Néstor Y. Sánchez Islas
Un fenómeno que se da nivel nacional se repite en Oaxaca y algunas comunidades. Cada vez es más frecuente encontrar por las calles a extranjeros, no en plan de turistas sino de residentes temporales o permanentes.
Lo habitual era verlos en el centro, los sitios arqueológicos o las playas. Se les reconoce a simple vista. No conocemos su país de origen, pero a todos les aplicamos el peyorativo “gringo”. Para ellos se han invertido millones de pesos en infraestructura, como aeropuertos, hoteles y recintos culturales. Son la fuente de ingresos más importantes para un estado que tiene que vender su cultura porque carecemos de industrias y de centros tecnológicos.
Los podemos encontrar más allá del barrio de Xochimilco, San Felipe o Jalatlaco. Colonias como la Sabino Crespo, la Gómez Sandoval, Candiani o Santa Rosa los alojan. No son los elegantes turistas de los caros hoteles del centro, son personas que aparentan ser pensionados de sus países de origen o jóvenes que visten y calzan con absoluto desenfado, pero que quizá sean los llamados “nómadas digitales”, jóvenes talentosos que trabajan usando las avanzadas tecnologías de internet. Pensionados y jóvenes se van mezclando con la población y hasta aprenden a regatear en los mercados.
La presencia de extranjeros no es novedad. Lo que ha cambiado mucho son los patrones de su conducta y el origen de estos. Hasta el siglo XIX prácticamente solo había españoles, casi todos ellos propietarios de haciendas, comerciantes o en altos cargos públicos. A partir del siglo XIX inició la llegada formal de norteamericanos, ingleses, franceses y hasta rusos o lituanos. La lectura de Carlos Sánchez Silva y su ensayo “Extranjeros en Oaxaca” proporciona datos interesantes del siglo XIX y hasta los años 40 del siglo pasado. Existe otra fuente de datos en el ensayo de Mónica Palma Mora que también aborda el tema de los extranjeros en Oaxaca, pero desde los años 60 del siglo pasado hasta el 2005.
Los inmigrantes de hoy tienen motivaciones e intenciones diferentes. En siglos pasados fue la extracción de la riqueza que aquí encontraron la que los trajo. La explotación de minas, ganadería o agricultura o la construcción de infraestructura como el ferrocarril. Ahora, los pensionados reciben desde sus países el depósito a sus cuentas. Los nómadas digitales trabajan desde aquí en empresas y proyectos alrededor del mundo. También reciben pagos desde el extranjero. Esto no significa, por supuesto, que no existan aquí empresas extranjeras extractoras, como las mineras, las de hotelería y restauración, viajes y muchas más.
Muchos de los extranjeros que llegaron a Oaxaca se acomodaron en las altas clases de la sociedad casándose con las hijas de los ricos de entonces. De ahí vienen algunos de los apellidos que se consideraban de “abolengo” por ser de origen extranjero. Algunos inmigrantes construyeron aquí sus fortunas al huir de sus países por diferentes circunstancias y crearon nuevas dinastías cuyos apellidos son de origen vasco, libanés o francés.
La llegada de extranjeros enriqueció nuestras tierras con ideas, conocimientos y tecnologías que no conocíamos. Caso en concreto son los exiliados de la república española que no solo llegaron a Oaxaca, sino a todo el país. Algo similar con los antropólogos, sociólogos, filósofos o historiadores que nos trajo la guerra sucia en Sudamérica a partir de los años 50, pero con énfasis en los 70.
Existen otros extranjeros de paso por Oaxaca. Son como sombras que atraviesan nuestro territorio y solo nos fijamos en ellos por los problemas que enfrentan o provocan. Los centroamericanos están aquí y los miramos con desconfianza. Hablan diferente y su aspecto nos parece desagradable. Son gente pobre la mayoría, que busca lograr el lejano “sueño americano” y van tras de él. Ellos mismo nos miran con desconfianza, nos desprecian o nos temen. Su paso por México es una especie de purgatorio que deben atravesar forzosamente y, si sobreviven, tal vez llegar a los Estados Unidos.
Son carne de cañón para la delincuentes y para políticos. Ambos los usan a conveniencia y conocemos los resultados: masacrados por las mafias o incinerados en “refugios”. Normalmente no les interesa quedarse. Rechazan los permisos de trabajo que se les ofrecen.
La presencia de los extranjeros tendrá consecuencias. Traen su cultura, su lengua, sus costumbres y tradiciones, su religión y sus gustos. Todo ello influirá en la cultura popular que estamos construyendo ahora mismo. Bailes, música, comida y fiestas van a cambiar. Su influencia y la convivencia con los oaxaqueños vamos a asimilarla como se hizo con la religión, alimentos, música y costumbres que trajeron los españoles. Hay un nuevo mestizaje en construcción en gran parte debido a la globalización que vivimos.
Con ellos traen problemas, como encarecer nuestras vidas, pero su llegada es inevitable mientras seamos un país libre, plural y abierto al mundo.
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