Inicio COLUMNA Primero contra la Constitución; ahora contra el escudo

Primero contra la Constitución; ahora contra el escudo

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

En 1999 un par de jóvenes hasta el momento desconocidos e irrelevantes entran armados a su escuela. Colocan dos de bombas en la cafetería y se van al patio para esperar la explosión que mataría, según ellos, a por lo menos 400 de sus compañeros. Las bombas no estallan, entonces, desenfundan sus armas y atacan a balazos sus amigos. Matan a 12 y a un profesor; finalmente ambos asesinos se suicidan. Con 15 muertos, la matanza de Columbine en Estados Unidos es una muestra extrema de cómo la necesidad de sobresalir a cualquier precio puede llevar a la gente a cometer todo tipo de actos, inclusive criminales.

La necesidad de sobresalir en una sociedad tan mediatizada como la que vivimos tiene una definición y una explicación desde la psicología hasta la sociología. Puede provocar que personas mediocres que se sienten frustradas por no ser lo suficientemente reconocidos cometan actos que van desde transgredir normas morales, emitir comentarios con el único fin de buscar confrontación y hasta destruir países completos en su búsqueda de fama.

En 1967, la década dorada de los filósofos franceses, Guy Debord presentó su libro “La sociedad del espectáculo”. En él, analiza y nos explica como en las sociedades modernas la imagen y la representación han sustituido la experiencia directa de la realidad, convirtiendo nuestra vida social en un espectáculo donde lo más importante es la apariencia y la visibilidad. Esta necesidad de reconocimiento ante la carencia de personalidad y méritos propios provoca, en la clase política oaxaqueña, la búsqueda de sobresalir destruyendo los valores, costumbres y tradiciones que nos otorgan identidad para proponer cambios que no son más que intentos de control y manipulación social.

La falta de liderazgo personal los conduce a copiar modelos de conducta ajena. En su caso, copiando la lunática del mesías tropical que los inspira. Aquel destruyó las instituciones del país, modificó la Constitución a su imagen torva y perversa, nos dejó una deuda enorme, una economía tan débil que Trump nos tiene de rodillas y nos entregó al crimen organizado que hasta campos de exterminio levantó a lo largo y ancho del país. En Oaxaca se argumenta desde el poder contra la Constitución local y el escudo estatal que son centralistas, excluyentes y antidemocráticos y por eso hay que desaparecerlos. La falta de trascendencia la sustituyen con controversia, provocación y escándalo.

Difundió el Congreso estatal el boletín: “presidente de la JUCOPO plantea la creación de un nuevo Escudo Oficial de Oaxaca basado en la justicia, equidad y el reconocimiento pleno a su diversidad pluricultural”. Su intención es derogar el decreto de 1950 que reconoció como escudo oficial la obra del ahora olvidado pintor y profesor oaxaqueño Alfredo Canseco Feraud porque, según el señor Benjamín Viveros Montalvo, no está a la altura de la grandeza de Oaxaca, es antidemocrático y centralista, y “ya no representa de manera integral la identidad de las y los oaxaqueños, tampoco refleja el Oaxaca del siglo XXI, ya que somos una sociedad diversa que se construye día con día, con una nueva y renovada identidad basada en la inclusión, justicia y reconocimiento mutuo”. Es de suponer que el señor Viveros si sabe lo que refleja al Oaxaca del siglo XXI, que identidad tenemos y debemos tener y que debemos renovarnos al son de la mal llamada 4T en su versión segundo piso. Me pregunto cómo su propuesta de transgresión va a generar un cambio real, que respaldo ideológica la soporta o cuál es su coherencia y continuidad en el tiempo.

La falta de trascendencia de quienes hoy están en el poder, que solo fueron peones de quienes los manipularon para realizar toda clase de bloqueos, plantones y destrucción en la lucha por el poder, los hace creer que, en verdad, son héroes a la altura de la historia del país. Se siente iguales a personajes de nuestro pasado que con sus obras e intelecto transformaron al país y construyeron instituciones en lugar de liderazgos mesiánicos. La realidad nos dice que se trata de personajes necesitados de atención y reconocimiento. No la tienen por sus méritos, así que la buscan “transformando”, es decir, destruyendo lo que otros construyeron.

La intrascendencia puede llevar a la transgresión, pero el verdadero cambio solo ocurre cuando hay una intención y un pensamiento crítico detrás de la acción. De lo contrario, solo se trata de llamar la atención en un mundo saturado de ruido mediático. Hay que recordar a los políticos que hoy reciben halagos que, en cuanto dejen el poder, todos los olvidarán. ¿Alguien tiene en mente el legado que nos dejó Gabino Cué, por ejemplo? Ese será su destino.

Así como este régimen ha banalizado el crimen hasta permitir campos de exterminio, así se banaliza la transgresión en la búsqueda de efímera popularidad.

nestoryuri@yahoo.com

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