Luisa Cortés García*
Con la llegada de la Cuarta Transformación en 2018, la realidad empezó a salir a la luz: los conflictos de interés de las clases económicamente poderosas, la manipulación de los emporios de comunicación que desinformaban a la población, los nexos de políticos de primer nivel con el crimen organizado y otras tantas injusticias que laceraron a nuestro país por décadas. También ha quedado al descubierto un Poder Judicial corrupto, que derrocha recursos públicos en salarios y prestaciones escandalosamente altos, y que con total impunidad han dejado libres a verdaderos lastres de la sociedad.
Ese Poder Judicial que liberó al asesino de la hija de Maricela Escobedo, o que declaró inocente al transfeminicida de Paola Buenrostro, y ni hablar de los miles de casos en los que la justicia pareciera estar del lado de los que más recursos económicos tienen y niega la justicia a los más pobres, a quienes, por el contrario, les imputan delitos y les imponen penas excesivas.
Este Poder Judicial que tiene una deuda con aquellas mujeres cuyos feminicidas siguen libres, con los pueblos y comunidades indígenas a quienes empresarios rapases roban sus recursos naturales de una forma descarada y deliberada, o con las niñas y niños que son víctimas de delitos sexuales y a cuyos agresores los jueces dejan libres por errores en el proceso o falta de pruebas. Yo me pregunto: ¿no es prueba suficiente de la necesidad de la reforma judicial el dolor de un pueblo que clama justicia?
La realidad democrática que vivimos abre una posibilidad de reestructuración del propio Estado, primero con Andrés Manuel López Obrador y hoy con la elección de la primera mujer en llegar a la presidencia de la República, la Dra. Claudia Sheinbaum, por lo que la reforma del Poder Judicial se hará con miras a fortalecer esta institución para que realmente sea garante de justicia para el pueblo de México. Esta reestructuración debe empezar por la forma de elección de quienes conforman este poder, que sea el pueblo quien elija a ministros, jueces y magistrados, así efectivamente tendremos un equilibrio de poderes verdaderamente emanados del pueblo.
Como parte de este amplio proceso democratizador que vivimos, el pasado 27 de junio dieron inicio los Diálogos Nacionales sobre la Reforma Constitucional en materia de Poder Judicial, un ejercicio sin precedentes que busca la participación de todos los actores involucrados, incluyendo académicos, legisladores, ministras, ministros, magistrados y jueces.
Este servirá de base para la aprobación de la iniciativa con proyecto de decreto que envió al H. Congreso de la Unión nuestro actual Presidente en materia de reformas al Poder Judicial, el cual es un reclamo de una sociedad que fue callada, invisibilizada y lacerada por los gobiernos neoliberales que antecedieron esta Cuarta Transformación.
Finalmente, la responsabilidad operativa para lograr esta reforma recaerá en la próxima legislatura del H. Congreso de la Unión y serán sus integrantes quienes deberán establecer mecanismos para que quienes sean electos por voto popular cuenten con las herramientas y conocimientos jurídicos necesarios para su desempeño y, a su vez, se revalorice la formación académica, la experiencia jurisprudencial y la sensibilidad ante la realidad social; sólo así se podrá tener un sistema de justicia legitimado por el pueblo y con eficacia en sus actuaciones.
No olvidemos que el cambio histórico que estamos logrando no ha sido fácil, el México que hoy tenemos es resultado de la lucha de millones de voces que fueron acalladas por el viejo régimen autoritario. Jamás olvidemos la deuda histórica con nuestras hermanas y hermanos que lucharon contra un sistema de injusticia que arruinó vidas y privó libertades. Hoy es tiempo de México, es tiempo de las mujeres y es tiempo de consolidar el segundo piso de esta Cuarta Transformación.
Como senadora electa por Oaxaca, uno de los estados con mayor diversidad cultural por la extendida presencia de nuestros pueblos originarios, que han anhelado justicia durante siglos, quiero alzar la voz desde mi próxima trinchera en el Senado, refrendando mi compromiso con su historia y sus luchas.
¡Por el bien de México, primero los pobres! ¡Con el pueblo todo, sin el pueblo nada!
(Publicada en “El Heraldo de México”)