Néstor Y. Sánchez Islas
Con la muerte de cada río y su cuenca muere también un poco de la humanidad. Ya no son fuentes de vida, son pretextos para el oportunismo político, la avaricia inmobiliaria que invade sus riberas y botín de toda clase de mafias que explota sus bancos de materiales. Todo eso ha matado a nuestro querido río Atoyac, hoy reducido a un canal de aguas negras y muertas.
Lo que sucede con el Atoyac sucede con otros ríos. El de Jalatlaco fue enterrado vivo en los años 70 y el de las Etnias también. El río Salado, desde mucho antes de unirse al Atoyac, ya va muerto. Estamos rodeados de muerte y pestilencia como si fuera normal vivir así, en donde tenemos recursos para festivales tontos, pero no para sanear nuestras fuentes de vida.
La clase política no capta el riesgo que para los valles centrales representa la muerte del Atoyac. Lo usan como tema de campaña, pero no se ven acciones oportunas más allá del discurso obligado en favor de la conservación del medio. O peor, justifican millones de pesos que nadie sabe en dónde quedaron como lo hizo Alejandro Murat en su último informe en el que afirmó haber gastado 120 millones en su saneamiento.
Los gobernadores tienden a no escuchar a nadie más que así mismos. Ni por gusto ni por conciencia ambiental escuchan los estertores de nuestra principal cuenca hídrica para la ciudad capital. Las prioridades políticas son las suyas propias y nadie deberá objetarlas. Como virreyes que son, ejercen un poder absoluto y, mientras no sea su voluntad, no se hará nada.
Mientras el gobernador no tenga voluntad el Congreso local tampoco, compuesto por hombres y mujeres sin voluntad propia, no hará nada en favor de la naturaleza. Todo lo politizan y la 4T podría culpar a Felipe Calderón o al neoliberalismo de nuestro desastre ambiental. Prefieren el cortoplacismo y destinar recursos a una verbena o calenda para manipular y crear un falso ambiente de felicidad antes que diseñar políticas públicas responsables, y además urgentes, en materia ambiental porque ya estamos frente a un desafío a nuestra propia supervivencia. Apenas hace unos meses la naturaleza nos puso de rodillas para suplicar por un poco de agua, por una lluvia que aliviara nuestra sed. La emergencia ya pasó, ya no hay protestas callejeras por falta de agua, ya se nos está olvidando lo vivido y, cómodamente, ya dejamos de presionar a las autoridades para recuperar nuestros ríos y conservar sus cuencas hídricas, hoy víctimas de la voracidad inmobiliaria como son el caso del Ejido Guadalupe Victoria y el Cerro del Crestón.
La postura del régimen estatal está muy lejos de manifestar el menor interés por el medio, aunque si lo tienen por el dinero. Nada hacen por el rescate del Atoyac, pero si impusieron los operativos viales para obligar a pagar una verificación vehicular que era un negocio cercano a los 500 millones de pesos. La presión ciudadana que tiró ese negocio debería aplicarse por el rescate del río Atoyac.
Los diagnósticos sobre lo que sucede con el río existen desde hace años, lo que falta son acciones y voluntad política más que la demagogia y la fraseología llena de lugares comunes que viene desde los falsos ecologistas que se montaron en la legitimidad de movimientos sociales de corte ambiental de los años 90 pero que derivaron, al menos en México, en oportunismo por lo que no pueden entender la gravedad de la situación.
Hay que admitirlo, para este gobierno, el rescate del Atoyac carece de urgencia. No se trata de hacer más estudios o poner al frente de la secretaría del ramo a una académica, se trata de enfrentar a los grupos de interés que se verían afectados, aplicar las leyes ambientales, aprobar presupuestos suficientes y dejar de gastar en otras cosas menos importantes, apoyar a instituciones de investigación para desarrollar tecnologías limpias y sostenibles y utilizar los medios de difusión del Estado no solo para decirnos que hizo el gobernador sino para educar a la gente sobre la importancia de que no muera nuestro río.
Los temas ambientales provocan terror a los políticos porque temen perder votos. El cambio climático ya está aquí y la falta de agua es un tema de vida o muerte y no de votos. Ya tuvimos protestas, lo próximo será violencia y hasta muerte por una pipa de agua.
MEZCALEROS.
La Celebración por los 30 años de la obtención de la Denominación de Origen del mezcal para Oaxaca y otros estados fue una oportunidad para exhibir que hay mezcaleros de primera y de segunda. Los que están alineados con el régimen celebraron a través del Comercam con un festejo millonario. Son los mezcaleros oficiales o de primera. Los afiliados al otro organismo certificador en Oaxaca, AMMA, fueron desplazados desde el gobierno y serían, para el oficialismo, de segunda. Este gobierno hace lo mismo que su antecesor: discrimina a los que no le simpatizan.