Néstor Y. Sánchez Islas.
Siempre existe una confusión cuando decimos Oaxaca. Compartir el nombre entre el estado y la capital provoca algunos enredos, algunos ridículos, pero otros inexcusables como lo es el hecho de que desde las redes sociales del gobierno estatal confundan el aniversario de la ciudad con el aniversario del estado, festejo que no existe. La ignorancia del bienestar no se justifica.
Los festejos de este año fueron bastante desangelados, casi imperceptibles, lo que contrasta con la algarabía de la calenda que el contador Neri, presidente municipal, llevó a la CDMX para festejar a su candidata presidencial: banda de música, marmota, chinas oaxaqueñas, tiliches, flor de piña…
Los aniversarios citadinos son excelente pretexto para reconocer a personajes destacados, lo que siempre ha sido un acierto y hoy lo vuelve a ser. Nunca estará de más reconocer el mérito de todos aquellos que hacen algo positivo por su comunidad en cualquier ámbito porque la mayoría de las veces los galardonados lo hacen sin un interés personal de por medio, es el amor, recuerdo y nostalgia por su tierra lo que los impulsa. Felicidades a quienes fueron reconocidos.
El aniversario de la conversión de villa a ciudad de nuestra capital, el diseño de su trazo y el inicio de la construcción de los monumentos que la distinguen también debe ser una oportunidad para crear un anti-reconocimiento a manera de sanción moral a todos aquellos que de forma intencional la han dañado. Para empezar todos aquellos personajes que formaron parte de la APPO, hoy en el poder, los líderes magisteriales que acabaron con el centro histórico y los oportunistas del ambulantaje y las expos que la destruyen en cada periodo vacacional. No hay otra forma de sancionarlos más que el reconocimiento popular de su falta de respeto para nuestra propia casa.
Los astros se unieron contra el festejo de este año. En la misma semana sucedieron cosas que abonaron a la pobreza de la fiesta, hechos que, si se hubieran coordinado no hubieran salido mejor. En el primer acto sale un personaje cercano al presidente promoviendo una camiseta con la imagen de la santa muerte con fines electorales. En el segundo aparece un desconocido senador por Oaxaca para realizar, fuera de tiempo y lugar, un “ritual” que incluyó el sacrificio de una gallina en vivo y en directo como si se tratara de un ritual satánico o de santería y, para finalizar, por las redes sociales en nuestra tierra se difundió el video que grabaron los de la policía estatal con todo el estilo de la narco cultura.
Los mixtecos, el pueblo de la lluvia, celebran rituales para Dzahui, su dios de la lluvia y el principal de su cosmogonía y, efectivamente, en algunas ocasiones se siguen sacrificando animales, pero ya no personas como fue lo usual en tiempos ancestrales. La diferencia es que hay sitios y lugares para ello y chamanes o ancianos calificados para realizarlo. Se hacen en cuevas o montañas, no en la explanada de la Cámara de Senadores con fines políticos y propagandísticos de muy bajo nivel. Algunos rituales prehispánicos siguen realizándose como parte del reconocimiento a la pluriculturalidad del país. Esos rituales forman parte de la identidad del pueblo mixteco, al que pertenece el senador Adolfo Gómez Hernández, motejado ahora como el “matagallinas”.
Exhibiciones como esa provocan la “cosificación” de la cultura de pueblos originarios de la que se quejan, entre otros, el mismo personaje. De ser un patrimonio cultural pasan a la racionalidad económica y pierden su arraigo simbólico en beneficio de la folclorización y disfrute del turista. El resentimiento de ese senador lo hace destruir su propia cultura a cambio de 10 minutos de fama. Con agentes promotores de identidad y cultura como este señor que solo medra para sus intereses personales, ésta pierde su papel como vehículo de identidad y solo queda para la burla y el descrédito.
Por otro lado, el video de la policía estatal filmado con todo el estilo narco contiene mensajes no explícitos. La cultura narco está profundamente enraizada en algunos miembros de la actual administración con el peligro que eso representa porque no solo es su afición por su vestimenta y música, sino la conducta y la normalización de todo tipo de crímenes sangrientos. ¿El gobierno en manos de apologistas del narco?
SE SABÍA.
Circula en redes un vídeo de Enrique Rueda Pacheco en 2006 recibiendo una maleta con millones de pesos en efectivo. Esto confirma que el “movimiento” del 2006 no fue social, solo un gran embuste sindical. Que los “luchadores sociales”, hoy todos en la 4T y la primavera oaxaqueña, en realidad solo eran agitadores en busca de dinero y el poder, que ya tienen. El magisterio se ahoga en corrupción y aquí hay una prueba palpable que deslegitima su discurso y postura radical por la educación. La APPO solo fue una fachada para dar la apariencia de movimiento popular y, sus miembros, unos mercenarios.
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