Inicio COLUMNA Opinión. Ya no hay locos

Opinión. Ya no hay locos

por Agencia Zona Roja

Diego Enrique Osorno*

Paco Ibáñez canta un poema de León Felipe durante un viaje por Castilla y León. Ningún estrafalario fantasma del desierto se ve por estos lares; allá en Madrid (atrás o adelante, según se quiera ver), el invierno es menos gris y menos frío: el Atlético le ha metido cuatro goles al Real. Un estadio Civitas vuelto loco canta canciones épicas que homenajean al gabacho Antoine Griezmann y repudian a su majestad Vinícius Júnior.

Entre las montañas que imponen la ruta, la camioneta vibra como las cuerdas de la guitarra con la que Ibáñez entona también poemas de Bécquer, Darío, Espronceda, Lorca, Machado, Quevedo y César Vallejo; por las calles de Sol, turbas de turistas toman selfis con El Oso y el Madroño antes de ir de shopping a Fuencarral o atravesar el anuncio de neón de un tablao de flamenco industrial. Madrid, ya casi Barcelona, ofrece al visitante masivo cada vez más confort, por lo tanto, menos sorpresas.

Un humilde parador de Padornelo detiene por un momento la voz carrasposa de Ibáñez. En la cocina preparan jabalí asado y otras viandas menos rebuscadas, pero los comensales escuchan un inesperado reguetón. La camarista, hija de uno de los cazadores del pueblo, perturba la mansedumbre con sus gestos misteriosos; en Madrid, la cordura ya está más afianzada que nunca en la plaza Tirso de Molina, donde faltan avistamientos de Joaquín Sabina pidiendo en el bar de abajo de su piso un vaso con agua que en realidad está lleno de whisky.

“Por una canción”, se llama el disco que Ibáñez grabó en 1990 y que ahora, cortesía de YouTube, ha vuelto a retumbar por senderos carreteros de Castilla y León. El vinil de ese disco viene envuelto por una bella cubierta ilustrada con un original de Guillaume Cornelis van Beverloo, un artista holandés mejor conocido como “Corneille”, cuya exótica obra deambula entre Miró y las artes africanas; por Salamanca, no la ciudad cervantina, sino el barrio pudiente de Madrid, cada vez pasean más mexicanos y venezolanos ricos y exiliados de la mala vida latinoamericana. Ex presidentes excarcelados con visas doradas que abren la puerta de Alcalá.

El Rastro, aunque aún se siente castizo, cada vez es más market y menos mercadillo. Todo el mundo está cuerdo, terrible, horriblemente cuerdo, canta la camioneta castellanoleonesa.

*Escritor y periodista.

@DiegoEOsorno

Tambien le puede interesar: