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Opinión. Nepotismo del bienestar

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas.

Lo que se hereda, no se roba, dice el viejo refrán. El nepotismo desbordado del régimen actual viene de los genes priistas que lo engendraron. Además de ser una herencia genética lo es también cultural y hasta estructural de control político.

El nepotismo del bienestar es una copia de las estructuras que definieron a los gobiernos del siglo pasado en el que sus políticos confundieron al Estado con un patrimonio personal. Aquel régimen en que los caudillos repartían cargos o contratos a hijos, hermanos y parientes en general se repite en lo local y nacional en la actualidad. Y se construyen, además, nuevos linajes aristocráticos del bienestar. En Oaxaca es el turno de la familia Jara.

El maximato fue un ejemplo de nepotismo construido con base en relaciones familiares y cooptación de caudillos. Plutarco Elías Calles colocó a toda su parentela en las estructuras burocráticas bajo el disfraz de “lealtad revolucionaria” y, bajo esta modalidad de corrupción, consolidó su liderazgo.

El cardenismo tuvo lo suyo. El nepotismo es una de las características definitorias de todo régimen populista como aquel. Se adueño de Michoacán desde entonces y construyó una dinastía que permanece hoy en altos puestos gubernamentales sin mayor mérito que ser descendientes del general. Miguel Alemán y Adolfo López Mateos colocaron también a su parentela y toleraron abiertamente a los gobernadores de la época para construir gobiernos igual de nepotistas. Lo que hacía el presidente lo replicaban sus altos funcionarios y gobernadores a lo largo y ancho del país.

Hablar de nepotismo es hablar de corrupción. Y la tenemos a la vista de todos y, la mayoría, cierra los ojos a cambio de una mísera pensión de $3100 mensuales. Esta modalidad de corrupción no es un caso aislado en Oaxaca, se replica en todo el país desde los más altos cargos. Hoy, la tolerancia al nepotismo desde el poder central sobre los pequeños cacicazgos regionales cumple la misma función de control político que en el maximato.

Desde sus pedestales no se cansan de afirmar la superioridad moral y se niegan a ver el profundo desgaste que la corrupción les ha causado en apenas un sexenio. Entre quienes afirman ser mejores que nosotros porque no son iguales, tenemos a las familias de los Batres Guadarrama, de Luisa María Alcalde, de Ricardo Monreal, de Guadalupe Taddei, de Ernestina Godoy entre una larga lista y, por supuesto, a López Obrador con sus hijos, primos y hasta los amigos de sus hijos.

El nepotismo es uno de los vicios más antidemocráticos que existen. Se roba las oportunidades porque siempre dará prioridad a los lazos familiares por sobre la capacidad para ejercer algún puesto. La creación de dinastías aristocráticas son algunos de los hechos que más rechazo generan al ver a los hijos de los políticos heredar posiciones y candidaturas solo por ser de la familia.

Esta primavera de nepotismo que se da a nivel nacional es una práctica recurrente de muchos regímenes, sobre todo de corte populista, que, en el contexto de la debilidad institucional que crean al destruir instituciones, se alzan como caudillos que piensan que no están obligados a rendir cuentas de sus actos, como lo vemos en México en donde el país se controla desde el púlpito mañanero con base en lealtades y no en resultados. El nepotismo no se limita a ser solo un vicio administrativo, sino que se convierte en un fenómeno estructural del sistema político mexicano que afecta la cultura de la democracia, la eficacia de la gestión de gobierno y de la legitimidad de estos. Los escándalos recientes de corrupción son claro ejemplo de cómo el obradorismo se está desgastando y convirtiéndose en sinónimo de inmoralidad.

Medios nacionales han dado cuenta en días recientes de la enorme cantidad de familiares del gobernador Salomón Jara en puestos gubernamentales. Esto debilita su gestión porque en la lógica familiar convierten la función pública en una red patrimonial. La concentración de poder que en apariencia lo fortalece en realidad lo debilita. Gobernar de esta manera, a través de la construcción de élite cerradas termina por aislarlo de la realidad, de la tolerancia y la pluralidad. Finalmente, la erosión de la legitimidad se vive ya en el ambiente oaxaqueño que ya no solo pide, sino que exige la revocación de su mandato, misma que al ser organizada por sus propios subalternos le dará el resultado que él quiera, pero en el ánimo de la gente el rechazo quedará sea cual sea el resultado.

El nepotismo no es una casualidad, es parte del plan de desmantelamiento institucional del obradorismo inmoral para eternizarse en el poder. La corrupción vuelve a aceitar la maquinaria gubernamental y lo que vivimos ahora es la pesadilla del infierno populista, mucho peor que la noche neoliberal.

nestoryuri@yahoo.com

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