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Opinión. Alergia primaveral por la educación

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

La evaporación de la educación en México, y en concreto en Oaxaca, es una de las nocivas políticas públicas erradas impuestas por el nuevo régimen. A nivel federal, y como pago al apoyo recibido, el presidente derogó la reforma educativa, desapareció el centro de evaluación y entregó al sindicato el control de los planes de estudio. 

Oaxaca padece la regresiva intentona de imponer lo que los profesores llaman su “plan para transformar” la educación, que no es otra cosa que un programa ideológico más que educativo, y mucho menos científico.

A nadie más que los que hoy están en el poder conviene la ingobernabilidad educativa. El embate contra la UNAM es notorio por la cercanía del cambio de rector. La movilización permanente del sindicato es una metáfora de la revolución permanente de ideología trotskista, pensamiento caduco pero vigente en la mente de los líderes.

El insano deseo presidencial por la mutilación sistemática de la ciencia y la educación la copian sus seguidores. Intelectuales y científicos son algunas de las víctima favoritas de los totalitarismos. En Oaxaca la demolición ya está en marcha.

Anestesiada la gente por la verborrea mañanera no comprende la gravedad de la desintegración educativa basada en la ciencia para dar paso a modelos educativos basados en lo que creen ser saberes ancestrales, pero en su mayoría no son sino viejas tradiciones y costumbres que pasan de generación en generación. 

Más que un sistema para formar a los futuros mexicanos lo que buscan es polarizar más aún al país enfatizando la lucha de clases, aderezada con la supuesta lucha contra el racismo, el clasismo y otros ismos que tanto les agradan para demoler, pero no para construir.

Se aprobó el cambio de ley de ciencia y tecnología. La supuesta lucha contra la corrupción llevó a la persecución de afamados científicos mexicanos a quienes se acusó de delincuencia organizada y lavado de dinero. 

Desde el Conacyt se limita a los talentos científicos, se considera un logro la extinción de fideicomisos de investigación y se pretende dar un giro “humanista” a la ciencia mexicana. Teniendo como ejemplo de humanismo al mismo presidente, quien se erige como un faro de luz en el tema, podemos esperar que la ciencia la reduzcan a un pobre decálogo con sus máximas morales; puros espejismos.

A la demolición de las instituciones del país la realidad le responde con números. Este es el sexenio más sangriento de la historia nacional, de mayor impunidad y retroceso económico.

La demolición educativa en Oaxaca inició a finales de los años 60. Muchos de los que participaron en el movimiento democrático universitario son parte hoy de Morena. 

Con el discurso de acabar con una universidad elitista, según ellos, pero de excelencia y con un enorme prestigio a nivel nacional se dedicaron a socavarla en nombre de la búsqueda de un modelo crítico, científico y popular que dio como resultado a la UABJO actual, una escuela desprestigiada, sin reconocimiento académico y corrupta al servicio de sus sindicatos más que de sus estudiantes o de la gente de Oaxaca.

Al movimiento universitario siguió el magisterial. La educación pública que otorgaba el Estado era de muy buena calidad. Hubo prestigiados profesores y excelentes escuelas. A los maestros se les quería y respetaba. 

Hoy, la educación pública oaxaqueña es la peor del país, los estudiantes egresan sin las competencias mínimas debido a la postura ideológica del sindicato que, en su afán de no ponerlos al servicio de las grandes empresas los hacen esclavos de su ignorancia y fanatismo.

Pocas instituciones educativas públicas de buen nivel académico existen en Oaxaca como para entregarlas a personas ajenas a la academia y cuyos currículos lucen llenos de medallas y reconocimiento, pero en la grilla, la movilización, los bloqueos y plantones. 

La Universidad de los Valles Centrales en San Pablo Huixtepec y los sistemas Cobao y Cecytes corren el riesgo de pasar a formar parte de la demolición y terminar siendo apenas unos girones de academia que tendrán como víctimas no a los conservadores ni fifís sino a jóvenes de las clases populares que no tienen capacidad económica para acceder a la costosa educación privada.

EL MUNICIPIO

¿En que gasta el municipio? Es una buena pregunta cuando estamos en medio de una intensa campaña mediática para que vayamos a las cajas municipales a pagar las contribuciones anuales, sobre todo el pago del predial que es, además, una obligación ciudadana.

Lo que no cuadra es en el uso que dará la autoridad al dinero que está recibiendo. De cada peso que reciba, 90 centavos irán al gasto corriente, es decir, al pago de nóminas y prestaciones de su plantilla laboral, los 10 centavos restantes los aplicará en obras para la ciudad, es decir, es una institución dedicada a atender a sus sindicatos, en primerísimo lugar, y en un lejano segundo sitio a atender a la ciudad.

Twitter @nestoryuri

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