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Opinión. ¡Exprópiese!

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

Rodeado de un grupo de seguidores a los que en Venezuela llaman “custodios del Libertador”, el coronel Hugo Chávez hace memoria en voz alta con sus acompañantes en el Parque Bolívar. Se detiene frente a un edificio y señala que el héroe había vivido ahí. Pregunta con ingenuidad ¿Qué uso tiene actualmente el edificio? Le responden que está ocupado por negocios de joyerías. La respuesta inmediata y orden marcial fue fulminante: “¡Exprópiese! Vamos a desarrollar ahí un proyecto cultural”.

Las expropiaciones en el régimen chavista fueron muchísimas. Expropió empresas viviendas y tierras. El resultado lo conocemos: una dictadura y la ruina de un país cuyos migrantes hoy viven en casas de campaña en nuestra angustiada capital.

El 1 de septiembre de 1982, José López Portillo expropió los bancos privados del país. Trató de llamarla nacionalización bancaria para legitimar su acción, pero en la historia del país está muy claro, fue una expropiación. Al igual que Hugo Chávez, que quiso trascender a la historia como un gran gobernante solo quedó como un mal ejemplo de populismo autoritario.

Luis Echeverría fue otro presidente expropiador. Lo hizo con tierras y empresas y la historia también fue la misma. Quedó como un pésimo e irresponsable presidente.

El gobernador de Oaxaca, Salomón Jara, ordenó la expropiación de los terrenos que un día fueron de la fábrica de triplay. De acuerdo con la información publicada, se trata de más de 11 hectáreas, es decir, mas de 110 mil metros cuadrados. Es una extensión enorme enclavada ahora en una posición privilegiada por su cercanía al altamente gentrificado centro histórico. De acuerdo con el avalúo publicado, indemnizarán a quienes demuestren ser los propietarios con 50 millones de pesos, lo que significa que el precio del m2 lo ponen a $455 pesos en esa zona. Este precio no es creíble. Una sencilla búsqueda en Google nos arroja precios de terrenos en esa área deentre 4 y 6 mil pesos, diez veces mayor al avalúo del gobernador.

Un expropiación es una decisión grave. Es un acto de autoridad desde el Estado, pero también es autoritario. Su objetivo final casi siempre es demostrar que se tiene el poder, pero a la larga resulta lo contrario y debilita al gobierno en turno y los siguientes porque reduce la negociación política a una decisión unilateral.

Coincide este acto con una terrible ola criminal que recorre nuestras calles. Tenemos encima un baño de sangre como no había habido antes. Considerar a Oaxaca como un estado seguro no pasa de ser un buen deseo o una falsa ilusión. Es notorio el aumento de la criminalidad en los 9 meses que llevamos con el nuevo gobierno. Y así se lo hacen saber. Desde la capital del país le mandan un fuerte mensaje al gobernador a través del periódico del oficialismo, La Jornada, por lo que no existe duda sobre su autenticidad. La semana pasada, en al menos dos ocasiones se ha criticado con fuerza el modo que tiene esta administración estatal y sus pocos resultados para la expectativa que de él se tenía.

Tiene el gobernador todo el poder que quiera, no hay duda. El Congreso estatal es irrelevante porque está sometido y, para su felicidad la oposición es inexistente e invisible. El Poder Judicial también está sometido al ejecutivo. En pocas palabras, todos los poderes están al servicio de un proyecto político que no levanta.

Una expropiación denota un debilitamiento del gobierno que necesita dar este tipo de golpes para demostrar lo contrario, pero estas acciones lo confrontan con las élites económicas que lo pensarán mucho antes de venir a invertir a Oaxaca y con la opinión pública, que se preguntará si sus bienes podrían ser sujetos de “utilidad pública” y, por tanto, objeto de expropiación.

Lo publicado afirma que quieren construir un espacio recreativo, pero una expropiación parece no ser el modo correcto, además de que en Oaxaca es costumbre construir obras e infraestructura con dos fines muy concretos: beneficiar la plusvalía de alguna zona por intereses particulares o entregar los parques al comercio informal como una forma de pagar a las clientelas electorales.

La debilidad del Estado y del gobierno se ejemplifica muy bien con la expropiación de la banca en 1982. A partir de ella, el siguiente presidente tuvo que ceder mucho ante los grandes capitales para convencerlos de volver a invertir en México. Las políticas neoliberales fueron consecuencia del mal gobierno de un hombre encaprichado por ocupar un lugar destacado en la historia.

Se esperaba la salida de los soldados en Ixcotel para construir un parque recreativo. Se espera que estos terrenos también se conviertan en parques recreativo, ¿Acaso no tienen más imaginación? Deberían, en todo caso, dedicarse a proyectos de inversión que dejaran utilidad no solo al gobierno sino también a los oaxaqueños.

Una expropiación es un acto extremo, pero también es una efectiva cortina de humo para cubrir fracasos; un distractor.

nestoryuri@yahoo.com

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