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Opinión. Amapola oaxaqueña

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

En 2017 fue nota que mujeres triquis habían impedido la entrada del Ejército a sus comunidades para destruir sembradíos de amapola. En esas fechas comentamos que el problema no era tan sencillo como para criminalizar a esas mujeres y niños ni tampoco señalar al ejército como omiso.

En el lejano Afganistán, a miles de kilómetros de nosotros, se da un fenómeno parecido. Las “viudas del opio” como les llaman, impiden por todos los medios la destrucción de sus cultivos. Como dato adicional, ese país es el primer productor de amapola en el mundo.

Enormes campos de Afganistán son trabajados por mujeres. No hay hombres porque miles han muerto por las continuas guerras que han librado. En Oaxaca no es la guerra, es la migración la que ha dejado a las mujeres triquis al cuidado de los campos y sostenimiento de sus familias.

Los comerciantes de opio, los narcotraficantes, pagan por adelantado parte de la cosecha. Conocen el rendimiento promedio de la amapola y pueden anticipar cuanto obtendrán. 

En Afganistán la miseria de esas familias las obliga a recibir los anticipos, pero a cambio dejan una garantía, la garantía más cara que se puede exigir: las hijas que, para efectos culturales, son una mercancía en ambos pueblos.

Dejando a sus hijas en garantía no es difícil imaginar por qué esas mujeres defienden con sus vidas las cosechas. Saben que están delinquiendo, pero en sus condiciones es una de las pocas salidas que les quedan y, sencillamente, la toman. 

Los más afortunados, al menos en Afganistán, pueden recuperarlas más adelante si le pagan al traficante el adeudo. En México, si fuera el caso, seguramente esas niñas las introducirían a la prostitución y la mendicidad. 

El tiempo de ignorar ese problema ya terminó. 

La siembra de amapola como medio para ganarse la vida ya permeó a las estructuras sociales y está creando una violenta base social.

Los reporteros Antonio Mundaca, Karen Rojas Kauffman y Miguel Ángel Maya presentaron hace un par de semanas el producto de una investigación periodística al que llamaron “Amapola en Oaxaca: Sembradores de niebla”. En él hablan de la necesidad de actualizar la narrativa para no seguir criminalizando la pobreza de esas comunidades.

De acuerdo con lo expuesto por los periodistas, el cultivo de amapola se extiende por las serranías oaxaqueñas: La zona triqui, la Sierra Sur y el Bajo Mixe.

El fenómeno de expansión del narcotráfico hacia nuestras tierras es visible, se pueden cuantificar las hectáreas sembradas, su rendimiento y la cantidad de dinero que se generará.

Lo que no se ve a simple vista es lo preocupante. Las estructuras sociales y culturales están empezando a permear y volverse receptivas de esta clase de vida: la narco cultura y la narco economía están convirtiéndose en la normalidad en esas comunidades.

El fenómeno de la fayuca que se dio el siglo pasado en Tlacolula es un ejemplo de cómo, una vez que la comunidad acepta como normal una actividad ilícita, buscará la forma de protegerla. Muchos fayuqueros se convirtieron en mariguaneros. 

Hoy que la mariguana, está dejando de ser ilícita y por lo mismo disminuye su precio de mercado, está llevando a esos campesinos a mudarse al cultivo de la amapola.

Dice la Teoría del Conflicto que “las personas, en lo individual u organizadas en grupo o sociedad, en sentido amplio, realizarán acciones para lograr el máximo beneficio, generando en el camino cambio social, político y hasta revoluciones”. El sociólogo Randall Collins hace la observación de que los individuos no solo pueden ser orillados por sus circunstancias, sino que también ellos mismos pueden anidar esas conductas en su interior.

Una vez que penetran la estructura social será muy difícil erradicar las nuevas costumbres. 

Debemos tener muy claro que la comprensión que piden no les quita responsabilidad. Dejar que la cultura de lo ilícito se convierta en hegemónica en la conducta de las comunidades es aceptar, desde ahora, que lo criminal es lo correcto y que deberemos tolerarlo porque así es su cultura.

Completada la cosecha viene otro problema: lavar el dinero con la complicidad de campesinos, empresarios y autoridades. Desafortunadamente esta realidad no se puede negar. 

Las noticias hablan de lo cotidiano en que se ha convertido asesinar presidentes municipales, empresarios y políticos. Las filtraciones de los archivos robados a la Secretaría de la Defensa muestran las pruebas que hacían falta: el contubernio a los más altos niveles de la política con el crimen organizado.

El dinero de la siembra de amapola ya está circulando y no es secreto que parte de ese dinero es el que financia “movilizaciones sociales” y patrocina campañas políticas. 

Provocar inestabilidad social e ingobernabilidad es uno de sus objetivos. El dinero del que disponen les ayuda a movilizar ambulantes, campesinos, transportistas, o sindicatos con la finalidad de tener bajo control, o cómplice, al poder político: la narco transformación.

Twitter @nestoryuri

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