Néstor Y. Sánchez Islas
Llegó la hora. Dentro de unos días será pasado y la historia iniciará el análisis para colocar a esta administración gubernamental en el lugar que le corresponda.
En los días que quedan no se terminará la ampliación al aeropuerto, ni las nuevas carreteras al Istmo o la Costa, tampoco el centro cultural en donde estuvo el ahora demolido teatro “Álvaro Carrillo”. El búnker del Centro de Convenciones se quedó a medias, en las mismas condiciones del día de su inauguración, pero mucho muy deteriorado. El caprichoso Centro Gastronómico no solo está inconcluso, es un fracaso.
La falta de infraestructura física es evidente, sin embargo, lo más serio no es lo que a simple vista resulta obvio, sino aquello conformado por las estructuras de poder que no se atrevió a tocar, pero que toleró y enriqueció.
La falta de arraigo, de auténtico conocimiento de la entidad, pesó mucho más que los grados académicos del titular del gobierno y no quiso, o no pudo, ir más allá de solo ser un administrador para dejar pasar los años, lograr una gobernabilidad haciendo todo tipo de “concertacesiones” y usar nuestros recursos para proyectarse a nivel nacional.
A los conocidos poderes fácticos de la Sección 22, del sindicato de burócratas estatales y federales hay que agregar las mafias transportistas y el control de algunas zonas de la entidad por el crimen organizado.
El mismo zócalo de la ciudad es un ejemplo del retroceso del gobierno. Nada se hizo por recuperar ese espacio, sigue en manos de “organizaciones” sociales que, se cree, tienen vínculos criminales.
Tenemos profundos problemas de desigualdad y en este sentido poco se hizo. Las estructuras de dominación siguen intactas. El sociólogo Anthony Giddens escribió: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como ellos quieren, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas por el pasado”.
Ese pasado, esa mentalidad medieval sigue presente en Oaxaca, ese gozo por la victimización y esa docilidad para dejarse manipular por mensajes mesiánicos.
Un medio para disminuir la desigualdad es la cultura, y este gobierno la usó, pero dándole un sentido frívolo y político; la visión comercial fue la prioridad. No tenemos industrias ni poderosos comercios, pero tenemos un enorme capital en la cultura local que, por usarlo políticamente, está en riesgo de perder su simbolismo tradicional para convertirse solo en una representación teatral para agradar al turista.
Oaxaca no es un mundo “Barbie”, no somos una sociedad de plástico, no debemos ser el objeto de la venta sino los sujetos beneficiados por buenas políticas públicas que hoy están en contra nuestra.
La tolerada masificación turística, gentrificación y gourmetización la pagamos todos a través de carísimos servicios, rentas y especulación inmobiliaria, pero con salarios bajos que no le alcanzan al trabajador para gastar más que en lo indispensable, por tanto, la economía no mejora.
Tampoco se enfrentó la informalidad laboral, entre ellos el ambulantaje. Ha pasado de ser una solución temporal por falta de empleo a un modo de vida permanente. Oaxaca es líder a nivel nacional en precariedad en el trabajo.
Este gobierno se ha comportado más como el turista que se sorprende con cada artesanía, comida o población que encuentra a su paso que como el gobernante responsable de atender los problemas.
La conflictividad social de los oaxaqueños se acrecienta más con el paternalismo y de ello dan fe los cientos de organizaciones chantajistas que bloquean una y otra vez calles y carreteras cada que necesitan dinero.
Pocas relaciones tendió con la prensa local, poca simpatía hacia colectivos y organizaciones feministas, pero atención desmedida al mundo gourmet de los chef, reflectores para unos pocos mezcaleros y las frivolidades de portadas de revistas.
Gobernar para la foto y administrar los problemas, el gatopardismo en acción. Vivimos un problema cantado desde hace años que ciertamente es del ámbito municipal, la crisis de la basura. Pudo haberse buscado una solución desde hace años, pero se dejó estallar.
Construir ciclovías en calles del centro y la colonia Reforma cuando que se necesitan en Santa Rosa, San Juanito, Montoya o San Martín, por ejemplo. Los motivos fueron mediáticos, era necesario proyectar la imagen de una autoridad preocupada por las nuevas formas de movilidad que atender un problema que se paga con la vida de los ciclistas atropellados.
Le costará mucho trabajo deslindarse de las pillerías del “cártel del despojo”, un problema que llegó a los noticieros nacionales y que el propio presidente abordó en una mañanera. Los involucrados pertenecen todos al ámbito del gobierno estatal, incluidos políticos convertidos en notarios que han llegado a ese gremio cargando sus mañas y malas artes.
La frivolidad tiene su encanto, pero no como política de gobierno.
Twitter @nestoryuri