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Opinión. La banalidad del mal

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

“El mal no siempre proviene de individuos sádicos, sino de la obediencia ciega y la falta de reflexión” fue una de las conclusiones de Hannah Arendt en su libro, del que tomé el título para este artículo, escrito después de asistir al juicio en Israel del criminal nazi Adolf Eichmann, secuestrado en Buenos Aires y trasladado a Tel Aviv para ser juzgado y condenado a muerte en 1963. Arendt era reportera de la revista New Yorker y, además, mujer judía.

El análisis filosófico que hizo Arendt puede servir no para comparar en este caso, sino para advertir hacia dónde podríamos ir después del hallazgo de un campo de exterminio del crimen organizado en el municipio de Teuchitlán, Jalisco. Y en este caso, el riesgo está en que vivimos bajo un régimen altamente burocratizado, insensible y en el que se exige obediencia ciega antes que análisis y reflexión a quienes de él forman parte.

Arendt analiza y critica la incapacidad de pensar moralmente del criminal nazi que decide no valorar las consecuencias de sus actos. Partiendo de esa observación, describe a la “banalidad del mal” como personas aparentemente normales que pueden cometer atrocidades al obedecer órdenes sin cuestionarlas. Eichmann se veía a sí mismo como un simple burócrata que seguía órdenes dentro de un sistema burocrático deshumanizado que convirtió el exterminio en un proceso administrativo del cual se buscaba la mayor eficiencia diluyendo responsabilidades entre las jerarquías burocráticas y, por tanto, según Eichmann, nadie era responsable y la gente no debía cuestionar las acciones de aquel régimen del mal.

Lo descubierto en Jalisco no es nuevo, no es el primer campo de exterminio encontrado en los últimos años como lo han demostrado las madres buscadoras que con el valor que las fiscalía no tienen, han ubicado cientos de cementerios clandestinos a lo largo y ancho del país, sin embargo, este último campo, el de Jalisco, llegó a la prensa mundial por la fotografía difundida de cientos de pares de zapatos amontonados, similar a las fotografías del Holocausto cuando los aliados liberaron los campos de concentración. La presidenta y los suyos están haciendo uso de todos los recursos de propaganda del régimen para evitarlo, pero será imposible, esa imagen ya define y determina a la 4T, a López y a Sheinbaum.

Sí este artículo no es para comparar porque la asimetría de los números no lo permite entre el genocidio nazi y el mexicano, si podemos hacer juicios morales sobre la conducta de quienes, para alcanzar el poder, banalizaron el mal al grado de llegar a darle abrazos en lugar de combatirlo, de quienes hipócritamente pidieron “no más sangre” sin decirnos que se referían a la de los criminales y no de los inocentes masacrados.

Hannah Arendt nos advierte sobre el extremo en que puede caer un país altamente burocratizado e insensible, ajeno a la moralidad y a la responsabilidad individual como lo vemos y escuchamos machaconamente a través de los medios cuando el gobierno trata de deslindarse y acusa a Calderón y a otros sobre la existencia de este holocausto jalisciense. Y siguiendo el ejemplo nacional, en Oaxaca se deslindan también sobre el accidente carretero que dejó 19 acarreados muertos: fue culpa del chofer, al cabo que ya está muerto.

La falta de empatía hacia el sufrimiento ajeno y la necedad de cumplir a rajatabla con el “movimiento”provocó más de 800 mil muerte por Covid. La falta de apego a la gente de la calle y el amor por los criminales dejó 200 mil muerto y 56 mil desaparecidos el sexenio pasado. Con más de un millón de muertos sobre las espaldas insisten en llamarse el gobierno más humanista de la historia.

No debe afirmarse que la burocratización de un régimen sea mala por si misma, sin embargo, ese modelo es altamente insensible, inhumano y lo sufrimos en cada ventanilla oficial o en cada paro, marcha y bloqueo magisterial, ejemplo de lo más ruin del sindicalismo en exceso.

Un régimen que exige obediencia ciega es más propenso a la banalidad del mal cuando divide y diluye las responsabilidades criminales entre los rangos más bajos del escalafón, cuando usa toda clase de imágenesy declaraciones para manipular los hechos a su conveniencia y, sobre todo, cuando a través de los sistemas educativos y del control de plumas y conciencias que se venden, reprime la crítica y las objeciones de quienes no estamos de acuerdo con lo que vemos y padecemos. No es un hecho aislado la brutalidad policiaca contra la prensa, es una política de Estado de este gobierno.

En México estamos banalizando el mal. La alianza del régimen con la criminalidad, la tolerancia hacia el porrismo y terrorismo han transformado a una parte de México en un país de cínicos que celebra y practica la narco cultura, ataca la moral y el civismo y destruye a conveniencia el orden social porque el crimen tomó el poder.

nestoryuri@yahoo.com

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