Néstor Y. Sánchez Islas
Dos discursos están presentes en Oaxaca. Uno escrito en los muros de la ciudad que gritan contra el sistema capitalista y otro que se escribe en las oficinas de gobiernos y políticas públicas que plantea la inversión privada como una solución al rezago tradicional oaxaqueño.
Los muros lo gritan, los campesinos del istmo se van contra la inversión extranjera y sus parques eólicos, los comuneros de Coyotepec cierran una de las pocas empresas industriales, la tenencia de la tierra en el eterno limbo en la modalidad de propiedad social y su consecuente falta de certeza jurídica.
Planes para el desarrollo oaxaqueño no han faltado y, dado que la memoria colectiva es muy corta, hay que ayudar a recordar que cada presidente ha traído su plan debajo del brazo, pero por la conflictividad social, la geografía, la falta de recursos y la corrupción no se han cumplido o han llegado demasiado tarde.
El caso del ferrocarril interoceánico es buen ejemplo de hacer las cosas mal y fuera de tiempo. Si las condiciones del país lo hubieran permitido se hubieran aprovechado más de 50 años de operación antes de la entrada en funcionamiento del canal de Panamá. El ferrocarril entró en operaciones en 1907. Para 1914 inició la Primera Guerra Mundial y poco después inició el tráfico marítimo por el canal. Apenas se tuvieron siete años de bonanza para recuperar la faraónica inversión que se realizó. Nunca el país recuperó ese dinero porque desde 1914 la vía y el puerto de Salina Cruz han sobrevivido más por los subsidios del gobierno que por las operaciones comerciales que ahí se realizan.
Nuevamente la zona del istmo de Tehuantepec, y todo Oaxaca, tiene otra oportunidad histórica. Se dejó ir la oportunidad de ser líder del comercio mundial a fines del siglo XIX por la tardanza en construir la vía de comunicación. Estamos en camino de dejar ir la oportunidad coyuntural creado por la pandemia, el enfrentamiento entre China y los Estados Unidos y la invasión de Rusia a Ucrania.
Visitó nuestra ciudad capital el embajador de los Estados Unidos para convocar a una reunión con los gobernadores del sur-sureste del país. Además de los motivos geopolíticos existen razones económicas de primer orden. Los inversionistas que van a abandonar China están buscando lugares para instalar sus factorías y, por razones geográficas, nuestro país es un candidato natural para recibir mucha de esa inversión.
El norte y el bajío son las zonas naturales para recibir esas fábricas y fuentes de trabajo. Cuentan con una población mejor educada y capacitada en cuestiones técnicas y tecnológicas, cuentan con mejor infraestructura como vías de ferrocarril, autopistas, aeropuertos y puertos. El activo principal es su gente por la mentalidad con que trabajan. El norte del país desarrolló desde el siglo XIX una clase empresarial con una mentalidad innovadora que aquí no tenemos.
La historia económica del norte del país debería ser copiada por los estados del sur. Aprovecharon la coyuntura de la Guerra de Secesión para crear una profunda relación comercial entre el sur de los Estados Unidos y el norte de México. un corredor en forma de medialuna que va de Chihuahua a La Laguna y concluye en Monterrey es ejemplo de pujanza y prosperidad. La situación mundial les ofrece hoy a los estados del sur de México una nueva oportunidad que, en caso de dejarla pasar, quizá deberemos esperar otros cien años por una nueva.
No es López Obrador el primer presidente que quiere el desarrollo del istmo de Tehuantepec. Peña Nieto creó las zonas económicas especiales o Vicente Fox el plan Puebla-Panamá. Así como fracasaron los planes anteriores el plan actual va en el mismo camino porque en la mentalidad de muchas oaxaqueños la inversión privada es perjudicial para nuestra soberanía y dignidad, conceptos que tienen en alta estima, pero que también permite su fácil manipulación.
El Oaxaca anticapitalista existe y es una postura común entre la población. Y hay razones ideológicas e históricas para ello, pero sería mejor que esa postura anticapitalista se convirtiera en un medio para llegar al bienestar que en un fin que nos mantenga en el rezago permanente.
Los oaxaqueños somos muy tradicionalistas. Si bien el rechazo al sistema capitalista es fuerte, son más fuertes los usos y costumbres y las tradiciones heredadas de la época colonial y el siglo XIX las que moldean la conducta contradictoria de la gran masa. Su conducta comparte mucho del positivismo conservador e idealista del siglo XIX.
Los muros anticapitalistas son expresiones de los propios grupos políticos hoy en el poder. La gente sabe que necesita trabajar y que las empresas e inversiones privadas son necesarias. No veo cómo el entrante gobierno controlará a sus aliados porriles, a quienes además deberá compartir el poder, para cambiar posturas y discursos y dar la bienvenida a lo que históricamente han rechazado y que necesitamos: inversión privada.
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