Néstor Y. Sánchez Islas.
Hablar de notarios es hablar de una institución de gran prestigio en nuestro país. Proyectan y practican una serie de valores éticos que los convierte en depositarios de nuestra confianza, discreción y certeza.
Con ellos se asocian valores como la honestidad, la justicia, la veracidad, la imparcialidad, la lealtad, la dignidad, la reserva y el secreto indispensable para tratar asuntos confidenciales.
Hasta hace unas pocas décadas un notario proyectaba tal calidad moral que podría ser equiparado con un sacerdote en quien podía confiarse ciegamente. Ya no es así.
La historia del notariado es apasionante. Los primeros escribanos llegaron con Hernán Cortes, quien había practicado esa función en Cuba.
Sabía que para dar un carácter “legal” a sus actos, de acuerdo con las leyes de Castilla, debía contar con por lo menos uno para dar fe y testimonio. No es un dato conocido, pero el conquistador de México fue un notario, escribano, como eran llamados entonces.
Los primeros testimonios notariales se dieron en lo que hoy es Tabasco y Veracruz. La rendición, sometimiento y juramentos de lealtad de los naturales hacia los reyes de España quedó asentado en esas primeras actas.
En una de ellas consta la entrega de veinte mujeres al conquistador, entre ellas una trascendental que conocemos como Doña Marina, la malinche quien, por cierto, ha sido mal juzgada y descalificada a priori por la populachera historia de bronce que enseñan en las escuelas primarias.
Durante la conquista los escribanos, actuando como fedatarios, dejaron por escrito la constancia de la creación de ciudades, de instituciones, de actos de cabildo y de muchos otros hechos relevantes que son parte de nuestra historia.
Los archivos de notarías son una de las mejores fuentes de información para toda clase de investigadores. El Archivo de Notarías de Oaxaca es uno de los más importantes del país debido a la riqueza de sus acervos.
Ahí está la vida social, política y cultural nuestra, además de la hermosa caligrafía y ornamentos de que se acostumbraban en la época para dar mayor formalidad a las voluntades ahí estampadas.
Durante el convulso siglo XIX mexicano en que el país se rigió por tres constituciones, la de Cádiz, la de 1824 y la de 1857 los notarios fueron de las pocas instituciones que pudieron mantener un poco de certeza jurídica y legalidad en medio de asonadas y revoluciones al otorgar valor probatorio a los actos que testimoniaban.
Su actuación garantizó la libertad, la propiedad privada, las operaciones mercantiles debido al respeto que como institución mantenían. Ese respeto no era coyuntural, fue el resultado de la confianza que se habían ido ganando al actuar dentro de códigos de ética que hoy no respetan.
Con el paso de los años y la colonización de los políticos de la función notarial el prestigio ganado durante cinco siglos está en entredicho. Publicó la edición oaxaqueña de “El Universal” un texto que muestra un rostro muy diferente de la honorabilidad que esperamos de un notario al relatar no únicamente una serie de despojos y resucitación de muertos sino hasta de asesinatos para apoderarse de inmuebles ajenos.
No son todos los notarios, se trata de un puñado, una docena tal vez, que con su dudosa conducta legal está cubriendo con un manto de desprestigio el trabajo de quienes lo realizan de forma honesta.
El asunto es grave porque no se trata de irregularidades ni faltas administrativas. Se les está acusando y ligando con hechos delictivos calificados como delincuencia organizada.
La nota de “El Universal” ni siquiera está firmada por el reportero investigador, seguramente para protegerlo de alguna agresión que podría llegar al homicidio. La nota la firma “la redacción”. Así de grave y así de peligroso es “cártel del despojo”.
Este puñado de notarios es una reflejo de como la descomposición social y la penetración de la delincuencia en todos los ámbitos de nuestra vida es una realidad que no podemos ignorar.
Muchos notarios son el reflejo mismo de la falta de probidad de los gobernadores que les han otorgado las patentes con las que delinquen.
La reciente elección para la presidencia del colegio de notarios a nivel nacional ocupó planas enteras de información, pero no por su limpieza sino por la guerra de desprestigio entre los dos grupos en pugna.
El grupo perdedor, apoyado por Alejandro Murat, quien es notario en el Estado de México y el grupo ganador, respaldado por la 4T. La corrupción política como protagonista en un ámbito en que es indispensable la ética.
Casi todos los mencionados en el delito de despojo vienen de la política. Exfuncionarios que tienen en común una conducta patológica que los convierte en prepotentes, arbitrarios y absolutamente carentes de las competencias profesionales para ejercer la profesión.
A nadie conviene poner en duda la certeza jurídica, el resultado es visible: despojos, asesinatos e impunidad al más alto nivel.
Twitter @nestoryuri