Inicio COLUMNA La 4T y su “indigenismo” manipulador

La 4T y su “indigenismo” manipulador

por Agencia Zona Roja

NÉSTOR Y. SÁNCHEZ ISLAS

Cada uno de los postulados políticos de la autonombrada cuarta transformación han ido cayendo.Y no se ha cumplido aun ni siquiera el primer año de gobierno de Sheinbaum, para que conozcamos la verdadera naturaleza de quienes llegaron al poder como los que serían los redentores definitivos de nuestra historia patria.

Como piezas de dominó hemos visto caer la austeridad republicana, los abrazos no balazos, el primero los pobres y, en general, la retórica justiciera que, como hemos visto, solo ha sido un disfraz semántico ante, por ejemplo, la mansión de 12 millones de Noroña o la cena de 47 mil pesos de Andy.

¿Por qué habríamos de creer que su entusiasmo indigenista es genuino?

En México, el indigenismo ha sido presentado históricamente como una política de redención social. Desde el cardenismo hasta la autoproclamada Cuarta Transformación, los pueblos originarios aparecen en los discursos oficiales como los herederos legítimos de la nación, símbolos de autenticidad cultural y depositarios de una justicia largamente negada. Sin embargo, detrás de esta narrativa se esconde una paradoja: mientras se exalta lo indígena, se le utiliza como recurso político para legitimar proyectos ajenos a sus intereses.

La izquierda mexicana, con sus diversas corrientes, ha sabido combinar el lenguaje del indigenismo con categorías del marxismo. En la lógica revolucionaria, los indígenas fueron reinterpretados como los “proletarios del campo”, los oprimidos históricos que podían convertirse en la base social de una transformación radical. El problema es que este acercamiento no siempre ha respetado las demandas reales de autonomía, territorio y autogobierno. Al contrario, en muchos casos se ha tratado de una instrumentalización: se habla en nombre de los pueblos, pero sin darles voz propia.

En México, en donde la palabra marxismo suele despertar resistencias, el indigenismo opera como un disfraz semántico. Bajo el argumento de la justicia histórica para los pueblos originarios, se justifican políticas que, en realidad, buscan centralizar el poder político o imponer proyectos económicos de corte estatista. Es más fácil enarbolar la bandera de lo indígena, que tiene legitimidad cultural y emocional,que reconocer abiertamente una agenda socialista que recuerda a regímenes autoritarios como el cubano o el venezolano.

La contradicción es evidente. Por un lado, se exalta lo indígena en ceremonias, discursos y campañas de turismo cultural; por el otro, se promueven megaproyectos como el Tren Maya o el Corredor Interoceánico que afectan los territorios indígenas sin garantizar consultas plenas, libres e informadas. Esta doble cara revela que el indigenismo oficial no es tanto un proyecto de justicia social como una estrategia de legitimación política.

El riesgo es claro: convertir el indigenismo en un vehículo de manipulación. En lugar de reconocer a los pueblos originarios como sujetos de derecho y garantizar su autodeterminación, se les reduce a símbolos útiles para construir consensos o neutralizar oposiciones. En ese proceso, la promesa de redención social se diluye y lo que queda es un paternalismo revestido de discursos revolucionarios.

Hoy más que nunca conviene preguntarse si el indigenismo que practica el Estado mexicano es realmente una vía hacia la justicia o simplemente una máscara detrás de la cual se oculta un proyecto de control político.

Si como ejemplo de la política indigenista el gobierno nos quiere vender la idea de que, al imponer a Hugo Aguilar al frente de la SCJN se les está haciendo justicia, lo que realmente están haciendo es usar a los más pobres de México para imponer una ideología que, si le llamaran por su nombre, sería rechazada en automático por la gran mayoría que, lo último que quiere es la instauración de regímenes empobrecedores estilo Cuba o Venezuela.

Es conocido el fenómeno de orfandad en que quedó gran parte de la izquierda mundial a la caída del Muro de Berlín. Se les agotaron las causas y el discurso, por ello mismo, al menos en la América Latina de profundas desigualdades, vieron en el indigenismo un clavo ardiente de donde asirse sustituyendo a los obreros proletarios por los campesinos empobrecidos.Al menos eso es lo que nos quieren vender a través de escenificaciones como la supuesta limpia de la SCJN y la adoración a Quetzalcóatl, misma que ni siquiera es original puesto que ya en el lejano año de 1930, Pascual Ortiz Rubio, títere de Plutarco Elías Calles, trato de sustituir la Navidad y a Santa Claus por ritos prehispánicos que solo obtuvieron la burla de quienes lo vivieron.

Pudiendo ser las políticas indigenistas una oportunidad de emancipación, el régimen las ha convertido solo en instrumento de manipulación y falsa máscara retórica.

nestoryuri@yahoo.com

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