Néstor Y. Sánchez Islas
Así le dice la sabiduría popular a lo que los politólogos, desde Aristóteles, le llaman demagogia. Este inicio de año, como nunca, le ha caído en la cara al régimen en el poder.
Desde las promesas de bajar el precio de la gasolina a diez pesos, acabar con la corrupción, el amiguismo o el compadrazgo, la superioridad moral, los abrazos y no balazos y la ahora muy recordada declaración mañanera de que no se volverían a ametrallar personas desde los helicópteros, pero lo hicieron para capturar a Ovidio Guzmán. Todas esas declaraciones, y muchas más, son producto de la imprudencia y de la falta de responsabilidad cívica. Las redes sociales están inundadas de frases, discursos y mensajes que ilustran como lo que escupieron en campaña hoy lo reciben en el rostro.
El demagogo vive de adular a la gente, por ello los insultos contra las clases medias, los intelectuales o los empresarios. Para la gente de la calle escuchar esas diatribas desde el palacio nacional y en boca del presidente es como recibir caricias en los oídos. “No me vengan con que la ley es la ley”, una de las frases con que lo recordará la historia es una muestra de como el demagogo coloca los deseos populares por encima de la ley, por eso la falta de Estado de Derecho en nuestra vida cotidiana, por eso el desprecio al orden jurídico.
El demagogo adula al pueblo para obtener el poder absoluto. Su necedad en erosionar las instituciones o de plano desaparecerlas es, en el fondo, su deseo de convertirse en un tirano. Al dominar el discurso adulador dirigido a las clases populares y desvirtuar la verdad domina al país. Como dice la canción: “el problema no es que mienta, el problema es que le crean”.
COMUNICACIÓN SOCIAL
La “primavera oaxaqueña” ha tenido varios tropiezos y tempraneros escándalos. Desde el nepotismo justificado desde el palacio de gobierno hasta las médicas que se hacen pasar por doctoras. Pero esto queda como pequeño detalle ante el atentado contra el derecho a la información cometido desde la oficina respectiva del palacio.
Justificándose en la aplicación de un orden para las mañaneras oaxaqueñas, la oficina en cuestión publicó una serie de reglas que pueden definirse muy bien con una sola palabra: discriminación. Así es, desde el palacio de gobierno.
Para acceder a las “conferencias” lanzan una serie de condiciones, como los días en que deberán acreditarse los reporteros, las horas en que se les permitirá la entrada, el lugar que les asignarán, una especie de gayola, es decir, por allá atrás, donde no estorben. Lo delicado es el trato discriminatorio que restringe las acreditaciones a quienes tengan “fan page” de alguna red social, pero con un mínimo de 15 mil seguidores. Esta restricción es el abierto desaire contra el derecho humano y constitucional a la información, contra el que podrían ampararse quienes no reciban el dichoso gafete.
Deberían saber que la información se transforma en cultura. “El derecho a la información no se reduce a la transmisión del dato frío, sino también de una noble y generosa dimensión humana que lo proyecta como creador de obras y cultura”, como lo señala la AMEDI en su portal web. Y agrega que con ella se construye la civilización y se diseñan sistemas jurídicos, sociales y culturales.
El derecho a la información se colocó a nivel constitucional en México en el sexenio de José López Portillo. Fue letra muerta hasta la llegada de Vicente Fox a Los Pinos que lo reglamentó y creó los institutos de transparencia y acceso a la información, mismos que hoy intenta desaparecer la mal llamada cuarta transformación en su ánimo totalitario.
El derecho a la información se basa en tres aspectos importantes: el derecho a atraerse la información; el derecho a informar y el derecho a ser informado.
El derecho a atraerse la información es lo que vulneran al discriminar a medios con menos de 15 mil seguidores, lo que también indica que este gobierno busca la superficial popularidad en lugar de la trascendencia informativa. El derecho de los reporteros a atraerse la información se ve coartado al someterlosal rasero de su popularidad, lo que termina siendo discriminación que puede ejemplificarse con medios informativos de pequeñas comunidades del interior del estado que no cuentan con la difusión de los medios de las grandes ciudades, y cuyos usuarios no serán informados debido a las políticas excluyentes del primaveral gobierno.
El gobierno no debe restringir el trabajo de medios incómodos a través de vías indirectas, como el caso de poner un mínimo de popularidad para ser acreditado. Popularidad de un medio no significa calidad y veracidad de su información. Deben tener en cuenta que “el derecho a la información es un derecho universal, interdependiente, indivisible y progresivo y, por tanto, en lugar de ser atacado debe ser tutelado por el Estado”.
“Los medios de comunicación son los que materializan la libertad de expresión”. La pluralidad es incluyente.
Twitter @nestoryuri