Néstor Y. Sánchez Islas
No puedo dejar de ver que nuestra tierra vive un momento histórico. No por avances que mejoren nuestra calidad de vida sino por el histórico abandono en que la capital y gran parte del estado se encuentran.
Soy de los que vivieron de niños el Oaxaca de hace cincuenta años y tenemos memoria para comparar lo que se hacía entonces con pocos recursos y lo que se hace hoy con abundancia de millones de pesos. Poco o nada hay que recordar de los últimos gobiernos, municipales y estatales.
Aquella señorial Verde Antequera era una ciudad para la vida de sus propios habitantes. Los gobiernos de hoy se olvidaron de nosotros y todo se hace en función del turista y del bolsillo de los funcionarios. Los cambios de uso de suelo no son de a gratis.
No sé si la modernidad expresada en las transformaciones urbanas de los últimos años deje beneficios para todos o solo generen empleos mal pagados. Camino por las calles de los arquitos y sigo viendo que los vecinos se quejan contra los expendios de mezcal, bares, terrazas y salones de fiesta y me congratulo de vivir, al menos por ahora, lejos de ese mundanal ruido y poder ejercer mi derecho a dormir sin tener que escuchar el reguetón toda la noche. Es evidente que la autoridad municipal, que gracias a dios ya se va, sigue sin escucharlos.
Como a los viejos oaxaqueños, me gusta caminar por el centro. Algunas obras se realizan alrededor del zócalo y supongo que debemos dar gracias a los líderes de los ambulantes que otorgaron su consentimiento para hacerlas, lo que no tiene nombre es la pésima calidad de ellas que ni siquiera pudieron igualar el estampado del nuevo piso de cemento con el que dejó Ulises Ruíz. No me gusta decirlo, pero después de él casi nada han hecho todos los demás juntos por la ciudad capital.
Los oaxaqueños nos sentimos orgullosos de nuestros mercados o, más bien, de la cultura que a través de ellos se expresa. Pero el orgullo debemos tragarlo ante la situación que priva en el mercado de abastos, una zona que hoy reúne todos los símbolos de lo que no debería ser: abandono, corrupción, mafias, prostitución, drogas, delincuencia y dos obras inconclusas: el city bus y la remodelación de la zona de pan y fondas. ¿Dónde están los diputados, el gobernador y el presidente municipal que no mueven un dedo por arreglar ese desastre?
Desde el gobierno piensan que debemos estar felices porque pronto tendremos un parque primaveral, que seguro solo funcionará este sexenio. O porque están pintando con los colores del arco iris las fachas de las casas construidas en los cerros de San Juanito. El sentido común se pregunta, ¿Y para cuándo piensan tapar todos los baches de las calles y arreglar los semáforos?
¿Será tan difícil de ver que podrían hacer muchas cosas sin grandes gastos? Si, les resulta difícil porque en los grandes gastos que no en las obras funcionales está el negocio. ¿Por qué el ayuntamiento no invita a quienes viven en esquina a rotular el nombre de sus calles y a pedir que todos tengan visible el número de su casa? Algo tan sencillo aplicado a todo el municipio y no únicamente al centro sería de gran ayuda. ¿Será que el gobierno no pueda colocar señalética que indique los límites de velocidad como los había antes en cada calle? No, yo creo que es mejor negocio para el ayuntamiento amañarse con los dueños de las grúas para andar levantando vehículos. ¿No podrían dejar de usar los recursos de comunicación social para difundir cada gesto del gobernador o munícipe y hacer campañas para recuperar valores cívicos? El tema de la basura, el ahorro del agua, la educación vial el exceso de ruido y la contaminación luminosa son asuntos que se corrigen con educación y no represión.
Hay una evidente pérdida de capital social y valores cívicos que complican la vida cotidiana. Una parte es generada e implantada en la cabeza de las infancias por la torcida ideología del magisterio en su ánimo de formar generaciones de zombis a quienes manipular para mantener sus privilegios de por vida. Otra parte muy importante es consecuencia de la degradación de la clase política, la oficial y la de oposición que están al servicio del crimen organizado. La corrupción en los gobiernos es una característica definitoria de cada administración, pero hoy alcanza niveles de cinismo.
La realidad acaba por imponerse al discurso mañanero. La gran mentira del “Modelo Oaxaca” del morenista Alejandro Murat dejó obras inconclusas como el Centro Cultural Álvaro Carrillo, el Centro de Convenciones o el inútil Centro Gastronómico, pero justificó millones y repartió notarías al cártel del despojo. Los muertos y ejecutados de todos los días nos dicen que el discurso oficial es una sarta de mentiras, como lo fueron los abrazos y no balazos. La ciudad educadora del municipio fue otra mentira de campaña.Históricamente estamos peor que antes y al inicio de una profunda crisis económica responsabilidad absoluta de la 4T.
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