Soledad Jarquín Édgar*/SemMéxico
Derivado de la cada vez mayor presencia de las mujeres en lo público, la maternidad se emprende con imaginación y mucho esfuerzo, incluyendo el uso de la tecnología, formas diversas para desempeñar el modelo impuesto por el sistema patriarcal que sigue prevaleciendo y que sostiene que las mujeres, por nacer mujeres, tenemos el deber ser de cumplir -amorosamente- con la tarea de la crianza y los cuidados, una en la que los padres hoy como ayer siguen ausentes en mucho más casos de los que podemos imaginar, porque asumen y reconocen su papel como proveedores, consideración inexistente cuando se trata de ellas, que cumplen, como lo hicieron abuelas y madres, con una doble o triple jornada de trabajo, dejando un “resto” para desempeñar la idealizada tarea de ser madres, pero sobre todo, buenas madres.
En una sociedad precarizada como la nuestra y aún más para las mujeres que seguimos siendo las más pobres o las que menos dinero ganamos, asumimos la crianza y los cuidados de las hijas e hijos sin acceder a derechos fundamentales, mostrando que el mundo de hoy, como el de antes, han sido ciegos a las demandas de las madres trabajadoras dentro y fuera de casa. Son las propias mujeres, las feministas, las que históricamente han cuestionado la maternidad sin derechos o como una imposición.
Las demandas de las trabajadoras de la generación de mi madre, como las de mi generación son casi las mismas que hoy enfrentan las madres jóvenes, los centros de apoyo para el cuidado de lactantes e infantes antes del preescolar son nulas, a menos que se pague por ellos, podríamos decir que contar con el servicio de una estancia infantil es un privilegio. Ese es un asunto no resuelto en México, donde menos del cinco por ciento de las infancias de cero a tres años de edad cuentan con un espacio para su cuidado mientras su mamá trabaja.
Esa situación es parte de la realidad de las madres mexicanas, donde las abuelas de entre 60 y 70 años muchas veces siguen trabajando, por tanto, es difícil contar con redes de apoyo, aunque en buena parte, siguen siendo las familias las que cuidan a las infancias mientras las madres trabajan fuera de casa ante la negativa del gobierno de establecer una política pública que reconozca ese derecho o que haga cumplir la ley al respecto.
Ahora voy a dar un salto a los números.
Inegi señala que en México las mujeres con hijos-hijas nacidos vivos enfrentan su maternidad en diversas condiciones conyugales. Hay madres solteras, madres casadas por lo civil, madres casadas solo en ritos religiosos, madres casadas por lo civil y lo religioso, madres separadas, madres divorciadas y madres viudas. Se podría inferir que en la mitad de estas condiciones conyugales ellas se hacen cargo de sus hijas-hijos. Un dato ilustrativo, en México tres de cada cuatro hijos de madre-padre separados no reciben pensión alimenticia (Inegi).
La otra mitad de mujeres con pareja en diferentes condiciones conyugales enfrentan la violencia de sus pares cuya prevalencia en Oaxaca -Endireh 2021- es del 41.5 por ciento, casi la mitad de las mujeres de 15 años o más a lo largo de la relación actual. Cifra que sitúa a Oaxaca por arriba de la media nacional que es de 39.9 por ciento.
Preocupa o debería ocuparnos seriamente una realidad que las estadísticas no pueden negar. Los datos consultados corresponden al Censo de Población 2020 y al caso concreto de Oaxaca. Nos revelan que algo que no ha cambiado: la maternidad sigue inscrita a partir de los 12 años de edad, es decir, niñas-madres, criando otros niños-niñas. Aunque las estadísticas no lo dicen, se trata de maternidades impuestas en la mayoría de las veces por la violencia sexual, delitos que se siguen cometiendo y como muchas otras de las violencias contra las mujeres, su principal característica es la impunidad, son crímenes sin castigo o que se resuelven en ocasiones mediante el matrimonio forzado que, aunque está penado, sigue presente, según los datos del Inegi.
En el estado de Oaxaca, las niñas de 12 a 14 años, la primera clasificación de edad de 16 que propone la institución, refiere que 207 niñas han tenido al menos un hijo, 17 dos hijos y dos, tres hijos nacidos vivos. Para algunas personas serán pocas las niñas en esta condición que desde donde se vea no debería ser; para otras es la costumbre y por tanto un mandato inamovible en sus comunidades, pero para ellas representa la pérdida de todas las oportunidades que una niña debería tener: aspirar a vivir en un ambiente libre de todas las violencias y en específico de la sexual, con posibilidades de acceso a la educación y, sobre todo, aspiraciones reales para cumplir sus sueños. Una muestra de un Estado mexicano que le ha fallado a las niñas.
Por otro lado, de las más de 20 mil adolescentes de entre 15 y 19 años de edad el 87.3 % ha tenido al menos un hijo; 11.5 % han dado vida a dos infantes y el otro 1.2 % han tenido de tres y hasta ocho hijos, señala el Inegi. Adolescentes que según la Constitución mexicana deberían estar en la escuela y no cumpliendo una maternidad precoz, impuesta por la violencia y el sistema político-social que prevalece.
Por otra parte, las estadísticas oficiales muestran que una proporción menor, pero sí importante de mujeres ha tenido hasta a más de 13 hijos-hijas nacidas vivas. Muestra de que la educación sexual y el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos siguen ausentes, un ejemplo, el derecho a decidir sobre sus cuerpos. El promedio de hijos-hijas por mujer en Oaxaca es de 2.45. Otro dato es que las madres que reportaron -al momento del Censo de Población- tener menos de 40 años de edad tienen mucho menos hijos que las mayores de 40 años. Lo sorprendente es que llegar a tener más de 13 hijos prevalece en 12 de los 16 grupos de edad en que Inegi dividió la estadística.
En relación con la situación conyugal se reportan más hijos entre las mujeres casadas por lo civil y lo religioso con 1.2 millones de descendientes, en esta categoría la mayor cantidad de hijos-hijas se concentra entre los 50 y 64 años de edad de las madres.
En segundo lugar, aparecen las viudas con mayor cantidad de hijos-hijas con casi 800 mil. La mayor cantidad se concentra en los últimos cuatro grupos organizados por Inegi a partir de los 70 años hasta los 85 y más. En esta situación conyugal se ubican cuatro madres del grupo de 12 a 14 años de edad.
La tercera clasificación con más hijos es la constituida por las casadas por lo civil quienes tienen más de 600 mil hijas e hijos. Por grupos de edad, las de 35 a 49 años concentran más descendientes.
En cuarto lugar, siguen las separadas con más de 300 mil hijos-hijas. Y la mayor cantidad de familia se concentra entre los 40 y 54 años de edad de las madres.
Después siguen en menor cantidad de hijas-hijos las casadas solo religiosamente, las solteras y finalmente las divorciadas. La mayor cantidad de hijos-hijas se concentra, entre las mujeres las casadas solo por su religión entre 45 y 59 años. De las solteras, el grupo con mayor descendencia va de los 30 a los 44 años de edad y las divorciadas de 45 a 59 años concentran el grupo con más hijos e hijas.
En suma, por las dos leyes (civil y religiosa) contribuye a la procreación de más descendencia. Las mujeres más jóvenes en comparación con sus madres y abuelas tienen menos hijos y se casan menos. A mayor educación menos descendencia y cuando haya más de seis hijos la participación económica fuera de casa es de poco más de la mitad de las que tienen solo uno o dos vástagos. El 81.5 por ciento, dice Inegi se emplea en la informalidad.
Esta son las estadísticas de las madres oaxaqueñas, por las que repetimos como cada año: ¡madres sí, pero con derechos!
*Periodista y activista feminista.