Néstor Y. Sánchez Islas.
La narrativa construida en Oaxaca a lo largo de los siglos nos lleva a pensar de inmediato, cuando hablamos de injusticia, en los habitantes de alguna comunidad indígena víctimas de la desigualdad, o de las iempre lenta, ineficaz y corrupta impartición de justicia en la que, normalmente, el que posee los medios económicos o las influencias necesarias, sale ganador.
Esta narrativa victimista ha construido también una serie de organizaciones y colectivos dedicados al chantaje. Muchos de los mismos que hoy nos gobiernan han sido protagonistas de ello. Ahora que les toca ser gobierno demuestran que sirven para poca cosa.
Lo de hoy es celebrar al más gritón y dramático. En el caso de los estudiantes, el más popular es el que menos estudia, en el caso de la política el más aceptado es el más estúpido y ladrón.
El mundo es injusto por naturaleza, pero nuestro deber es tratar de equilibrarlo y visibilizar el trabajo de jóvenes oaxaqueños que, con pocos recursos, pero muchas ganas, hacen más por todos nosotros que los cientos de redentores que pululan por los pasillos del poder.
Gracias a una llamada telefónica del Dr. Javier Toledo Flores pudimos conocer el trabajo de una joven científica oaxaqueña empeñada en una investigación que, una vez concluida, ayudará a salvar vidas.
De forma muy discreta ella, y otros jóvenes estudiantes de maestrías y doctorados, trabajan para encontrar tratamientos nuevos para enfermedades como la tuberculosis, una muy antigua y conocida compañera de la humanidad.
La joven científica, Edith Bernabé Pérez, originaria de la mixteca es candidata a doctora en biomedicina por la UABJO. Su proyecto de investigación es impactante: “Producción recombinante de la bacteriocina EMM1 y su evaluación sobre aislados clínicos multidrogo-resistentes”.
En una lenguaje más fácil de comprender, ella está usando técnicas de ingeniería genética para desarrollar nuevos fármacos contra bacterias resistentes, en este caso, para eliminar la poderosa bacteria que produce la tuberculosis y que en Oaxaca y en el mundo entero está de regreso, con mucha fuerza y con el riesgo de convertirse en pandemia.
Como muchos otros investigadores ha resentido la disminución de recursos por parte de las autoridades federales en este sexenio. Pero a pesar de ello, con apoyo de sus profesores y habiendo transitado por los poderosos laboratorios del Cinvestav en Irapuato y del avanzado Centro de Ciencias de la UNAM, está tratando de concluir esta primera etapa experimental en el Laboratorio de Biología Molecular de la Facultad de Medicina de la UABJO.
Como la mayoría de los jóvenes apasionados del estudio y la superación personal, es una persona muy discreta que, por el hecho de ser mujer, ha tenido que realizar un esfuerzo mayor para llegar al lugar que se está ganando.
No busca la gloria personal, pero acepta que su trabajo se difunda para enseñarle a otros jóvenes que sí se puede.
El hecho de ser mujer o de haber nacido en una pequeña comunidad no son limitantes porque todos nacemos con la capacidad intelectual para desarrollarnos.
Su trabajo, como el de muchos otros científicos carece de difusión porque a la gran masa no le interesan estos temas. La gente prefiere ver el futbol, las telenovelas o videojuegos.
Es profundamente injusto, y la pandemia lo demostró. Tienen más atención, difusión y recursos un equipo de futbol que un equipo de científicos que puede desarrollar tratamientos que salvan a la humanidad.
Este trabajo de ingeniería genética, al final, no le pertenecerá. Los derechos sobre su trabajo intelectual quedarán en manos de las instituciones del Estado que, si bien nos va, podría financiar la conclusión de éste hasta obtener un medicamento eficaz. Como en todas las instituciones existe una gran burocracia y mafias que, buscando siempre su beneficio personal, o les quitan el crédito a los investigadores originales o los orillarán a irse no solo a centros privados sino al extranjero en donde pueden ser mejor valorados.
Así como Edith hay otros jóvenes oaxaqueños que han alcanzado lugares en centros de investigación de las fronteras del conocimiento. La doctora Gisela Ortiz León fue parte del equipo científico que pudo obtener la primera fotografía de un hoyo negro.
El doctor Alejandro Cabrera Fuentes, preso hoy en los Estados Unidos por espiar para el régimen de Putin, en su momento se le reconoció como uno de los mejores doctores en microbiología del mundo.
No hay ni calles ni colonias que lleven sus nombres, aunque sí tenemos muchas que llevan el nombre de políticos ladrones. No se pasean por el mundo gritando que son luchadores sociales, pero su trabajo en sus laboratorios encuentra curas para los males de la humanidad.
Es indispensable cambiar la narrativa oaxaqueña. El victimismo que tanto gusta y conmueve voluntades no produce nada, pero consume muchos recursos que se van a la basura en lugar de apoyar a estos talentos.
nestoryuri@yahoo.com