Inicio COLUMNA Opinión. La devoción del Señor del Rayo: de la historia y etnografía oaxaqueñas a la agricultura

Opinión. La devoción del Señor del Rayo: de la historia y etnografía oaxaqueñas a la agricultura

por Agencia Zona Roja

Dulce Hemilse Hernández Matías

El festival del Señor del Rayo, celebrado en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción en Oaxaca, se erige como una institución que trasciende la mera expresión de fe. 

Esta celebración no solo está arraigada en la espiritualidad de sus participantes, sino también en prácticas agrícolas y fenómenos naturales que han moldeado la existencia de los nativos en la región.

El culto al Señor del Rayo tiene sus inicios en 1540, cuando se promulgó la adoración de un ícono particular de Cristo cercano a Oaxaca. Este hito marcó una intersección significativa entre las creencias prehispánicas y la incipiente religión cristiana. 

Juan Yáñez sugiere que este fenómeno podría considerarse como «un tipo de documento elocuente», un registro histórico que respalda un futuro ideal y deseado al tiempo que destaca un desplazamiento geográfico.

La representación del Señor del Rayo, un Cristo crucificado venerado en Oaxaca, simboliza no solo una comunidad religiosa, sino también una rica cultura, historia y teología. 

Esta evolución ha sido notable desde el Concilio Vaticano II, que promovió una

transformación en la misión y liturgia de la Iglesia, acercándose a la diversidad cultural de América Latina.

La llegada de los Cristos a Latinoamérica, especialmente a la Nueva España, tiene sus raíces en la conquista. Los españoles no solo trajeron la fe cristiana, sino también una concepción de divinidad que impactó la re-definición de lo sagrado. 

Historiadores como Gustavo Gutiérrez destacan que este proceso fue sincrético, enfatizando el “encuentro entre dos mundos», lo que permitió que la figura de Cristo europea se mezclara con las expresiones indígenas.

La cruz de Cristo emergió como un ícono de liberación para muchas comunidades oprimidas, un legado que se hizo evidente tras el Concilio Vaticano II. 

Durante este tiempo, se desenvolvió un énfasis cristológico entre los teólogos latinoamericanos, promoviendo una contextualización del Evangelio que resonaba con el sufrimiento de los pobres y oprimidos. 

El teólogo Leonardo Boff subraya que Jesús de Nazaret, en su marginación, se convierte en un símbolo de solidaridad con los excluidos.

En Oaxaca, la devoción hacia el Señor del Rayo ha evolucionado, incorporando elementos culturales locales. 

Esta imagen no solo representa el sufrimiento, sino también un legado histórico compartido en la lucha contra la opresión. A pesar de los cambios, el culto sigue siendo una afirmación de resistencia y vida, entrelazando la fe con el contexto sociopolítico.

El festival del Señor del Rayo, que se celebra el 23 de octubre, es un evento significativo que trasciende la simple religión. Se convierte en un momento de unidad y pertenencia, atrayendo miles de peregrinos y generando un ambiente cargado de rituales, música y danza. 

Este evento no solo sigue una tradición, sino que también se inserta en un contexto social de resistencia.

Los vínculos entre la veneración del Dios del Trueno, Cosijo, y la agricultura son

indisolubles. En Oaxaca, donde la agricultura depende de las lluvias, la conexión entre el rayo y la fertilidad es fundamental. 

Los habitantes oran por cosechas abundantes, especialmente en octubre, marcando su relevancia cultural y agrícola.

La relación entre tradición indígena y el cristianismo ha resultado en un sincretismo significativo, donde el festival no es solo un acto de fe, sino también una celebración de la identidad cultural. 

A medida que la comunidad honra al Señor del Rayo, se reafirma su historia y su lucha contra la adversidad, consolidando un legado que ha perdurado a lo

largo del tiempo.

El culto al Señor del Rayo se sitúa en un cruce de caminos entre historia, agricultura y espiritualidad. 

Este festival, lejos de ser una mera observancia religiosa, se manifiesta

como un acto de resistencia y unidad en la identidad oaxaqueña. La interacción constante entre tradición e innovación, así como la reinterpretación de la figura de Cristo, subrayan la necesidad de una fe contextualizada que refleje las realidades culturales y sociales de la región. 

Así, el cristianismo en Oaxaca se erige como un espacio de esperanza y

resistencia, reafirmando la importancia del patrimonio cultural en la vida contemporánea.

Referencias:

Alcina, L. (1993). “La celebración del Zaha y su contexto agrícola”.

Báez, F. (2025). “La religiosidad popular en Oaxaca: entre lo indígena y lo cristiano”.

Bartolomé, M. (2025). “Historias de fe: la devoción en Oaxaca”.

Broda, J. (2025). “Rituales y paisajes: el culto agrícola mesoamericano”.

Yáñez, J. (2025). “El Señor del Rayo: historia y significado de una devoción”.

Boff, L. (1990). “Jesús: Una tentativa de cristología”.

Gutiérrez, G. (1988). “Teología de la liberación”.

Ruiz, J.-P. (2011). “La cristología de la liberación en América Latina.

Semblanza”.

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