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Luis Rodrigo Álvarez, un arqueólogo apasionado por Oaxaca

por Agencia Zona Roja

Redacción/Zona Roja.

Oaxaca de Juárez, Oax., a 19 de mayo de 2024.- Existen personas que por su gran currículo son dignos de todos los homenajes, pero existen personajes que no solo poseen enorme cantidad de laureles debido a su trayectoria académica sino también por su capacidad de ser auténticos maestros no solo de la universidad sino de la vida misma. 

Es el caso del arqueólogo y antropólogo Luis Rodrigo Álvarez, un investigador y escritor al que, a pesar de no haber nacido en Oaxaca, los oaxaqueños le debemos mucho.

Él mismo y sus padres fueron parte del exilio español después de la dramática Guerra Civil Española. Gracias a esa tragedia nuestro país se enriqueció intelectualmente al recibirlos y darles una nueva patria en donde vivir y desarrollarse. 

Nació en la ciudad de México en 1943 y su grado académico correcto es el de Maestro en Ciencias Antropológicas.

Probablemente usted sea uno de quienes estudiaron su bachillerato con uno de sus libros y no lo sabe todavía. Él es el autor del más completo e informado libro de geografía escrito sobre Oaxaca en los últimos cuarenta años, y no ha sido superado. 

A mediados de los años 80 del siglo pasado ganó el concurso convocado por la entonces Dirección de Cultura y Recreación del gobierno del estado para elaborar un volumen de geografía general que sirviera como libro de texto. 

Tan buena resultó su investigación que se convirtió en el libro de cabecera de esa materia en muchas instituciones locales y, por lo mismo, ha sido reimpreso en múltiples ocasiones. El libro es: “Geografía General del Estado de Oaxaca”.

Su libro es un trabajo enciclopédico, pero también es resguardo de una serie de anécdotas previas a su salida de prensas en las que participaron su editor, Claudio Sánchez Islas, de Editorial Carteles, y el inolvidable profesor Ventura de “La Proveedora Escolar” que vieron en la obra el enorme potencial que tendría para la educación en Oaxaca e impulsaron por todos los medios su impresión y distribución. 

Resultó una publicación pionera que abordó, desde los años 80, el problema de la degradación ambiental.

Nos dice su hija Delia: “Desde muy niño tuvo un gran interés por la historia, la música, la literatura y particularmente, por el campo, lo que lo llevó a decantarse por estudiar su carrera profesional como Arqueólogo en la primera generación que realizó examen de ingreso de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en 1963. 

Por razones familiares, en 1967 ingresó a la Escuela de Antropología de la Universidad Veracruzana en Jalapa, para terminar ahí sus estudios como maestro en Ciencias Antropológicas”.

Su trayectoria como investigador es muy vasta, rica, interesante y trascendente. Ya desde estudiante tuvo la oportunidad de trabajar al lado de grandes maestros arqueólogos en importantes proyectos. Colaboró con el arqueólogo José Luis Lorenzo en la elaboración de la “Sala de los orígenes” de uno de los museos más importantes del mundo, nuestro Museo Nacional de Antropología e Historia, en Chapultepec, mientras se construía a principios de los años 60; con el muy reconocido arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma hizo equipo en la exploración de un altar mexica en honor a Tláloc en el centro histórico de la CDMX a unos pasos del ahora descubierto Templo Mayor y también en exploraciones teotihuacanas en Culhuacán o en trabajos en la misma Pirámide del Sol.

Para los años 70 su destino lo acercaba a Oaxaca puesto que, para la Universidad Veracruzana, trabajó en proyectos de levantamientos topográficos de sitios arqueológicos en las cuencas medias y bajas de los ríos Jamapa, Actopan, Papaloapan y San Juan, al mismo tiempo que se relacionaba con los arqueólogos más importantes de la época a través de cursos especializados. 

Ahí conoció a maestros que lo marcarían de por vida: a los Dres. William Timothy Sanders, Kent V. Flannery y Pedro Armillas Carrasco.

Fue hasta que ingresó al INAH que se quedó en nuestra tierra de manera definitiva porque llegó para iniciar los trabajos de la oficina regional de la institución. 

Ya estaba enamorado de una mujer oaxaqueña, ahora se enamoraría para siempre de Oaxaca. Gracias a ello Luis Rodrigo ha realizado una extraordinaria labor que ha enriquecido nuestro conocimiento sobre nuestra propia tierra. Nos dice su hija: “Desde ahí, se dio a la tarea de recorrer una buena parte de los 262 sitios registrados. Conoció en la Mixteca lugares como Huamelúlpam, Tlaxiaco, Tayata, Achiutla, Teposcolula, Yucundaa, etc., así como San Pedro Ixtlahuaca, Arrazola y gran parte del perímetro de Monte Albán. 

“Hizo reconocimientos arqueológicos en la Mixteca Alta, Mixteca Baja, Cañada, Zona Chontal e Istmo, haciendo levantamientos topográficos de sitios y observación de materiales superficiales. Entre otros, hizo el reconocimiento integral del sitio arqueológico de San Juan Diquiyú, Municipio de Tezoatlán, Huajuapan.”

Sus investigaciones lo llevaron a descubrir que los antiguos habitantes del valle usaron el sistema de chinampas para sus cultivos en la zona de la Ciénega de Zimatlán y en San Juan Teitipac, pero también a descubrir una pintura en la parte baja del retablo de la iglesia de Tlacochahuaya del pintor flamenco Simón de Pereyns, quién también pintó un retablo en el Altar Mayor de la Catedral de la Ciudad de México.

Ha recibido toda clase de reconocimientos académicos y participado en congresos y conferencias. Merecidamente, el ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, en 1995, le otorgó el título de “Ciudadano distinguido”. Pero lo que más ha disfrutado es el reconocimiento y el agradecimiento que sus propios alumnos le han hecho a lo largo de su carrera al considerarlo un gran maestrosiempre dispuesto a dar de sí todo lo necesario en beneficio de sus estudiantes. Luis Rodrigo Álvarez merece no solo reconocimiento sino también el agradecimiento de esta generosa tierra.

(Información de Néstor Y. Sánchez y Javier Toledo Flores)

Contacto: nestoryuri@yahoo.com

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