Gibrán Ramírez Reyes*
Aunque no haya sucedido de golpe y porrazo como en el gobierno de Enrique Peña Nieto, que jamás pudo recuperarse de los golpes mediáticos de la Casa Blanca y de la negligencia criminal en el Caso Ayotzinapa que todos intuíamos y que ha venido comprobándose con los años, ha comenzado ya una crisis de fin de sexenio que ocupará el año y 11 meses restantes de un gobierno al que se le ha terminado la agenda política fuera de lo electoral. AMLO ha dicho que le queda únicamente un pendiente, la reforma electoral, que esconde, bajo ciertos ropajes de representación proporcional, una reducción inminente del pluralismo en caso de ser aprobada.
De aprobarse, quien tenga el mayor financiamiento, público y privado, legal e ilegal, ganará los consejeros de elección popular y tendrá al INE en sus manos, con consecuencias imprevisibles para el servicio profesional de carrera, la columna vertebral de la institución política más fuerte que ha tenido nuestro país después de la presidencia del siglo XX cuya solidez, según sugería Manuel Villa, solo podía compararse con la del papado.
La información disponible ha comenzado a hacer mella en el otrora invencible barco del Presidente, notoriamente: los papeles de la Sedena, que han ido exponiendo sin orden ni concierto vínculos criminales de miembros del gobierno registrados por la inteligencia militar, convenios con grupo Vidanta que implican un gasto monumental, negocios turísticos lujosos que depredan el medio ambiente del Ejército emprendidos con centenas de millones de pesos del erario, la existencia de un complejo militar-criminal (creo que así le llamó Aguilar Camín) que involucra a generales, oficiales y jefes del Ejército y la Guardia Nacional con diversas organizaciones delictivas, además de corrupción en las aduanas y tráfico de combustibles; los reportes de la Auditoría Superior de la Federación que, aunque exploran una parte importante del gasto evitando las áreas más delicadas con prudencia oficialista, han documentado el desfalco monumental de Segalmex y la existencia de miles de irregularidades en el gasto masivo de los programas sociales y otros esfuerzos maltrechos como el programa La escuela es nuestra; el periodismo que ha registrado aproximativamente la historia oral de la gran corrupción del presente, como el emblemático caso de Sergio Carmona que, glosado en columnas, documentado al menos en Tamaulipas y que consta a decenas de morenistas y la emergencia de testimonios poco cuidados, pero útiles para ensamblar la historia como el de Elena Chávez.
Está preparado el terreno para escribir la historia verdadera, descarnada y cruda de este gobierno más allá de la presidencia y de la deriva de un movimiento que sin duda fue democratizador desde la oposición. No sucederá este año, quizá sea el próximo, que se articule una narrativa coherente entre tanto ruido.
El ánimo social, sin embargo, ha comenzado a acusar el desencanto según las encuestas más recientes de diversas compañías, que presentan una mayoría en desacuerdo con el rumbo del país y las acciones de gobierno, aunque permanezca la aprobación del Presidente, explicada por sus buenas intenciones y su estilo personal.
La hipótesis de la polarización política se ha concretado y, aunque no hay ahora un vehículo que la articule, la correlación de fuerzas podría cambiar más rápido de lo que indican los resultados electorales.
*Doctor en Ciencia Política por la UNAM.
@gibranrr