Gibrán Ramírez Reyes*
Las fuerzas estructurales de la historia suelen imponerse a los individuos. Las clases sociales, los intereses de la economía política –todo lo que suele llamarse factores reales de poder— las ideas dominantes, las pasiones que estructuran patrones de acción más regulares en una cultura y una época de lo que cualquier visión individualista querría –es decir, una cierta estructura moral—, todo aquello que damos en llamar espíritu de la época puede tragarse a cualquier lucha por tenaz, legítima y noble que parezca o empiece.
La hegemonía, tal y como decía Miliband, está más hecha de resignación ante el paso de esas fuerzas y esas estructuras económicas, políticas y morales, que de adhesión activa.
Por eso, creo que es irresponsable culpar únicamente a López Obrador y la flexibilidad de sus principios (y de quienes lo siguen) de la militarización y la decadencia del presente, obra de la clase política en su conjunto.
Sí es, en cambio, el responsable de terminar con la inestabilidad de la hegemonía neoliberal.
En su momento, Octavio Rodríguez Araujo habló de dos regímenes sobrepuestos, porque había fuerzas sociales del viejo régimen que no dejaban triunfar plenamente las ideas neoliberales.
Nunca el neoliberalismo consiguió carta de legitimidad en todas las fuerzas políticas grandes del país sino hasta nuestros días: decir que ha terminado el régimen neoliberal cuando sus rasgos esenciales sólo se han endurecido sólo lo naturaliza.
Algunos pensábamos que, de darse, el fracaso de la autoproclamada 4T, tal y como está sucediendo, abriría el paso a una derecha extrema. He cambiado de opinión. AMLO ha logrado ocupar todo el espectro político.
Las principales fuerzas de la izquierda partidista y sus élites se licuaron en Morena.
Sosteniendo que este gobierno es de izquierda han perdido ahora sus viejas ideas, pero han ganado poder y dinero. Algunos, incluso, prestigio.
Aunque por su condición de partido triunfador buena parte de la clase política del neoliberalismo se ha mudado a Morena, por motivos identitarios, la izquierda tardará en rearticularse en un partido, si llega a hacerlo.
Pero AMLO también ha cerrado el espacio para el surgimiento de la derecha extrema. El presidente tiene un discurso patriótico y ahora militarista.
El desarrollo y la seguridad social han sido sustituidos por una política de transferencias sin mayor horizonte, con la idea conservadora a la vez que privatizadora de que la principal institución de seguridad social es la familia. ¿Hacia dónde crecería una derecha extrema?
El único espacio que les ha dejado AMLO es el de las reivindicaciones más rocambolescas. Por eso, quienes han aspirado a ocupar ese lugar, como Gabriel Quadri, han terminado en caricatura.
La orfandad política de nuestros partidos sólo terminará con una combinación de dos cosas: un cambio generacional y una renovación intelectual.
Puede haber insumos en la tradición del liberalismo social mexicano que AMLO alguna vez dijo seguir.
Frente al militarismo habrá que blandir a Juárez, frente a las políticas que reivindican el espacio privado como sustituto de las instituciones públicas, a Lázaro Cárdenas, frente a la intolerancia y los embates al pluralismo, a Reyes Heroles.
*Doctor en ciencia política.
@gibranrr