Soledad Jarquín Edgar*/SemMéxico
La capital oaxaqueña es hoy la manzana de la discordia, a quienes todos buscan darle sendas mordidas, aunque no todos tienen dientes para lograr su objetivo.
Pero Oaxaca de Juárez enfrenta hoy muchos más problemas, los cuales se han acumulado por largos años de gobiernos que no ofrecieron soluciones y sí una enorme acumulación de daños que resienten sus habitantes.
Por años se dio prioridad a la llamada “vocación turística” de la ciudad. Los gobiernos se empeñaron en vender el destino turístico a costa de lo que fuera necesario y para favorecer una “industria” que reparte migajas a la clase trabajadora.
La gentrificación ha generado la paulatina transformación de viejas casonas coloniales en hoteles, posadas, alojamiento para paseantes en departamentos y casas que se alquilan en la modalidad de airbnb.
Los barrios como Xochimilco y Jalatlaco también son hoy calles despobladas de sus residentes para convertirse en restaurantes, bares y cafés, y hasta la comida tradicional se volvió gourmet con precios inaccesibles que alejan cada día más a la población local.
Eso, además, claro de la oferta del paraíso turístico para bodas y fiestas de personas que vienen de otros lugares del país a sellar su amor, rodeados del folclor comercial de las calendas con marmotas, grupos de danza que se alquilan para de acuerdo al engaño mercantil asemejarse a las fiestas locales y hasta los inventos de tradiciones que el gobierno estatal morenista ha montado, como el desfile de las hortelanas el pasado 23 de diciembre a propósito de la Noche de Rábanos, que encabezaron funcionarias de primer nivel ataviadas con mandiles, indumentaria que usan las mujeres que cocinan en las fiestas en muchas poblaciones. La intención es vender a Oaxaca.
En contraparte, quienes visitan Oaxaca no saben lo que sucede detrás de la escenografía turística y que ante la demanda de paseantes ha agudizado, por ejemplo, la distribución del agua potable, cada vez más escasa y a más visitantes, menos agua.
El estiaje que hasta hace unos años era característico de los meses de más calor, como abril y mayo, hoy abarca los doce meses del año. En algunas colonias, populares o no, el agua se distribuye cada cuarenta días y en ocasiones un lapso mayor y sólo por 24 horas. Sin duda un criminal racionamiento del agua, que lleva como explican las personas expertas, a comprar pipas de agua, otro creciente negocio.
La inseguridad es otro problema serio y no atendido, peor aún va en aumento. Como en otros lugares del país, aquí también hay asaltos en las calles, las casas habitación y el cobro de piso, si no me creen, pregunten por ejemplo a quienes trabajan en la venta de productos en el llamado Mercado de Abasto.
El Centro Histórico, como le llaman a una de las zonas más grandes la capital oaxaqueña, se ve atestada de botes con basura, cuando los hay, malos olores que proceden de las coladeras del drenaje.
La recolección de basura y su disposición final está colapsado desde hace más de un año. La pavimentación sigue ausente y los baches y topes son tan comunes que son parte de ese paisaje que los turistas no ven. Y claro, los “ríos”, convertidos en colectores de aguas negras que destilan malos olores y la consecuente fauna nociva, consecuencia del tiradero en que convirtieron el lugar, decisión de las propias actuales autoridades.
Más la masiva deforestación de árboles en las colonias. Jardines, camellones y banquetas en estado deplorable. El transporte público, que, como el agua potable, están en manos del gobierno estatal y no del municipal, es desde hace tiempo, para definirlo rápidamente, una vergüenza.
Estos son apenas unos cuantos problemas de una ciudad que se vende como turística y cuyo precio pagan todos los días quienes la habitan. Oaxaca de Juárez es una ciudad enferma, pero representa mucho para quienes aspiran a encabezar su gobierno.
La historia nos dice que los ungidos del PRI, del PAN, del otrora Convergencia y de Morena no han encontrado la fórmula para solucionar la vida cotidiana de quienes aquí nos tocó vivir, parafraseando a la escritora y periodista Cristina Pacheco.
En cambio, los políticos de siempre, sí se han servido de sus recursos públicos, no se explica de otra manera cómo la capital enferma, es hoy la manzana de la discordia.
Algunos priistas ven la posibilidad de que el poder político de la ciudad de Oaxaca podría volver a sus redes. En otros partidos, como el gobernante Morena y sus aliados, no tienen para dónde volver la vista, hay un desierto sin posibilidades, pero ese tema lo dejamos para la que sigue.
Pero en el PRI empieza a arder la caldera. Algunos atizan las brasas. La caldera se llenó de brasas ardientes, cuando en la reciente visita de la aspirante a candidata de la coalición opositora Xóchitl Gálvez, el dirigente priista Alejandro Moreno, en plena calle y durante una calenda política, alzó la mano a Martín Vásquez Villanueva y gritó ¡Este es mi candidato!
Fue entonces cuando el grupo priista, que ha fracasado por treinta años y los resultados están a la vista, fue levantado de sus hilos para empezar a moverse y gritar a los cuatro vientos que Oaxaca de Juárez es los nacidos aquí, es decir, la vallistocracia.
Una vez más el viejo titiritero, “el patrón”, el controlador, el retorcido cacique priista, José Murat Casab pretende seguir decidiendo, como siempre lo ha hecho, a pesar de que sus naves partieron hacia el puerto de Morena.
Cuenta la historia que desde 1995, fue él quien fraguó la primera derrota del que entonces era su partido, cuando David Palacios abanderado priista y primo del gobernador, el también ex priista Diódoro Carrasco, fue derrocado por el candidato del PAN, Pablo Arnaud. Quienes saben suman en esa historia treinta años de fracasos en el gobierno de la capital oaxaqueña, con casi ninguna excepción, porque lo importante es no perder de vista su “injerencia” en la vida de otros “líderes” políticos, aunque no fueran del PRI.
La clase política más acomodada del PRI vive días de gran incomodidad por la falta de “poder”, por eso la capital oaxaqueña se ha convertido en su objetivo, pero para lograrlo van con todo, incluso con acciones primitivas y hasta violatorias de los derechos políticos, aunado a su ya clásico cinismo y desmemoria.
Basta ver la respuesta que los usuarios de la red social X a personajes como Heliodoro Díaz Escárraga, uno de los preferidos del titiritero, quien reclama que Oaxaca es para los “vallistos”, es decir, para los que nacieron aquí.
Las respuestas que recibió no tienen desperdicio, por ejemplo, le recordaron que él mismo fue diputado federal por un distrito de la región de la Mixteca, sin ser mixteco.
Exhibieron su incongruencia cuando debió oponerse al nombramiento de Alejandro Murat en 2016 como candidato a la gubernatura, considerando que el hijo del titiritero es oriundo del Estado de México y no nació en Oaxaca, entonces Díaz Escárraga hizo mutis.
Por otra parte, yo recuerdo su actuación como secretario general de Gobierno en aquellos aciagos días del 2006 y las acusaciones que sobre él emitió el magisterio.
Hay otros personajes que alzan la voz, quieren gobernar Oaxaca, ponderan en su actuación una política primitiva, aunque no vivan en Oaxaca. Otras priistas, con actuaciones francamente incoloras en los puestos desempeñados, reclaman una conveniente “paridad política”. Una empresaria del transporte público (uno de los peores servicios del país), venida a política gracias al cacique, ha dado muestras de xenofobia.
Por lo pronto, lo único que puedo decir, es que está historia apenas empieza, que la caldera se va a sobrecalentar.
* Periodista y feminista. Premio Nacional de Periodismo.