Diego Enrique Osorno*
Con su disciplinada campaña y holgado triunfo electoral, pareciera que Claudia Sheinbaum ha logrado solventar las incógnitas surgidas al interior del propio ecosistema de la 4T, luego de que el presidente Andrés Manuel López Obrador le diera el bastón de mando.
Si bien estaba claro para los diversos grupos de Morena, Verde, PT y anexos que Sheinbaum ganaría las elecciones, prevalecía la duda de si tendría la legitimidad suficiente para poder controlar igual que López Obrador a los grupos de interés al interior y alrededor del actual régimen en el poder.
Antes del 2 de junio, más de uno de los 22 gobernadores de Morena —cuya subordinación a López Obrador es absoluta— ya se alistaba para revisar e incluso replantear su relación de incondicionalidad con la nueva presidenta, bajo el discurso, más feudal que autónomo, de implementar “una versión propia de la 4T” en sus estados.
Otras órbitas de poder claves han sido el poder militar y el poder empresarial. A cambio de negocios, al inicio de su gobierno, López Obrador logró establecer alianzas con ambos, las cuales también se veían endebles de que Sheinbaum pudiera retomar sin turbulencias.
Por último está el poderoso lobby estadunidense, al que López Obrador dio la construcción de su soñado muro policial y económico en el Suchiate, para llevar la fiesta más o menos en paz, pero que durante las elecciones —pese a colmilludos oficios del embajador Ken Salazar— pareció apostar más por el desastroso frente opositor.
¿Cómo sorteará Sheinbaum la nomenclatura de intereses y agendas edificadas por López Obrador?, ¿qué tanto replanteará dichas relaciones y pactos luego de llegar con un triunfo que sorprendió hasta a algunos de sus más cercanos, pero que le da margen para generar una nueva correlación de las fuerzas a su alrededor?
Todas las elecciones son escenario de lucha de los diversos poderes, pero un tema central que emergió tras estas es justo el del poder en sí mismo. Han quedado sobre la mesa diferentes aristas y revisiones posibles del poder, como el poder absoluto, el poder femenino, el poder digital, el poder transexenal, el poder judicial…
Ya se irá mirando cómo decanta este proceso político. Se verá si Sheinbaum, una vez en la Presidencia, considera que el poder se sostiene de la lucha en la que se desaparece al otro, o bien, de lograr la ausencia de esa lucha para crear sentido común.
*Escritor y periodista.
@DiegoEOsorno