Néstor Y. Sánchez
Con la malicia por delante, el habitante del palacio virreinal de la Cdmx con sus dones retóricos y desde su púlpito digital de todos los días nos llena de nostalgia y, sin darnos cuenta, nos dejamos manipular con la popular frase que afirma que “todo tiempo pasado fue mejor”.
Nos toma de la mano y nos lleva a nostálgicos recuerdos y el deseo de revivir aquellos bucólicos trenes de pasajeros que vemos en las películas en blanco y negro o en el performance recién escenificado en el zócalo en el desfile del 20 de noviembre para satisfacer su ego.
Si se trata de nostalgia por los trenes revivamos uno de interés especial para nosotros: “El oaxaqueño” el primer tren turístico. La crónica de Claudio Sánchez Islas publicada en el periódico “Carteles del Sur” del 17 de diciembre de 1987 nos transporta a esos no tan viejos recuerdos que tanto nos gustan.
Fue todo un acontecimiento político y social. En los andenes de Buenavista se dieron cita desde mariachis hasta el gobernador de entonces, Heladio Ramírez. “Una numerosa e inusual colonia de oaxaqueños se había adueñado de los andenes y salas de espera: la causa, iniciaba su primer viaje el tren semi turístico con destino a la ciudad de Oaxaca”.
En los vagones, 12 en total, que formaban el oaxaqueño, “se notaba la mano de gato que les dieron a esos viejos carros hoy rehabilitados; todavía estaba fresco el olor a pintura y las alfombras y las vestiduras, aunque austeras, lucían de verdad limpias”.
Con el fondo de “La Sandunga” y “Pinotepa” el maquinista Eleazar Coronado, oaxaqueño para mayores señas, echó a andar la locomotora.
¡Vaaaamonos! Y la crema y nata de la sociedad y la clase política oaxaqueña abordaron el tren. “Empresarios, funcionarios, artistas y la “créme” de la “créme” del estado se dieron cita para el viaje inaugural. Quizá la única vez que abordaron un ferrocarril, quizá el único viaje en tren”.
Con días de anticipación, los medios habían venido informando de tan relevante suceso, la estación de Oaxaca estaba siendo pintada y lavada a fondo con jabón y desinfectantes y, como era costumbre de esos años, las cámaras y asociaciones empresariales y populares publicaban desplegados en apoyo a la “enorme visión” del gobernador y agradecían llenos de lisonjas el gran gesto del gobierno para hacer justicia a Oaxaca.
Los carros de ferrocarril no eran cualquiera, cada uno tenía su propio nombre, como lo señala la crónica de Carteles del Sur: “Águila Azteca”, “Águila Imperial”, etc., y, por supuesto, en aquel viaje no podía faltar el carro comedor y el bar, convertido en el punto de reunión principal y en el que el trío oficial de Oaxaca, el Fantasía, amenizó el jolgorio hasta cerca de las 3 de la mañana. Por cortesía del entonces director de Ferrocarriles Nacionales, Andrés Caso Lombardo, hubo finos vinos y viandas para tan distinguidos pasajeros y, con la voz del inolvidable Héctor Meneses se animó la bohemia de una noche diciembre de 1987 a bordo del nostálgico tren El Oaxaqueño.
Para esto, el gobierno había invertido previamente miles de millones de pesos (en esos años no se le habían quitado tres ceros al peso) para arreglar vías y estaciones, arreglar los carros dormitorio, equipar las cocinas y bares de estos, capacitar y uniformar al personal que esa noche usaba los de gala. Ese tren tenía capacidad para 410 pasajeros en todas sus clases y era un servicio adicional al “nocturno” que hacía el mismo recorrido, pero con carros destartalados que solo usaban los más pobres que no podían pagar el autobús.
La llegada del tren a Oaxaca, con 20 minutos de retraso, fue otra fiesta llena de música. Previamente habían servido el desayuno a las seis de la mañana para los desvelados viajeros VIP, entre los que no estuvo Heladio porque se quedó en México, solo mandó a su esposa.
El tren “El Oaxaqueño” solo duró un sexenio, el de Salinas de Gortari porque en 1995 fue suspendido y los ferrocarriles privatizados fueron dedicados solo al servicio de carga. México vivía una tremenda crisis económica y el gobierno no tenía dinero ni para sus nóminas, mucho menos para subsidiar trenes porque, además del oaxaqueño, hubo un jarocho, un yucateco, un tapatío y un regio.
La nostalgia nos reconforta, pero eso no hace rentable el servicio de pasajeros. AMLO ya se acabó todo el dinero que pudo encontrar y para el próximo año nos endeuda con casi dos billones de pesos, pero no para inversión productiva sino para pagar sus ayudas sociales y concluir sus inútiles obras faraónicas. Los trenes de pasajeros necesitarán mucho dinero y, forzosamente, subsidio del gobierno.
En este momento no está contemplado un tren a Oaxaca, pero si este servicio ayudara a romper el férreo monopolio que tienen el ADO sobre el transporte terrestre de pasajeros sería de gran ayuda para obligar a la empresa camionera, dueña de carreteras y terminales en todo el sureste, a disminuir sus elevados precios mientras el gobierno estatal ni cuenta se da.
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