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Opinión. La burla a la Revolución

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

Un homenaje le llaman, pero un escuálido desfile por nuestras calles se interpreta más como una burla que como un homenaje para celebrar algo que ni conocen ni sienten. Eso en nuestra capital, en la capital del país, la señora presidenta recurrió a un teatro guiñol en donde usó al ejército para escenificar una ridícula pantomima de adelitas y juanes para recordarnos que ellos son los herederos de las transformaciones del país. Efectivamente, son la cuarta, pero no transformación sino herederos de la trotskista 4ª Internacional.

Los mitos nacionales no nacen de la nada: se construyen, se administran y, sobre todo se manipulan. Ejemplo claro de ello es la artificial vigencia que hoy le dan desde el gobierno a una Revolución que ya nadie añora por una sencilla razón: salió peor que el régimen al que derrocó y cuyos herederos hoy nos enseñan como mentir, robar y traicionar con todo cinismo. En un principio, el alzamiento fue contra el autoritarismo de Díaz, la desigualdad y la cerrazón del sistema político. Hoy nos han regresado a lo mismo y usan a la Historia para encubrir sus fechorías y legitimar su corrupción.

Al concluir la lucha armada México no llegó a la democracia. El poder quedó en manos de los sonorenses y, de ahí para acá, ha pasado de manos de una elite a otra. El partido de Estado que surgió en la década de los 20 se repite hoy, cien años después en el movimiento morenista-estatista. Eso sí, se autodenominan custodios de la democracia.

La Revolución la usó el régimen a placer. Lo estudiamos en las aulas y lo vimos hasta en el cine: todo era adoctrinamiento para legitimar un proyecto paternalista, altamente centralizado y profundamente corrupto. Ese fue el México del siglo XX y que hoy regresa de la mano de Morena y sus aliados al poder. Decía don López que había derrotado al clientelismo, a la mafia del poder y a los ladrones de cuello blanco: sus discursos solo fueron una máscara, su verdadero rostro es el autoritarismo simbolizado en su famoso “dedito”.

La ironía salta a la vista ante la destrucción del patrimonio y las instituciones de la república. Hacen lo mismo que le critican a Don Porfirio Díaz, pero sin la grandeza de éste. Vivimos hoy un neoporfirismo, pero de cuarta categoría, muy ladrón, vulgar e ignorante.

No hay que recurrir a los juicios morales para calificar al PRI reunificado en Morena porque hablamos de hechos históricos: Gobernadores, caciques regionales, operadores electorales, cuadros sindicales y políticos formados en la escuela del PRI encontraron en la llamada Cuarta Transformación una nueva plataforma para continuar haciendo lo que sabían hacer: gobernar desde el poder absoluto, administrar recursos como botín y vestir sus decisiones con la retórica del pueblo.

La reivindicación de figuras históricos, como Ricardo Flores Magón, es simplemente un medio de legitimación patriotero y barato. Ellos asumen que también han luchado por cambiar al país, solo que Flores Magón arriesgó todo, su libertad y su vida, y nuestros nuevos luchadores lo hacen desde la comodidad de su base sindical o puesto burocrático en donde nada arriesgan. Cada que invocan al pueblo para justificarse, en realidad, nos están viendo la cara de tontos. El pueblo es un sujeto político y no una concepto sacralizado para usarlo a conveniencia.

El mito de la Revolución es vigente porque es funcional para el gobierno en turno cuando trata de vestirse como el salvador de la patria, sin embargo, normalmente usan el mito solo para esconder sus derivas autoritarias y corruptas, como el gobierno actual que llegó prometiendo justicia, democracia, igualdad y todo ello solo quedó en un recurso retórico que ya ni sus antiguos aliados de la Sección 22 le creen a la presidenta y a su jefe en Palenque.

La invocación de la Revolución es solo una coartada para justificar la necesidad de otro autoritarismo. La concentración de los tres poderes en manos de un solo partido nada tiene de democrático. Es necesario rescatar a México como lo hicimos del PRI y dejar a la Revolución que descanse en paz.

MORIR POR ESCRIBIR.

Ricardo Flores Magón murió por escribir lo que pensaba. Han pasado cien años y en México se sigue muriendo por lo mismo. El crimen organizado, como parte de las nuevas estructuras del poder, ha sustituido a los viejos caciques de a caballo y pistola al cinto por sicarios armados con fusiles de asalto y manejando enormes camionetas. 

Flores Magón fue convertido en mártir por el PRI y fue más político que periodista que usó a la prensa para difundir su pensamiento. A partir de su muerte su nombre es referencia para la defensa de la libertad de expresión, para movimientos sociales y obreros y, aunque al gobierno no le agrade, de la prensa que cumple con su papel de incomodar al gobernante.

nestoryuri@yahoo.com

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