Lisbeth Mejía Reyes/Zona Roja.
Oaxaca, Oax., a 14 de octubre de 2025.- A los cuatro años de edad, Carlomagno Pedro Martínez estuvo a punto de morir a causa de la escarlatina.
La costumbre de entonces era medir a los niños convalecientes con un listón negro para ofrecérselos a la Virgen de La Soledad, patrona de los oaxaqueños, y su madrina Teresita no dudó en proponerle eso a su madre, quien se molestó, lo mismo que sus hermanos.
«¡Quién sabe cómo le hice para luchar, pero yo no me quería morir desde entonces!» Entre risas que contagian a los demás, el artesano-artista de San Bartolo Coyotepec (1965) recuerda aquel momento crucial de su vida, la que también estuvo en riesgo por el dengue que padeció en 2024.
Tranquilo, a veces con un tono melancólico al recordar a sus familiares fallecidos, pero también feliz porque ha logrado lo impensable, Carlomagno habla de la muerte, aquella a la que ha dado forma a través del barro negro en la exposición «El muerto al pozo y el vivo al gozo”. La exposición se presenta desde el 10 de octubre y hasta el 18 de enero en el Centro Cultural San Pablo, ciudad de Oaxaca.
Trabajar el barro negro es un legado de sus padres, también una manera de mantener la tradición de su pueblo natal y de recordar a sus ancestros, entre estos a su abuela Herminia, quien le enseñó a amar a la tierra.
En esta exposición, el también Premio Nacional de Ciencias y Artes (2014) presenta aproximadamente 40 piezas en torno a la vida y la muerte, pero que igualmente tratan de la importancia del maíz, la tradición oral, la política y las tradiciones como el Día de Muertos o Todos los Santos y Fieles Difuntos.
«Cómo no recordar ese olor a chocolate o mole, a mi abuela que era una campesina burda, en cierto sentido, una señora mestiza haciendo su chocolate, mole, y contándonos las historias a mis hermanitos y a mí de dónde veníamos, de cómo era el amor a la tierra. De cómo teníamos que tenerle un culto a la tierra porque era nuestra madre. Decía: miren hijos, ustedes no deben hacer berrinche y menos patalear y arañar la tierra con sus pies porque es como si le arañaran la cara a su madre», cuenta el autor.
Formado en el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo, bajo la guía de Roberto Donís, Carlomagno comparte su obra a través de cuatro temáticas: La jocosa muerte, Muertos de maíz, Regresan los difuntos y Tzompantli. A través de estos temas o núcleos, muestra también la relación de su trabajo con el del grabador José Guadalupe Posadas, especialmente por la crítica a través de la calavera garbancera o catrina.
Paseantes, plañideras, catrinas, borrachos, barqueros, animales, ángeles y demonios son algunas de las figuras que conforman la exposición, además de tzompantlis o muros de cráneos y representaciones de la madre tierra primigenia, como nueva Tlatecuhtli o Coatlicue.
«Al presentar mi trabajo aquí, con el material de mi pueblo, con el barro negro, evoco a mis ancestros y parece que estuvieran aquí latentes mis abuelitos. Cómo no recordar a mi abuelito Camilo, a mi abuelita Agustina, a mi abuelo Emmanuel, a mi abuela Herminia, a mi abuela Magdalena. Ellos estuvieran bien contentos».
