Ismael García M./Zona Roja. Foto: Cortesía
Oaxaca de Juárez, Oax., a 19 de febrero de 2023.- Caía la tarde. El sol se resguardaba tímido en el horizonte, acaso para no ver el dolor. Las lágrimas. El triste adiós.
Allá estaban ya los blancos y puros ataúdes. Como sus almas. Como sus sueños, opuestos a la vida gris a la que eran obligados en las calles.
En el fondo de la fosa yacían los cuerpos de Perla y de Daniel. La triste despedida para los hermanitos de nueve y siete años, que fueron asesinados el sábado en un tramo carretero de la vía Juchitán-El Espinal.
El cortejo salió por la tarde de la sencilla vivienda, ubicada en la calle Demetrio López de la colonia Fidel Peña Hernández de Juchitán.
Cientos de personas se unieron al dolor de las almas blancas que salían por última vez de casa. De esa casa en la que vivían alegrías a su modo; tristezas y presiones al modo de otros. ¿Quién los mató? Nadie sabe aún.
Recorrieron las calles con rumbo a la iglesia; una parada en el monumento a los Héroes Juchitecos y de ahí al panteón.
Taxis y mototaxis en el acceso al camposanto. El ruido de las bocinas para recibir en su última morada a Perla y a Daniel.
Ingresaron al panteón “Domingo de Ramos”, entre vivas y gritos de justicia. Flores blancas, muchas; coronas por doquier.
Un mariachi también en el acceso, con tristes notas al son de las trompetas: “Descansa mi amor, descansa mi bien; descansa mi amor, que todo está bien”.
Ahí estaban los niños y las niñas que los acompañaron. Vestidos de blanco, globos en mano, flores del mismo color. Sus compañeritos y maestros de la escuela primaria “Saúl Martínez”, que no aceptan el cruel destino de los pequeños. Apenas hace unos días, jugaban, reían, corrían por el patio de la escuela.
¡Justicia, justicia, justicia! El grito que se perdía entre las tumbas; que se llevaba el fuerte viento de “Norte”; que se tragaba el frío vespertino; la fría tarde dominical del último adiós.
Música alegre para despedir a los angelitos; música que no lograba disimular el dolor de los juchitecos. Y de todos. “En una bosque de la China, un chinito se perdió… era de noche, y la chinita, tenía miedo, miedo tenía”…, resonaba mientras bajaban los ataúdes.
Así terminaba el proceso fúnebre de dos horas de lágrimas, de gritos, de exigencias. Pero de eterna tristeza en las familias juchitecas por la cruel forma en que partieron a una vida mejor los pequeños.
“Viva Daniel, ¡viva Perla!, ¡viva Daniel!, ¡viva Perla!”. Los cohetes surcaron el aire, las paladas de tierra ensuciaban los féretros. “¡Te queremos Perla, te queremos!, ¡te queremos Dany, te queremos!”.
Ahí quedaron sus cuerpos inocentes. Ahí los pequeños que un día creyeron en un mejor futuro, de sonrisas, de papá y mamá, de abrazos, de besos, de cuidados que tanta falta les hicieron…