Diego Enrique Osorno*
La tarde del 25 de noviembre de 2022, José Díaz Gómez, indígena ch’ol miembro de las bases de apoyo del EZLN, fue interceptado por una camioneta de la cual bajaron agentes de la fiscalía de Chiapas, con una supuesta orden de aprehensión. Tras esposarlo, vendarle los ojos, golpearlo, despojarlo de dinero y documentos personales, lo lanzaron a la batea del vehículo oficial.
Esa misma tarde fue trasladado a las instalaciones de la corporación ubicadas en Palenque, donde lo obligaron a firmar y poner su huella en hojas en blanco, sin contar con traducción a su lengua ni otorgarle un abogado, de acuerdo con el seguimiento hecho por el Centro de Derechos Humanos, Fray Bartolomé de las Casas (Frayba).
El zapatista originario de El Trapiche, ranchería perteneciente a la Junta de Buen Gobierno del Caracol de Roberto Barrios, estuvo incomunicado dos días en los cuales le fue fabricado un delito de robo agravado por el cual lleva un año y ocho meses preso injustamente en una cárcel de Catazajá.
Las irregularidades de su proceso judicial fueron documentadas desde el primer minuto por el Frayba, al demostrar la incongruencia del reporte oficial de la detención, el cual señala la noche del 27 de noviembre como el momento en que se llevó a cabo. Otra anomalía es la orden de aprehensión elaborada con datos de prueba insustanciales que incumplen hasta los ya de por sí manoseados estándares de la justicia oficial.
Una larga lista más de evidencias de su inocencia (y de la actuación por consigna de la fiscalía) estaban listas para ser presentadas ayer al juez Miguel Ángel Guillén Utrilla, durante los alegatos de clausura del caso de José, quien por ley debe recibir sentencia en las 24 horas posteriores a la audiencia.
En un comunicado reciente, el Capitán Marcos cuestionó el racismo y antizapatismo contra su compañero. “Supongamos, sin conceder, que su libertad de usted, ch’ol y zapatista, depende de múltiples factores: el humor del juez ese día, el Ministerio Público, la policía, los otros finqueros (es decir, además del que tiene su finca en Palenque), la necesidad que tienen hombrecitos grises de congraciarse con superiores que ni siquiera saben que existen”.
Pronto sabremos el humor del juez Guillén, así como el tamaño del descaro de los finqueros de Palenque y sus secuaces.
*Escritor y periodista.
@DiegoEOsorno