Isidoro Yescas*
Una reforma judicial que ya era necesaria pero no tan urgente como para aprobarla “fast track”, quedó manchada por los métodos y procedimientos usados para asegurar la mayoría calificada. En palabras del presidente
AMLO: se buscó “el equilibrio entre la eficacia y los principios»
Pero esa eficacia solo reveló un modo de hacer política en donde los principios quedaron hecho añicos. En una hipotética lucha entre Maquiavelo y Rousseau, éste último perdió la batalla.
Rechazos y cargadas aparte, nada bien cayó afuera y adentro de la 4T que para asegurar la mayoría calificada y así aprobar la reforma judicial, Morena pactara en lo oscurito con un impresentable senador panista como Miguel Ángel Yunes Márquez para, a cambio de su voto, limpiarle su expediente penal y los de toda su familia.
Que en menos de 24 horas se asegurara el voto aprobatorio de la mitad más uno de las legislaturas locales revela la enorme fuerza y poder del presidente AMLO, pero en las prisas, en el voto “fast track”, varias legislaturas se pasaron por el arco del triunfo protocolos y procedimientos legales.
Fue el caso de la LXV legislatura de Oaxaca que rompió récord en tiempo y procedimientos (a las 4 am del miércoles 11, en 6 minutos, sin posicionamientos, e ignorando a la Comisión de Procuración y Administración de Justicia).
Una reforma judicial para combatir la corrupción, el nepotismo y asegurar un sistema mas equitativo y justo en la impartición de justicia, no hay duda que hacia falta.
La incógnita es que si la que sepultó al último eslabón del viejo régimen cumplirá con esos objetivos o, por el contrario, como señalan sus críticos, solamente servirá para afianzar al nuevo presidencialismo y perfilar una nueva hegemonía mas vertical y autoritaria que la que por décadas empoderaron al PRI y al PAN.
*Maestro en Sociología.