Diego Enrique Osono*
México tenía a finales de 1993 un presidente con amplia aprobación ciudadana y reconocimiento internacional. Todas las variables políticas e institucionales del momento indicaban el triunfo seguro del partido oficial en los comicios en puerta. No sólo eso: se daba por hecho la transexenalidad de un poder presidencial envuelto bajo el manto de la modernización nacional.
Desde entonces a la fecha no había existido ningún otro mandatario que cerrara su periodo de gobierno en los mismos términos y circunstancias. Varias aristas del escenario que Carlos Salinas de Gortari tenía por delante aplican hoy al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Treinta años después, oímos palabras como Transformación en lugar de Modernización, Bienestar en vez de Solidaridad, Tren Maya por TLC y así sigue la lista de espejos entre los dos proyectos políticos de poder personal más ambiciosos de la época reciente.
Ya sabemos que 1994 terminó siendo un año que marcó al país en general y a Salinas en lo particular: su figura quedó sumergida en una serie de crisis sociales, políticas y económicas devastadoras que se activaron por las tensiones de un proceso formal e informal de sucesión que al principio parecía más que controlado.
Hasta la fecha se continúa haciendo una revisión crítica de Salinas y va quedando cada vez más claro que al final de su sexenio padeció las consecuencias de decisiones absolutas que asumió en su gobierno. ¿Cómo será el último año y cómo pasará a la historia López Obrador?
2024 establecerá el precedente y los nuevos términos de la inminente continuidad de Morena en el poder, así como el de las nebulosas fuerzas opositoras. Tras su llegada a Los Pinos, Ernesto Zedillo, un político que parecía sumiso y técnico, tuvo la frialdad de romper drásticamente con el presidente todopoderoso que lo había impulsado hasta ahí.
Luego de su casi segura llegada a Palacio Nacional, ¿cómo establecerá Claudia Sheinbaum la relación y coordinación de intereses con los diversos poderes fácticos que hoy convergen alrededor de la figura del Presidente?, ¿qué tipo de dinámicas tendrá una presidenta así con los gobernadores de su partido y demás grupos internos, incondicionales o temerosos de López Obrador, pero no de alguien más?
La clase política se juega este año, por encima de todo, la futura gobernabilidad del país.
*Escritor y periodista.
@DiegoEOsorno