Porfirio Flores*
¿Qué lección nos dejaron los comicios de hace unos días en México? Muchas, pero me concentro en personajes que triunfaron sobre los candidatos del partido gobernante. Muchos no logran explicar cómo un personaje con tantos claroscuros como el hoy gobernador electo de Nuevo León, Samuel García llegó al gobierno estatal.
Sus exabruptos, su misoginia, su permanente burla por las clases marginadas y su confirmada posición de privilegio ante la vida, que no tiene nada de malo, siempre y cuando con ella no se estigmatice, dieron mucho de qué hablar.
La razón de su triunfo es sencilla: hay un segmento de la población exasperada con la Cuarta Transformación, a quienes no les importa ni la persona, ni sus propuestas y muchos menos su trayectoria con tal de hacer visible y patente su molestia con el lopezobradorismo. Ellos sufragaron solo por ir en contra. Es penoso decirlo, pero fue un voto con el hígado.
En ese mismo escenario se presenta el caso de Gabriel Quadri que derrotó a Pablo Gómez, que es no solo uno de los mejores cuadros del morenismo, sino un parlamentario de larga carrera y gran experiencia. En la Ciudad de México la dirigencia del Movimiento de Regeneración Nacional sigue cuestionándose qué falló.
Quadri, quien dijo que los estados de Guerrero, Chiapas y Oaxaca le cuestan mucho al país y no aportan nada, de tal manera que sería bueno segregarlos de la Federación, ganó y de qué manera, pero es evidente que quienes votaron por él lo hicieron bajo la misma tónica que los electores de Nuevo León: molestia y fastidio con el partido en el poder.
Aplica lo mismo con Margarita Zavala. No es que de la noche a la mañana la gente haya olvidado la clase de gobierno que Calderón y ella encabezaron, no. Lo que ocurre es que los electores votaron solo para descargar su ira y fastidio con AMLO. Zavala no tiene ni agenda ni propuestas, pero ahí está, es diputada federal electa.
Es equivocado pensar que Samuel García, Quadri y Zavala llegaron por sus ideas o su carisma. No. Ellos ganaron tan solo por aquellos que con su voto expresaron su fastidio. Esto abre un escenario que debe preocupar seriamente a Morena. Algunos dirán que fue el mismo fenómeno de AMLO, pero esto es distinto porque los tiempos están cambiando. La polarización ha alcanzado otro nivel.
De ampliarse el margen de personas que se sientan agraviadas con las políticas del gobierno respecto a temas tan sensibles como el aborto y la familia, México puede tener un presidente electo no por razón, sino por resentimiento, donde no importe si tiene propuestas o trayectoria como ocurrió en Estados Unidos con Donald Trump y en Brasil con Bolsonaro.
*Abogado y periodista.