Néstor Y. Sánchez Islas.
“Oiga, mi general, ¿No cree usted que es una obra muy costosa para una región como ésta?” Le preguntaron al General Lázaro Cárdenas, Vocal de la Comisión del Río Balsas, durante la inauguración de un magnífico puente en la población de Santo Domingo Tonalá, en la mixteca en 1968.
Dicen las crónicas de la época que la respuesta fue más o menos así: “También los jodidos merecen obras costosas y, una vez que yo me vaya, sepa usted cuando vendrá alguien a realizar buenas obras a estos lugares”, en referencia a la fortaleza y calidad de la obra. El referido puente sigue ahí desde hace 56 años.
Existen otras obras construidas hace muchos años que ahí siguen cumpliendo su función. Fueron construidas en épocas en que los gobiernos estatales no tenían los recursos de que ahora disponen. ¿Cómo hicieron aquellos gobiernos para hacer tanto con tan poco? La respuesta debe estar en los cimientos de la Plaza de la Danza, o en los del auditorio “Guelaguetza” o en los de la fuente de las 7 Regiones, que ese fue su nombre original.
Tanto en el pasado como ahora existe la corrupción, sin embargo, había un poco de pudor en épocas pasadas.
Esas obras fueron construidas con criterios y visión muy diferente a los actuales que, más que pensar en que una obra debe servir a la comunidad, lo que se busca es el negocio que representará la adjudicación de los contratos y el uso político que cada gobernador le dará a su obra, razón por la cual su sucesor la dejará en el abandono.
El dispendio es enorme, el fracaso es evidente y el cinismo rampante. La impunidad con la que se ha blindado la clase política es un insulto para todos nosotros. El estadio de futbol “Benito Juárez” en las canteras de Ixcotel fue inaugurado en 1987 y demolido en 2016. La obra nunca se concluyó y, proyectado originalmente para 25 mil espectadores, los más que pudo recibir fueron 12 mil. Esa inversión se fue a la basura.
La Ciudad de las Canteras es el ejemplo perfecto de que las revanchas políticas son peores que los celos del marido despechado. La inició Heladio Ramírez y la concluyó Diódoro Carrasco. Fue en su momento un sitio muy atractivo y una de las pocas opciones de esparcimiento.
Al llegar José Murat abandonó el parque. La Ciudad de las Canteras se convirtió en una ruina por algunos años. Pero él hizo su obra propia, ofreció a la ciudadanía una alberca olímpica en el parque “El Tequio” que sería un ejemplo a nivel nacional. La estafa de la alberca olímpica no duró más allá de su sexenio. Su sucesor, Ulises Ruíz, dejó tirados por todo Oaxaca los cascarones de clínicas y hospitales.
Gabino Cué remodeló el parque deportivo “Venustiano Carranza”. El ahora Polideportivo fue modernizado y construyó con fondos públicos el Centro de Recreación y Acondicionamiento Deportivo, CRAD, que tiene hasta alberca. Este moderno gimnasio construido con dinero público fue entregado para su explotación a una empresa privada. No sobrevivió, quedó hecho una ruina en apenas cuatro años y cerrado definitivamente con la pandemia. Salomón Jara lo acaba de “rescatar”.
Alejandro Murat nos heredó una enorme deuda pública y varias obras chatarra. No concluyó el Centro Cultural y de Convenciones, edificado en donde estuvo el estadio Benito Juárez.
Lo usó durante se gobierno y dejó ese edificio en condiciones deplorables. Necesitará pronto un rescate y que sea concluido.
La ciudad necesita plazas públicas en donde se vuelva a dar la convivencia social que se ha trasladado a las plazas comerciales. Un parque representa una mejoría en la calidad de vida, en el desarrollo comunitario, sirve para retener agua y proteger el ambiente, otorga un bienestar al ayudar a reducir el estrés o contribuyen al equilibrio social ya que proporcionan acceso a espacios de recreación y esparcimiento para todos los ciudadanos, independientemente de su nivel socioeconómico.
Los parques públicos y espacios deportivos son mucho más que simples lugares para hacer ejercicio. Son elementos clave para construir ciudades más saludables, sostenibles y equitativas.
El gobierno acaba de entregar el Parque Primavera y, desde ahora, se ve que será otro proyecto destinado al fracaso tanto por la baja calidad de la obra como por el dinero justificado en él. Es muy difícil creer que se gastaron 500 millones de pesos en él al ver que no construyeron nada, solo aprovecharon los viejos edificios existentes, colocaron jueguitos infantiles de plástico y aplanaron el piso para colocar canchas deportivas.
Esa zona necesita atención y un parque es una buena idea. Pero necesitaba una obra diseñada y construida con un criterio como el que usó Lázaro Cárdenas para las obras que hizo en la mixteca: fuertes, bien hechas y que duraran muchos años.
En lugar de eso, este parque recién inaugurado con su equipamiento tan corriente será difícil que sobreviva en buenas condiciones a esta administración.
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