Soledad Jarquín Édgar*/SemMéxico
Dos paralelos. Uno en la Ciudad de México, otro en Asunción, Paraguay. La diferencia en tiempo entre uno y otro fue de 24 horas más o menos. Quizá lo idéntico es que eran mujeres del poder, uno nacional y otro internacional. Lo que ahonda la diferencia fue el discurso y la realidad.
Armar el rompecabezas parecía algo difícil. Las mujeres de todo el mundo hemos navegado en el mar del patriarcado y con las barcas del patriarcado. La participación política de las mujeres es apenas una de las conquistas y es al mismo tiempo la más visible de las luchas. Una propuesta feminista que no cosecharon siempre las feministas.
Me refiero a as feministas que demandaron por escrito sus derechos una vez terminada la Guerra de Independencia. Las que salieron a la calle a protestar a lo largo del siglo XX, las perseguidas y encarceladas, salvo contadas excepciones esas feministas no llegaron a los cargos de elección popular, porque no eran mujeres cómodas para el sistema, tanto que fueron “quemadas” con modernos métodos. En tiempos de la paridad ascendieron al lugar del privilegio sin el manual, el ABC, llegaron por esas cosas del azar, la rueda de la fortuna, el tiempo y la circunstancia.
México es el país más avanzado del mundo en materia de paridad, dijo con un dejo de entusiasmo Line Bareiro, investigadora del Centro de Documentación y Estudios y profesora de la Flacso Argentina, durante el evento paralelo a la 54 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, realizado en Asunción. Enumeró los cinco puestos en funciones y el sexto a partir del 1 de octubre: una presidenta del Poder Judicial, la presidenta del Tribunal Electoral de la Federación, la presidenta del Instituto Nacional Electoral, las presidentas del Congreso de la Unión y la futura presidenta del país.
Siguiendo la expresión desde lo expuesto por la secretaria ejecutiva de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), Alejandra Mora, sobre los tres elementos de la paridad de género, podemos afirmar que es cierto en este país la paridad se cumple al menos numéricamente y se cumple así con la primera condición.
Por otra parte, se ha construido un andamiaje para “prevenir, atender y sancionar” la violencia política contra las mujeres en razón de género, aun así, se desbordan los institutos electorales por los procesos especiales sancionadores y las carpetas de investigación, por la vía penal, es decir, no se ha logrado prevenir, ni atender ni sancionar ese tipo de violencia (ni las otras), las cifras de la impunidad hablan de esas historias que muchas veces terminan con la muerte de las mujeres.
Y, en tercer lugar, dice la secretaria general de la CIM, las mujeres en posiciones de poder deben asumir el compromiso de atender la agenda de las mujeres o la agenda feminista. Se trata de cambiar la condición social de las mujeres. Sí, es de reconocer que muchas sí lo han hecho. Como también hay que decir que la paridad no ha sido entendida por buena parte de las mujeres cuando llegan al poder a lo largo y ancho de este país, sean legisladoras, gobernadoras o presidentas municipales. Para muchas asumir la “agenda de las mujeres” son campanadas publicitarias y para otras “las mujeres” son botín de sus conquistas, una carta de presentación de un feminismo de curul, superfluo y vanidoso; muchas otros se convierten en mercenarias de un bodrio lejano al feminismo, porque carecen de compromiso real o sustantivo.
En el mismo evento paralelo realizado en Paraguay, Leticia Bonifaz Alfonzo, la hoy todavía experta del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer -que podría entre hoy y este viernes ser electa jueza de la CIDH-, ha dicho una verdad: en la representación política de las mujeres no hemos estado todas las mujeres, sino sólo ciertos grupos de mujeres, que les vamos a llamar con cierto privilegio.
Y eso es lo que vimos en el otro evento, el de México durante el acto donde un grupo de mujeres del poder, del privilegio, le entregaron, vía Olga Sánchez Cordero, a la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo “el bastón de mando de las mujeres”.
Vaya ocurrencia. Me pregunto que cara pondrían las feministas académicas, estudiosas, de mucho tiempo atrás, las militantes al ver esa representación patriarcal que tanto se ha cuestionado “del bastón de mando”. El de las mujeres con poder que le entregaron a Sheinbaum es una hechura de buenas extractivistas del feminismo, al utilizar circulo con la cruz invertida y el puño que se le añadió en los años recientes en las luchas feministas, por cierto, el mismo que se emplea en las antimonumentas que hay en varios estados del país, para recordar el feminicidio, un asunto que la mensajera Sánchez Cordero no atendió como secretaria de Gobernación, así como otras que estaban detrás de la ex ministra.
Quien autorizó Sánchez Cordero a representar a las mujeres sin poder, como las indígenas y las afromexicanas, las que según Sheimbaun serán las primeras, me refiero a las pobres, las que no están en el privilegio, ese que se extiende en varios sentidos por interseccional. Sin duda es su propio poder, que es más patriarcal que feminista, el que la puso como la voz de las que la siguieron, algunas de ellas cuestionadas por corruptas o por hechos del pasado reciente al que han pertenecido.
Ojalá un día se entienda que ser feminista NO es una moda política. No es como cambiarse de ropa o de partido.
*Periodista y activista feminista.