Néstor Y. Sánchez Islas.
El viejo régimen populista creado por Lázaro Cárdenas el siglo pasado se construyó sobre el control de sindicatos de obreros y campesinos para contrarrestar el poder de Plutarco Elías Calles en su lucha por el control del país. Acabó con la CROM callista e impulsó a la naciente CTM cardenista dando inicio al sindicalismo charro que caracterizó a los sexenios en los que el nacionalismo revolucionario tuvo el poder.
Durante sexenios el gobierno mantuvo el control social a través del manejo de los sindicatos charros. A los que se rebelaron ante el régimen, como los ferrocarrileros, los persiguieron y reprimieron a sangre y fuego. Así funcionó el país hasta la llegada de Luis Echeverría quien, en sus locuras populistas y en su afán de enfrentar a los empresarios del norte con quienes estaba peleado a muerte, promovió el feroz sindicalismo entre las empresas privadas y la invasión de tierras con el fin de controlarlos mediante el control de los líderes. Hasta esos años el Estado mexicano pudo controlar al Frankenstein que había creado.
Llegó José López Portillo con su modo irresponsable de gobernar. Creyó que el boom petrolero sería eterno y deberíamos aprender a administrar la abundancia.
Por ello mismo se dio a la tarea de incrementar de forma desproporcionada los puestos dentro del gobierno, y en especial de la burocracia sindicalizada, sin pensar que algún día habría crisis y los fondos de pensiones no alcanzarían a pagar tan abultadas nóminas. Hasta ese sexenio los sindicatos seguían, más o menos bajo control del presidente.
A finales de los años 70 las condiciones sociales y políticas cambiaron. Las izquierdas reprimidas por muchos años habían encontrado en los sindicatos y las universidades un sitio en donde refugiarse para, desde ahí, retar al Estado y la hegemonía presidencial en la búsqueda de construir un régimen como el cubano, el tipo de gobierno ideal para gente como López Obrador. El gobierno empezaba a perder el control sobre los sindicatos, el Frankenstein empezaba a tener vida propia y se volvía contra su creador, había tomado conciencia de que tenía el poder para desafiar al propio Estado y que podía obtener de él todo lo que quisiera sin importar que, en el fondo, al tener de rodillas al gobierno ponían también de rodillas a toda la sociedad, como ocurre actualmente en Oaxaca.
Los excesos siempre son malos y los extremos siempre se tocan. Todo lo negativo que tienen las políticas neoliberales lo tienen los modelos políticos sindicalistas que, al igual que los grandes empresarios, pero en este caso los líderes sindicales, harán hasta lo imposible por mantener sus privilegios. Basta un botón de muestra en Oaxaca. Los antiguos ricos fueron los grandes comerciantes, empresarios y mineros. Hoy los grandes ricos son los líderes sindicales de los sindicatos de gobierno.
La eliminación de 1344 plazas de bases sindicales del gobierno del estado es una buena y sana medida para las arcas y pensiones estatales. Sin embargo, la mala imagen del gobernador y su equipo le han transmitido su pésima imagen a una acción que, económicamente, es totalmente responsable y congruente con las finanzas de un estado como el de Oaxaca que necesita que la federación le dé $96 de cada $100 que gasta.
Los excesos de los sindicatos oficiales han modificado las condiciones sociales.
Vivimos en una economía burocratizada y sindicalizada que no es capaz de producir lo que come. Los gobiernos municipales, estatal e instituciones como la UABJO ya no trabajan ni para la sociedad ni para los alumnos puesto que hasta el 90% de sus presupuestos se ocupan en atender las demandas sindicales que llegan a excesos de prestaciones conocidos por todos. A este exceso de prestaciones, es decir privilegios, se les conoce como prebendas y justamente es eso lo que están defendiendo quienes se oponen a la eliminación de plazas de aviadores dentro del sindicalismo oficial.
Son tan cotizadas las bases sindicales que se venden a precios altísimos porque representan para el feliz poseedor la manutención de por vida, la posibilidad de heredarla o de venderla como si fueran de su propiedad. Entre de estos angelitos basificados ya aparecieron los nombres de dos diputadas, un funcionario de la fiscalía, los hijos de una diputada federal y hasta quienes ni siquiera viven en Oaxaca. Si bien los sindicatos desempeñan un papel fundamental en la defensa de los derechos laborales y en la negociación colectiva, en algunos casos se tienen prácticas que van en detrimento del interés público.
Los políticos se han acercado a los sindicatos en su lucha por el poder. El gobierno actual, federal, estatal y municipal lo hizo en su momento en busca de apoyo en sus campañas y se pusieron de rodillas ante las mafias sindicales. Ahora deben pagar por ese apoyo y mantener abiertas para ellos las arcas del Estado.
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