Néstor Y. Sánchez Islas.
Si bien Hollywood resulta muy exagerado y dramático para sus filmes, algunos de ellos del género apocalíptico hoy están más vigentes que nunca.
Con asombro y desde nuestra mejor pose de incredulidad catalogamos como un exceso de fantasía una pandemia mundial provocada por un virus, un mundo azotado por enormes tormentas o la locura de llegar a declarar la guerra por falta de agua. Todo eso y más, lo estamos viviendo o está muy cerca de convertirse en realidad, inclusive la llegada de la inteligencia artificial y el declive de la inteligencia humana.
En 1995, Dustin Hoffman, Rene Ruso y Morgan Freeman nos alarmaron con la película “Outbreak”, en la que un virus, con una tasa de mortalidad del 100%,ataca y mata a las personas en apenas 24 horas. En ese mismo año, Bruce Willis, Brad Pitt y Madeline Stowe dramatizan una obra ya clásica del cine apocalíptico, la película “12 monos”, que narra un viaje en el tiempo, personajes desquiciados y el intento de un loco por diseminar por el mundo otro virus mortal. Una más de virus mortales fue “Contagio”, estrenada en 2011 y protagonizada por Matt Damon y Marion Cotillard en la que, sin necesidad de efectos especiales, el director nos muestra los horrores de una epidemia ultra contagiosa entre personas.
En 1968, Stanley Kubrick dirige la cinta de ciencia ficción por excelencia, después de “Metrópolis”.Inventa una maliciosa computadora equipada con algo tan avanzado para la época como la memoria holográfica y con capacidad de inteligencia artificial. La genialidad Arthur C. Clarke, el autor de la novela original y la locura de Stanley Kubrick se adelantaron 55 años a su época.
Una serie reciente, “Snowpiercer”, es una obra distópica en la que un fallido experimento para detener el calentamiento global casi acaba con la vida en la tierra. Los únicos sobrevivientes fueron los tripulantes del tren “rompe nieves”, que quedaron condenados a circular por el mundo, solos hasta la eternidad.
Y sobre el cambio climático va otra película famosa: “El día después de mañana”. “Las investigaciones del climatólogo Jack Hall indican que el calentamiento global podría desencadenar un repentino y catastrófico cambio climático de la Tierra. Hall advierte a los dirigentes políticos de la necesidad de adoptar inmediatamente medidas para evitarlo, pero sus advertencias llegan demasiado tarde: una serie de anómalos fenómenos climáticos empiezan a producirse en distintas partes del globo”.
Hay un elemento común en todas esas cintas: alguien advirtió del peligro y fue tachado de loco o alarmista. La realidad ha demostrado que los verdaderos locos son lo que no escuchan, los que tienen otros datos, los conspiranóicos, los antivacunas, los negacionistas, los terraplanistas o quienes solo quieren hacerse notar.
No fue como dijo Hollywood, pero ya vivimos la primera pandemia de este siglo. El virus tuvo una mortalidad inferior al 10% y, a pesar de ello, su mal manejo por el doctor muerte, Hugo López-Gatell, provocó una mortalidad que se llevó 800 mil vidas. La inteligencia artificial ya es parte de nuestra cotidianidad, el cambio climático ya lo padecemos y la escasez de agua ya provoca bloqueos en nuestra capital.
Está presente el tema del Cerro del Crestón y su conservación como área natural protegida. No es un tema menor porque estamos al filo del límite de provocar una hecatombe climática y cualquier acción, por pequeña que sea, para proteger a la naturaleza cuenta, y cuenta mucho.
Ese cerro forma parte de una microcuenca que la voracidad inmobiliaria, el cártel del despojo, funcionarios y políticos están por destruir. Hasta una institución pública se construyó ahí, el CIESAS. El ejido Guadalupe Victoria y gran parte de San Felipe han sido colonizados provocando con ello la muerte de flora y fauna. Las construcciones ya rebasaron el libramiento norte y siguen hacia arriba.
El Cerro del Fortín es otro claro ejemplo de ecocidio. Entre colonias populares y unas de lujo ha devastado un área natural que debió ser protegida desde hace muchos años. Ahí están las fotografías de los años 40 y 50 en donde claramente se ve que no había una sola construcción.
El río de Jalatlaco fue desaparecido de la faz de la tierra. Los curtidores del barrio lo convirtieron en una cloaca y, para solucionar el problema, el gobierno de entonces decidió no resolverlo sino ocultarlo y por ello fue entubado. La cloaca ahí sigue y lo paradójico es que sobre el cadáver de ese rio está ahora un gentrificado barrio mágico.
No hay acción pequeña por la salvación del planeta. Proteger esa microcuenca que concluye atrás del hospital del IMSS es proteger la salud de la ciudad de Oaxaca. Existe un problema social por los propietarios de lotes en la zona, pero desde hace años se sabía que ahí no debía construirse y el gobierno debería negociar con ellos para paliar el daño que su patrimonio pudiera sufrir. La vida de todos es más importante que el beneficio de pocos.
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