Néstor Y. Sánchez Islas
El ocio colectivo es un gran negocio cuando se fomenta desde el gobierno y, las políticas públicas basadas en la estrategia del pan y circo tienen significados más profundos de lo que a simple vista se observa.
El fomento de una enorme cantidad de espectáculos, algunos con cargo al erario y otros de carácter comercial convergen en una sola intención: el control político de la población a través de la creación de falsas percepciones de felicidad colectiva.
Una vez más la titular de turismo, doña Saymi, fue la encargada de inventar una calenda que jamás se había realizado con motivo de la Noche de Rábanos. Fueron tres días consecutivos de acabar con la vida económica de la colonia Reforma al cerrar la Calzada Porfirio Díaz. Primero para que una iglesia cristiana, sin el mínimo respeto por los enfermos del Hospital Civil, se la pasara vociferando durante horas. Al segundo día, la calenda de los rábanos inventada por el gobierno del estado y, finalmente, el desfile del ayuntamiento para celebrar las fiestas navideñas. Muchas calendas; cero resultados.
El gobierno actual ha tenido más calendas que resultados a lo largo de este año. Ha destruido mobiliario urbano y dañado edificios históricos al mismo nivel de vandalismo que la sección 22. El respeto al patrimonio cultural y edificado no es lo suyo sino su explotación a favor de intereses políticos. Murat y su esposa abusaron del uso de la Guelaguetza. En apenas un año, este gobierno lo ha empatado en abuso y ha sometido a un desgaste innecesario, que llega al choteo, de nuestros símbolos de identidad local, desde la música hasta las danzas y vestimentas tradicionales. Carentes de imaginación propia toman prestada de Disney la inspiración para crear producciones que no se distinguen más que por su frivolidad.
Siempre ha existido una simbiosis entre la política y el espectáculo. Los gobiernos populistas son quienes más usan el pan y el circo porque dependen de vender mentiras y que la gente lo crea a través de la invención de realidades alternas y la generación de estados de ánimo de felicidad, pero ladinamente artificiales. Y el espectáculo también sirve a los políticos para lavar dinero, es un buen negocio la renta de toda clase de servicios que, con seguridad, se contrataron a empresas a modo.
El exceso de frivolidad tiene como finalidad la alienación a través de la manipulación de estado de ánimo colectivo, no es una simple ocurrencia darle circo al pueblo. Se cultiva un estado permanente deconformismo entre la población. Y una sociedad conformista estará cómoda con las migajas que les den y no repararán en las rebanadas que se roban en su nombre. El asistencialismo social, política social le dicen socarronamente ellos, es el método por excelencia del populismo. Y ningún país sometido a esta clase de régimen ha sido exitoso.
Una sociedad conformista estará contenta en recibir favores a cambio de renunciar a sus derechos. Y parece que es nuestro caso.
Decía Maquiavelo en sus consejos al príncipe: “el fin justifica los medios; la política no tiene relación con la moral; nunca intentes ganar por la fuerza lo que puedas ganar por la mentira”. Y es la mentira la marca de la casa que fielmente sigue las órdenes que les dan desde el palacio nacional.
Cabe preguntarse, ¿Si no hubieran hecho tantas ferias y calendas de que estaría hablando el gobierno? Su único logro ha sido sacar a los mafiosos triquis del zócalo, aunque a cambio les entregaron Santo Domingo y el jardín Labastida.
Mientras la gente está distraída con frivolidades desde el gobierno y con los medios afines se trata de ocultar la realidad. No hay agua, pero el gobierno gasta en desfiles de rábanos. No hay obras, pero declaran orgullosos que un tren que construyó e inauguró Porfirio Díaz es trabajo de ellos. Las carreteras al istmo y la costa siguen inconclusas, pero llenan de carpas el Llano para traer una pista de hielo que fue lo mismo que hizo Gabino Cué y terminó por ser uno de los gobiernos más corruptos de la historia, superado ahora por el de Murat y los cascarones que nos heredó a cambio de una deuda de $3500 millones que pagaremos vía cobro de catastro, licencias, tenencia y otros impuesto a lo largo de los años.
Las consecuencias de una política pública basada en la frivolidad pueden ser más graves que solo tirar dinero a la calle. Detrás de esos inocentes espectáculos está toda una maniobra para crear las condiciones e instaurar un gobierno autoritario en toda forma. Los esfuerzos en ese sentido desde el palacio nacional ya no son un secreto, abiertamente se alienta el surgimiento de un caudillo mesiánico que construye obras faraónicas que no sirven para nada, pero la gente, en estado de alienación, lo celebra sin reparar que no obtendrá ningún beneficio, renunciará a derechos y perderá libertades.
El objetivo es mantener engañada a la gente y la creación de hordas de fanáticos. Lo están logrando y son un peligro.
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