Adrián Ortiz Romero*
Alejandro Avilés Álvarez fue postulado por el Partido Verde en la lista de candidatos a diputaciones federales por el principio de representación proporcional. Ello fue resultado de un conjunto de cálculos que parecieron conducir a todos los involucrados a la necesidad de un pase arriesgado: El cuenqueño para conseguir una salida decorosa de su partido ante la marginación de la que fue objeto; y las fuerzas oficialistas para avanzar en la consolidación de sus candidatos y perspectivas rumbo a la jornada electoral de junio próximo.
En efecto, vale la pena comprender este movimiento, dentro de la pléyade de escarceos que están ocurriendo tanto entre el oficialismo y la oposición, como en los rejuegos que existen al interior de los partidos integrantes de la coalición Sigamos Haciendo Historia en la entidad.
Queda claro que, como siempre, Avilés podría ser funcional a algunas de las fuerzas integrantes de la alianza oficialista, igual que como en su tiempo lo fue para el PRI. Así, si en el tricolor fue un operador electoral eficaz, ahora habría sido fichado o contratado para algo más o menos parecido.
Y es que, en el PRI, Avilés nunca fue un líder sino un operador. ¿Cuál es la diferencia? Que el primero atrae adeptos y el segundo resuelve problemas que le encomiendan. Por eso, a lo largo de varios lustros Avilés fue un resuelto operador priista al que le encargaban estructuras o candidatos y él debía entregar un resultado. Así fue como escaló desde los sótanos priistas, primero hasta la Secretaría de Elecciones del Comité Directivo Estatal, luego a cargos de elección popular y finalmente a la coordinación de la bancada priista en el Congreso del Estado.
En esa misma lógica, fue como el cuenqueño llegó a ser candidato a la gubernatura. En ese lenguaje descuidado e imprudente que caracterizó a muchos priistas en los últimos tiempos, se llegó a decir que, si Morena postulaba a Salomón Jara, el PRI haría lo propio con Avilés “porque para que la cuña apriete —decían—, debe ser del mismo palo”. Ello, evidentemente, tenía todo menos una connotación positiva o tranquilizante. Otros, aún más atrevidos, llegaron a decir que el priista se había ganado la candidatura por ser el más mañoso de todos, porque sólo así se le podría hacer frente a Morena.
Lo cierto es que Avilés no sólo no logró hacerle frente a Morena como candidato a Gobernador —perdió la elección de 2022, tres a uno frente a Salomón Jara— sino que además se ganó la marginación del tricolor. No fue incluido en ninguna lista de representación proporcional; no logró ser candidato al Senado, y él y su grupo fueron prácticamente echados de la dirigencia estatal priista que aún preservaban en la persona de Javier Villacaña.
El PRI, hoy, está en la postura de que ningún militante vale más que su propio voto, y por eso no están preocupados por esas fracturas. Ellos, dicen los que conocen, ya no están preocupados por el resultado de este año, sino que más bien tienen las miras puestas en la elección federal de 2030. Por eso, las renuncias son más bien vistas como un proceso casi natural de profilaxis política, en la que sólo se quedarán los que entiendan el panorama y la estrategia del dirigente nacional Alejandro Moreno Cárdenas para llegar, él y su grupo, a la siguiente sucesión presidencial.
EL BRINCO A LA OPOSICIÓN
Alejandro Avilés salió del PRI por la puerta de atrás. No renunció ni hizo pronunciamiento alguno. Sólo un día apareció postulado por el Partido Verde, y eso tácitamente se tomó como la renuncia a su militancia. Anoche fue presentado, en la Ciudad de México, Eduardo Rojas Zavaleta como coordinador de la bancada priista en la Legislatura del Estado. Y ya. Ese fue el fin de la historia de Avilés en el PRI.
¿Ello es así de simple? Habrá que leer más entre líneas. Avilés no provocó una lluvia de renuncias como se esperaba —y como él mismo intentó hacerlo. De hecho, ninguno de los integrantes de la bancada tricolor en el Congreso local lo siguió. Rojas consiguió la coordinación de la bancada; Fredy Gil será candidato en Xoxocotlán; Lizbeth Concha será candidata a diputada local por la vía plurinominal; y María Luisa Matus fue la única que nunca dio muestras de querer separarse de su bancada o de su partido.
Así, ¿si Avilés no se llevó a ningún priista de prosapia, entonces fue un mal fichaje del grupo gobernante? Ello habrá que verlo en el tiempo. Lo mandaron como candidato del Partido Verde porque ahí necesitan los votos —ojo, votos y no figuras— que él prometió gestionar para los comicios de junio próximo. El grupo gobernante quiere que la candidata del Verde al Senado —Laura Estrada Mauro— sea la que gane el acceso al escaño de primera minoría por la entidad, para evitar que el PT se cuele a dicha posición. ¿Cómo lo lograría? A través de un operador. Y hay quienes piensan que Avilés puede serlo.
De ahí que una de las ideas más sostenidas de su migración al Partido Verde, es que Avilés se convertirá en una especie de coordinador de campaña de facto de la Candidata al Senado, independientemente de si ella quiere o no, y también al margen de que la propia Estrada Mauro tenga ya trabajo político que la sostenga en las ocho regiones del Estado. Siempre necesitan más.
Lógicamente esto último es irreal: a la también cuenqueñadifícilmente la conocen fuera de su región; como representante popular aportó poquísimos elementos al trabajo de estructuras de Morena. Y su único gran activo es la lealtad incondicional que le tiene al Gobernador Jara, y a la determinación de éste de hacerla candidata al Senado, y tratar de que gane algo.
De ahí parece abrirse paso la necesidad de ficharle un coordinador de campaña que conozca todas las regiones; que sea capaz de cobrar y comprometer favores —cosa que Avilés sabe hacer perfectamente cuando tiene márgenes de maniobra— a cambio de votos; y que no deban pagar curvasde aprendizaje.
¿Avilés le vendió humo al grupo gobernante? Eso lo veremos en el tiempo y en los números. Él ya cobró por adelantado con su postulación como candidato a diputado federal. Aunque esto último, en el mediano plazo le va a salir igual de caro políticamente hablando —la indiferencia y la frontal repugnancia de los duros del movimiento, que rechazan a los tránsfugas—, que como les ha salido a los demás priistas que recientemente brincaron a Morena. Ejemplos hay por montones.
EPITAFIO
¿Quién le habrá gestionado el acercamiento a Avilés con el Niño Verde? Nombres, nombres, nombres…
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