discriminación son algunos de los males sociales más violentos. Nos quejamos de lo que hacen en otros países contra los paisanos, pero aquí se aplica con brutal énfasis que vulnera los derechos humanos de cientos de miles de personas a quienes aplican al descalificativo de “avecindados” por vivir en un núcleo comunal en el que no nacieron. 

Los usos y costumbres llevados al extremo del autoritarismo en un afán de detener algo imposible, la movilidad provocada por el crecimiento demográfico.

La organización en comunas y la posesión de tierra de forma colectiva es una institución importada del reino de Castilla. Las tierras comunales son una institución de origen medieval, así como la organización corporativa que hoy en día se mantiene.

Como una forma de control, los españoles impusieron en la colonias americanas la organización por medio de “corporaciones”, que iban de los cabildos a las hermandades, cofradías religiosas y gremiales y otros agrupaciones que evolucionaron hasta convertirse en el siglo XX en los sindicatos con un gran poder con dominio sobre territorios enteros. En el caso oaxaqueño tenemos al magisterio, los transportistas y comuneros en general como poderes fácticos que retan al Estado. 

El modelo corporativo lo definió la Iglesia y el Estado español y, por sus orígenes religiosos, se aceptó y se mantiene con fuerza en poblaciones indígenas que viven bajo el calendario de sus festividades y santos patronos.

Aprovechando el sentimiento profundamente religioso de los pueblos nativos, los frailes pudieron crear toda una conciencia colectiva de la necesidad de organizarse corporativamente, costumbre medieval que casi no ha evolucionado en México para dar paso a organizaciones más democráticas e institucionales. La mentalidad medieval que se mantiene es una de las razones del profundo atraso de muchos pueblos.

De la organización corporativa nos vamos a los años de las reformas borbónicas del siglo XVIII para poder entender el origen del pensamiento y comportamiento excluyente hacia los avecindados. El entramado social sobre el que se construyó el México del siglo XIX y XX tiene su origen en las reformas estructurales que, entre otras cosas, dieron paso a la independencia de las colonias americanas.

Se reconfiguraron las instituciones y se pasó de ser súbdito a ser ciudadano gracias a las reformas liberales del pensamiento ilustrado. La crisis de 1808 dio paso, en los reinos hispánicos, a la igualdad jurídica, la libertad de asociación, pensamiento, prensa y respeto a la propiedad. La constitución gaditana le confiere primacía al pueblo y al individuo por sobre el rey, al que se le dejó de considerar como el origen de la soberanía.

De aquí nació la figura de los ayuntamientos constitucionales, aquí está el origen de la eclosión de ayuntamientos a lo largo y ancho del país, pero sobre todo en Oaxaca en que, casi cada pueblo, quiso tener sus propios órganos administrativos, instrumentos de autogobierno y manejo de la justicia social, arrebatándole la primacía a la unidad administrativa de la iglesia, que dominó durante todo el período colonial.

La defensa de la tierra fue una de las razones de esa defensa a ultranza del los nuevos ayuntamiento constitucionales, quitar poder al centro y transferirlo a la periferia, hacerse ellos mismos depositantes de la soberanía y crear sus propios espacios de representación política.

Al pasar de los años empezaron a crearse nuevos contrapesos del poder. La organización comunitaria se fortaleció al defender sus tierras de los despojos de los españoles, primero, y los ricos criollos después. La defensa de las tierras comunales se hizo con toda fiereza al ser ésta la dadora de riqueza y alimentos.

Este sentimiento de defensa ante el despojo de los extraños ha derivado en la creación de los actuales consejos comunales que siguen anclados a modelos medievales renuentes al cambio. El enorme crecimiento de la población ha obligado a usar terrenos comunitarios para darle casa a los millones de personas que necesitan una.

De la organización corporativa promovida por los españoles para controlarlos a través de la religión a la libertad, ciudadanía y conciencia del individuo que la Ilustración les trajo transcurrieron 300 años. Desde la independencia han pasado 200 y el modelo de pensamiento ahí se quedó. Es necesario actualizarlo porque es incompatible con los tiempos que hoy vivimos en que se condena el racismo y la exclusión.

Los comuneros se ensañan con sus avecindados porque no hay defensa ante ellos que, parapetados en sus “asambleas”, modalidad altamente manipulable de democracia, avasallan a cualquiera.

Los desplantes y el trato majadero que dan los comuneros de Huayápam, San Agustín y San Pablo Etla, San Felipe del Agua y otros muchos más son muy conocidos. La negativa a permitirles habitar en “sus territorios” y negarles los servicios es un atentado contra los derechos humanos.

Twitter @nestoryuri

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