Néstor Y. Sánchez Islas.
En su ensayo convertido en libro, “El ogro filantrópico”, Octavio Paz describe al Estado como un ente que aparenta ser benévolo y protector, pero en realidad es un monstruo que devora las libertades individuales y la sociedad civil. Estas reflexiones vienen a cuento porque la reciente aprobación de la mal llamada reforma judicial nos devuelve a décadas atrás en nuestra historia, a los años más oscuros de los regímenes autoritarios, ya sean los años dorados del viejo priismo o los años de la consolidación del régimen de Porfirio Díaz.
Me platicaba el querido amigo Raymundo Villalobos Mariscal en una entrevista en 2016, poco antes de su partida que, de su juventud, recordaba aquella ciudad conservadora a la que llegó desde su natal Tehuantepec en los años 50. Era un ambiente castrante, asfixiante de una sociedad sometida por el gobierno y altamente conservadora que descalificaba a los jóvenes estudiantes rebeldes y disidentes del régimen como él. No permitía el gobierno la discrepancia, repartir volantes “subversivos” o hacer pintas en las paredes era muy castigado si los sorprendían y en general, cualquier protesta contra la ideología oficial era sancionada de inmediato.
Octavio Paz vivió el siglo del régimen de partido hegemónico, autoritario, que, bajo la promesa de progreso y justicia, coartó la libertad individual. Reprimir no se reduce exclusivamente a los granaderos golpeando a manifestantes como en los años 60. Presionar a los medios para despedir periodistas críticos, entregar jugosos recursos a medios afines y matar de hambre a los críticos también lo es y eso está sucediendo ante nuestros ojos y nadie levanta la voz. Cuando quieran protestar, no habrá quien les dé espacio porque solo circularán serviles voceros del gobierno. Justicia imparcial menos, porque los jueces estarán al servicio del régimen y no de la ley.
A muchos mexicanos la democracia les tiene sin cuidado. Paul Garner, historiador inglés, en su libro “Porfirio Díaz, entre el mito y la historia” señala que éste alguna vez afirmó que “los mexicanos no tienen miedo a la opresión, al servilismo ni a la tiranía mientras no les falte pan, casa, vestido y fiestas”. Y así es, a la gran mayoría no les importa tener un gobierno autoritario porque sienten que la democracia y los contrapesos al poder no les sirve para nada en su vida diaria.
Es evidente que el presidente López Obrador quiere un control absoluto del gobierno para perpetuar su ideología e imponernos su cosmovisión, que será la oficial. Al igual que Porfirio Díaz, usa el patronazgo a placer para ganar lealtades a morir: distribuye recompensas a los que se suman, y a los que se oponen les exhibe sus datos personales, los persigue fiscalmente y les abre carpetas de investigación en laFGR.
Con esta reforma vamos a tener un gobierno omnipresente y opresivo que tendrá el control absoluto del país desde los ámbitos de la cultura hasta los económicos. Las libertades individuales deberán someterse a la voluntad del gobernante y las necesidades del régimen. La burocracia será la nueva casta divina y una especie de clase sacerdotal intocable y llena de privilegios, como lo fue durante la era dorada del priismo. Dado que el gobierno no se investigará ni castigará a sí mismo, la galopante corrupción actual subirá a niveles de escándalo.
Sin embargo, el plan perfecto de la toma de todo el poder en México tiene varios hoyos. El país no está pacificado y grandes extensiones están bajo control del crimen. La economía está prendida de alfileres por el enorme endeudamiento del año pasado que, en comparación, dejó al Fobaproa como cosa de niños.
Además de lo anterior, la pretendida transformación moral del país y sus políticos lo hará de la mano de familias como los Murat o los Yunes, los Monreal o los Bartlett y muchos otros personajes que en sí mismos resultan una contradicción en cuanto a rectitud.
Me pregunto si los jóvenes de hoy tolerarán volver a una sociedad castrante, como la definía Raymundo Villalobos, en donde habrá línea sobre lo que será correcto pensar, qué estudiar y cómo vivir apegados a las reglas de la “cartilla moral” manipulada por tan inmorales personajes.
Quien afirme que elegir jueces dará un poder judicial independiente e incorruptible quedó desmentido por la forma en que el Congreso local aprobó la reforma. Demostraron los legisladores, representantes electos popularmente, que son simples peones en el juego político de su líder y su comité central. Solo están para obedecer, callar y cobrar. Lo mismo sucederá con los futuros jueces electos popularmente, solo obedecerán la consigan gubernamental.
Las circunstancias que inspiraron a Octavio Paz para escribir su famoso ensayo se repiten y, los ahora viejos que en su juventud se ahogaban en aquel régimen castrante y luchaban por libertad de expresión, democracia y justicia muestran su apoyo al retroceso. En su senectud olvidan los ideales de su juventud.
nestoryuri@yahoo.com