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Opinión. La ciencia en Oaxaca

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

Con mi apoyo y solidaridad para con El Imparcial, su equipo directivo y cuerpo de colaboradores que lo hacen posible todos los días, a pesar de todo.

“Oaxaca es el ombligo cultural de México”, es una frase que algunas veces llevamos al extremo. Somos tierra de cultura y tradiciones. Hacemos todos los días un incansable eco de nuestro pasado indígena, del colonial y del mestizaje resultante que se expresa a través de la cultura popular que hemos construido: un mezcal, una tlayuda o un vestido de tehuana.

Estamos tan inmersos dentro de esas expresiones que se ha pasado por alto que el concepto de cultura ha cambiado y, en la actualidad, la ciencia se considera parte indisoluble de ella. Una consecuencia de ese extravío es un profundo desequilibrio informativo que, por un lado, llena planas de medios y horas de videos hablando de Guelaguetza, gastronomía, artesanías o pintura. Sin embargo, pocos o nadie hace caso de quienes en Oaxaca realizan trabajos de investigación de carácter científico. El avasallamiento del folclor dejó sin voz a los mejores estudiantes oaxaqueños, aquellos que, a pesar de todas las carencias y de la pésima calidad de la educación pública, realizan investigación científica en ramas que van de la genética a la economía solidaria, de las matemáticas a la astrofísica.

Gracias a la generosidad de EL IMPARCIAL, que nos abrió sus páginas a manera de apoyo para la difusión de la ciencia en Oaxaca, estamos por cumplir un año de publicar las investigaciones de estos jóvenes científicos que cursan sus estudios en instituciones de Oaxaca. Es un hecho que, fuera del ámbito de la Academia, muy pocos saben que a lo largo y ancho de nuestro estado existen científicos realizando investigaciones.

La ciencia ha sido tradicionalmente vista no solo en Oaxaca sino en México como una actividad neutral, objetiva, dedicada a la búsqueda de la verdad y la comprensión del mundo natural y ajena al público en general. Sin embargo, en las últimas décadas, ha habido un creciente reconocimiento de que la ciencia también es una construcción social, moldeada por los valores, las creencias y las relaciones de poder de la sociedad en la que se produce. A partir de esta perspectiva, la ciencia puede ser vista como una herramienta poderosa para la reivindicación social, con el potencial de desafiar las injusticias y construir un mundo más justo y equitativo.

A lo largo de este tiempo nos hemos encontrado jóvenes muy interesantes, de entre ellos, una gran cantidad de mujeres. La gran mayoría son de comunidades del interior del estado, algunas veces de pueblos tan pequeños que no aparecen en los mapas. Todos ellos tienen varias cosas en común: vienen de familias de pocos recursos y sus estudios han sido en escuelas públicas; el gusto por el estudio y la ciencia ha sido inculcado en familia; todos se quejan de la pésima educación de nivel básico y del abandono de estas escuelas y sus talleres y laboratorios en las que a veces no hay ni computadoras ni mucho menos un microscopio; varios de ellos tienen al español como segunda lengua, su idioma materno es alguna lengua indígena. No es mentira, pero para algunos doctorandos fue hasta la universidad que pudieron entrar en contacto con una computadora con internet.

Y también nos hemos encontrado con el valioso apoyo de instituciones, como lo es el SUNEO, la UNAM, el TecNM-Oaxaca (Antiguo ITO) y el CIIDIR-IPN, aunque también del desprecio de la UABJO y algunos de sus pedantes académicos. Desafortunadamente la UABJO está más enfocada en la grilla política y sindicalque en el trabajo universitario.

La ciencia es un camino para la reivindicación social y de lucha contra la pobreza, el hambre, la salud, el cambio climático y, en el caso concreto de Oaxaca, el empoderamiento de la mujer y de comunidades que, al recibir a estos investigadores, reciben el beneficio de sus investigaciones. Para estos brillantes estudiantes, cursar estos altos estudios en su propia tierra es su contribución para la construcción de un mundo más justo.

México, y Oaxaca en particular, necesita mucho desarrollo científico y tecnológico. Los recursos de que disponen son limitados pero sus mentes no. Algunos de ellos, como los matemáticos y físicos en formación son parte de proyectos internacionales de investigación. Nuestra primera doctora en ingeniera genética trabajando por encontrar un medicamento para la tuberculosis y quienes investigan para desarrollar pruebas de laboratorio más efectivas para identificar los casos de dengue grave antes de que se agraven. Igual tenemos a la mejor investigadora a nivel nacional de sipúnculos (gusanos) marinos o una destacada científica en Tuxtepec cuyos trabajos ayudan al rescate de la vainilla para volver a convertir a México, país de su origen, nuevamente como el productor de la vaina de mejor calidad.

A ellos el Estado casi nada les da; a los agitadores hasta maletas con dinero en efectivo.

nestoryuri@yahoo.com

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