Ismael García M./Zona Roja.
Oaxaca de Juárez, Oax., 3 de febrero de 2020.- Rebasada la mitad del sexenio, a Alejandro Murat Hinojosa prácticamente se le terminó el gobierno y tras ello, comenzó la rapiña política.
Luego de un trienio de extrema violencia generalizada y feminicida; de nulas obras; de escasos apoyos estatales al campo; de creciente desempleo; de constantes protestas sociales y, sobre todo, amarrado su futuro político con Andrés Manuel López Obrador, el gobernante mismo dio el banderazo de salida:
“Un gusto reunirme con el diputado Alejandro Avilés; juntos, planeamos la agenda de trabajo de este 2020 para impulsar proyectos que sigan encaminando al estado por la ruta del desarrollo”, tuiteó el pasado 8 de enero, a su regreso de vacaciones en el extranjero; un día después, acudió al festejo cumpleañero del político priista.
Lo mismo hizo el 7 de enero con el otro aspirante: “Me reúno con el senador Raúl Bolaños Cacho Cué, para tratar temas relacionados con proyectos en favor del desarrollo de Oaxaca. Juntos, haremos equipo en este 2020 para seguir avanzando por la ruta correcta”.
Texto semejante para no contrariar a ninguno; banderazo oficial de arranque de la disputa por el poder. Sin embargo.
Prácticamente desde que asumió la senaduría, Bolaños Cacho Cué se ha refugiado en las faldas de Ivette Morán de Murat que, bajo la bandera de atender las causas sociales a través de módulos itinerantes, ambos placean su imagen… con recursos públicos.
Bolaños Cacho Cué, sin ninguna acción positiva qué presumir desde el Senado, más que la docilidad desde el PVEM hacia Morena, acude cada semana a las giras de trabajo, donde la instrucción desde el DIF a los funcionarios es promover que todos los apoyos son gestionados por el senador, aunque no sea así.
El legislador, con escasa experiencia política y perdedor en la contienda electoral al senado en el 2018, dejó muchos cabos sueltos, entre ellos deudas con proveedores, por las cuales ha sido exhibido incluso en espectaculares en la ciudad de Oaxaca, como ocurrió en noviembre pasado.
No se distingue por sus posturas en la Cámara alta, mucho menos por la brillantez de iniciativas o de discursos en tribuna; navega, prácticamente. Ni siquiera es capaz de defender cuando menos en palabras al PRI o al Verde Ecologista, cuando son apabullados por los morenistas y sus aliados; su docilidad es alta.
Con cargo al erario, renta lujosas oficinas en la avenida Hidalgo en la capital y promueve también a José Antonio Estefan hijo, actual dirigente, para un cargo de elección popular, pero ambos se distinguen más por ser juniors que expertos en la política.
No tiene, por mucho, cepa de líder o de hombre cercano a la gente, a la población indígena, a los pobres, que siguen abundando en Oaxaca. Su único futuro político es seguir haciendo genuflexiones hacia Morena y hacia Ricardo Monreal Ávila.
El otro es Alejandro Avilés, que lo mismo juega con José Murat que con Ulises Ruiz Ortiz; lo mismo pacta con grupos que desestabilizan el gobierno de Alejandro Murat, que con los que mantienen asolada la entidad con la inseguridad.
Es un político veleidoso y convenenciero y lo sabe el actual gobernador; negocia para sí, más que para el gobierno; en el Congreso local pacta para sí, más que para Oaxaca o el PRI.
Son conocidas sus relaciones cercanas, de amistad y de negocios, con el diputado local por Morena, Ericel Gómez Nucamendi, y presume que controla y “comen de su mano”, tanto el dueño del diario “Noticias” como otros nueve legisladores de Morena, entre ellos Othón Cuevas y hasta Arcelia López Hernández, la hermana del dirigente de la Sección 22 del SNTE.
Pero en su carrera política siembre ha prevalecido la polémica; fugaz delegado de la extinta Sedesol, operó desde ahí algunos programas sociales para el PRI; fugaz secretario General de Gobierno, placeó y apoyó al Codedi del belicoso Abraham Ramírez, que continuamente pone en jaque al gobierno.
Fugaz su paso, porque fue pillado por utilizar recursos públicos, como el helicóptero oficial, para trasladar a una playa a su familia.
Jura a pie juntillas que le sirve y obedece a Alejandro Murat y a José Murat, pero dientes para fuera, sus intereses siguen con Ulises Ruiz; dos veces diputado local, se ha distinguido más por relaciones turbias y manejos poco transparentes del erario en el Congreso.
Se ofrece, cada vez que puede, como negociador para atender los problemas sociales e incluso no le importa exhibir a Héctor Anuar Mafud como incapaz, con tal de lograr la secretaría General para uno de sus allegados.
Mantiene piezas en la propia oficina del gobernador y pretende impulsar a varios cuadros en los cambios que hará Alejandro Murat a su gabinete, en breves días.
No le importan las críticas de la prensa ni mucho menos su imagen pública; se engalla con su supuesta experiencia política y sus amarres con todos los actores. Pero él mismo se engaña.
A cambio de ceder la plaza priista a Morena y de obtener un cargo de elección popular para su esposa Ivette Morán, Alejandro Murat ha tenido un inusitado respaldo del Presidente López Obrador y lo tendrá en el resto de su sexenio, en materia de obra pública principalmente.
Sin embargo, ingenuos, Avilés Álvarez y Bolaños Cacho Cué se siguen disputando la sucesión, a sabiendas que ya está perdida la gubernatura.
Próxima semana: Se acabó el sexenio de Alejandro Murat; Salomón Jara y sus ansias (II)