Diego Enrique Osorno*
Al recorrer en un momento de ocio los caminos insondables de las redes sociales encontré sin buscar en TikTok los videos de una pelea urbana tan ridículamente improbable como la unión electoral del PRI, PAN, PRD y la “sociedad civil empresarial”.
Los hechos, que seguro para estas alturas ya son un mero evento viral cuya chispa se apagará en días, horas, giraban en torno a un joven tragafuegos lanzando su noble arte de la calle contra un conjunto de mariachi que lo acechaba.
Todo sucediendo a las puertas de “El Infierno”, taquería que debo visitar la próxima vez que vaya a Morelia.
De acuerdo con información de la prestigiada agencia “Quadratín”, los músicos persiguieron al malabarista por avenidas morelianas, acusándolo de haberles robado una parte del pago que acababan de darles ese domingo por cantar en otra taquería de los alrededores.
Cuando al fin lograron detenerlo para pedirle cuentas, el tragafuegos logró zafarse y creó unas bolas de lumbre encendidas con papel y gasolina que arrojó a la orquesta: cuatro de los mariachis recibieron quemaduras en sus cuerpos, por fortuna, no de gravedad, aunque una guitarra y un violín pasaron a mejor vida.
El tragafuegos fue llevado a los separos municipales por la policía local.
Ante el inminente final del grotesco espectáculo que hemos presenciado durante estos largos meses de unas campañas que parecieron malas comedias domésticas en medio de la tragedia noir, una pelea urbana como la de “El Infierno” tiene la misma sustancia bizarra que las contiendas del actual proceso electoral: el folklore extremo de nuestra banalidad y una violencia política incendiaria conviviendo con escaso asombro social.
Resultado de esta aberrante combinación de normalidades parirá el 2 de junio el nuevo derrotero nacional.
Hace unos tres lustros, cuando aún estábamos en la era de YouTube, un grupo de emos y punks fijaron un duelo y se toparon las caras en la Glorieta de Insurgentes de Ciudad de México.
No fue la presencia de cien policías armados la que inhibió la batalla campal más surreal de todos los tiempos actuales chilangos, sino la seria intervención de último momento de una columna de Hare Krishnas.
Uno de los grandes errores que he cometido en mi vida de columnista amateur es haberme tardado tanto en aprender a usar TikTok. Ahí es donde se concentran ahora los postulados y convicciones de la nueva realidad política que somos y seremos cada vez más.
*Escritor y periodista.
@DiegoEOsorno