Porfirio Flores*
El 8 de marzo se ha convertido en una fecha emblemática para el movimiento feminista de México. En los últimos dos años diversos colectivos han convertido ese día en una oportunidad para manifestar y expresar antiguas y nuevas demandas. La gran diferencia en estos últimos tiempos es la violencia exacerbada con que acompañan sus marchas.
La celebración data de 1975 cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 8 de marzo como la fecha internacional para conmemorar la lucha de las mujeres a lo largo de la historia. En México, mucho antes que la ONU, definiera una fecha, a partir del 1961 cada 15 de febrero se estableció como el Día de la Mujer en el calendario cívico.
Sin embargo, esta conmemoración pasó desapercibida y finalmente el movimiento feminista mexicano tomó el 8 de marzo como la fecha para manifestarse públicamente. Fue a finales de la década de los 90 cuando se comenzó a apreciar con más contundencia esta conmemoración.
Haciendo cuentas, desde hace 20 años, en México el 8 de marzo forma parte del paisaje social. En los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, las mujeres salían a la calle para mantener vigente la lucha de sus antecesoras por mejores condiciones laborales, políticas, sociales y económicas.
No obstante, es imposible señalar que las ediciones de los años 2019, 2020 y 2021 –mandato de Andrés Manuel López Obrador– han tenido un cariz cada vez más violento, aunque quienes miran con simpatía el movimiento feminista justifican al cien por ciento los desmanes y destrucción que dejan a su paso los contingentes ese día.
Edificios públicos, monumentos históricos, servicios públicos (como el metro en la Ciudad de México), así como comercios e incluso iglesias son pintarrajeadas, y dañadas bajo el argumento de que sirven para llamar la atención por los feminicidios en todo el país, lo que provoca un sabor agridulce en quienes apoyan la causa, pero resienten gravemente la violencia a edificios y personas.
La edición 2021 tuvo como marco dos hechos que generaron gran malestar entre los colectivos feministas: la candidatura al gobierno de Guerrero de Félix Salgado Macedonio, un político del partido oficial Morena acusado de violación, y la valla que protegió al Palacio Nacional.
Sin embargo, ambos factores o hechos de ningún modo desmantelaron la percepción presidencial que detrás del movimiento feminista hay intereses creados que tienen como objetivo minar su gobierno y en ese sentido ya ha trazado la ruta de su gobierno frente al feminismo que prospera en las calles.
Justo ahora se libra una batalla, por un lado, las feministas y sus grandes aliados en medios de comunicación y partidos políticos, han convertido la fecha y el tema en el gran ariete para exigir al presidente empatía con ellas, pero del lado del gobierno se mantendrá la posición de que ese movimiento está engrandecido artificialmente.
El feminismo parece haber tomado partido y el Presidente Andrés Manuel López Obrador se ha atrincherado para resistirlo. La primera gran escaramuza fue el pasado 8 de marzo en la que resaltaron las grandes diferencias conceptuales del problema de las mujeres en México.
* Periodista y licenciado en Derecho.